Capítulo 06 (pt2)

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No soy consciente de mis actos hasta que me adentro a las calles del este, donde las pandillas se pelean y la delincuencia aumenta con el pasar de los días, no es bueno andar sola por estos rumbos, y menos a esta hora. La gente cuenta muchas cosas, los titulares de los periódicos a veces mencionan a la pandilla Blacked y a sus rivales, hay una guerra en el bajo Hartford, son como las peleas de gallos, a ver quién manda en más lugares. Durante mucho tiempo fui parte de eso, sé cómo funciona y sé que, aunque viva en el lado bonito y use ropa cara, en el fondo pertenezco a este sitio.

Reconozco algunos locales, algunos callejones. Era una niña, aun así, se aferraron a mi memoria esos momentos. Por más que intentan ocultar los rayones de las paredes, las pandillas salen en las noches a marcar sus terrenos. Por más que quiera olvidar, sigo recordando que una vez me escondí en este lado. Puedes pintar la pared cien veces, pero el desperfecto sigue en el fondo, no se puede borrar lo que eres, pues la tinta es tan fuerte que sigue buscando la superficie.

Es curioso que cualquiera saldría corriendo, pero no tengo miedo, así como no lo tuve alguna vez. Aquí el gobierno no entraría para buscarme y llevarme a otro sitio, aquí solo tienes que sobrevivir, no evitar golpes y maltratos, abusos.

Un grupo de personas se le queda mirando a mi auto cuando estaciono afuera del dichoso bar. El local es viejo y desgastado, hay motocicletas estacionadas en la parte frontal, también hay motociclistas y chicas usando faldas cortas. Las letras «n» y «e» del letrero —que está colgado en la parte de arriba— están apagadas, el resto brilla con una intermitente luz roja.

Negro.

Aseguro el automóvil y me dirijo a la entrada. No hay matones en la parte de afuera, así que no se me dificulta entrar. El interior está atiborrado de personas, estiro la cabeza para ver entre el gentío. Hay una barra en uno de los costados y muchas mesas y sillas ocupadas. También hay una pista de baile, veo cuerpos moviéndose al ritmo de una canción de reguetón.

Zigzagueo para llegar a la barra, a ver si logro encontrarlo, una voz me detiene.

—Llegaste, caperucita —dice alguien a mis espaldas—. Creí que te acobardarías.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Where stories live. Discover now