Capítulo 13

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Me quedo quieta en la mitad del cuarto sin saber muy bien qué hacer.

Cuando me adoptaron no sabía muy bien cómo actuar, creo que mis padres tampoco sabían qué hacer para que me adaptara a sus vidas. Ellos creían que tenían que esforzarse demasiado. Después de vivir en la mierda, ellos fueron mi oasis, la sensación de euforia cuando llegas a la parte más alta de una montaña rusa, la vista hermosa cuando estás en la cima de la rueda de la fortuna. Solo bastó verme en el reflejo de los ojos de Robert y Romina, supe que no me harían daño, y los amé casi de inmediato, no hacía falta que hicieran otra cosa.

Yo me quedaba en silencio observando los regalos, las fiestas de cumpleaños, los pasteles de chocolate, la habitación rosa con aires de princesa, los banquetes para que descubriera qué platillos me gustaban. Y lo apreciaba, con todo el corazón, pero me sentía... Miserable. Yo también quería corresponderles y no podía, así que los miraba porque me parecían hermosos, gentiles e increíbles. Y no quería perderme de nada por si despertaba del sueño. E incluso si me hubieran fallado, yo los habría amado, por el simple hecho de considerarme un ser humano, por darme un instante lleno de felicidad que no podía expresar.

Hace unos minutos Willburn me dijo que quería hacer cosas malas conmigo, luego me dio un beso lento y pausado, mientras sus manos me aferraban y su lengua empujaba la mía para dominarla y enseñarle un baile provocador. Entonces dijo «no creo que vaya a cansarme de tus besos» y todo se fue a la mierda. Probablemente es la cosa más estúpida y no tiene ningún significado para la gente promedio, tal vez lo dijo por el calor del momento, por las respiraciones agitadas y las ganas de ir a la cama, pero a mí me causa un pánico terrible.

Y me sentí justo como en aquel cumpleaños, el primero que festejé con mis padres, ellos se enteraron de que nunca había celebrado uno e hicieron todo para alegrarme el día. Llevaron una mesa de dulces, un pastel de tres pisos con una velita en forma de Cenicienta, comí pequeñas hamburguesas y algodones de azúcar, y fueron muchas personas, ni siquiera conocía a la mitad, y todos me sonreían como si me conocieran. Apagué las velas y sonreí para las fotografías, pero por dentro quería llorar porque no entendía qué demonios estaba pasando. Era real, y yo no sabía qué hacer con tanto, con algo que podría significar un para siempre, pues todo antes había sido momentáneo.

Notó mi incomodidad, creo que se arrepintió cuando vio mi expresión, pues se separó diciendo que pediría la cena y no volvió a acercarse, con justa razón, seguro piensa que soy una chiflada. Y sí lo soy.

Fue una frase simple, solo expresó que le gusta besarme, ¡qué ridícula soy!

Él pierde el tiempo desconectando las luces hasta que el timbre suena. Se acerca a la puerta y le paga al repartidor. Trae una botella de agua y una charola de sushi. Ya que estamos solos, se aproxima y deja las cosas en el suelo, se queda parado frente a mí, midiéndome.

—Creo... creo que mejor me voy —digo y agacho la cabeza. Quiero largarme. Luego está esa otra parte de mí que quiere seguir aquí porque sus ojos son demasiado lindos como para pasar página tan rápido, y sus besos son un acantilado.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Where stories live. Discover now