La familia de Jungkook había empezado a trabajar para la familia Kim cuando ellos todavía residían en Corea e incluso, se mantuvieron a su cuidado cuando posteriormente se mudaron a Transilvania. Jungkook desde pequeño recuerda haber vivido en el am...
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Jungkook caminó a paso rápido. Con un poco de suerte, se escabulliría en la cocina sin ser notado por nadie, y cocinaría la cena con total tranquilidad.
En el camino estuvo haciendo bastantes ejercicios de respiración, en busca de tranquilizar los escandalizados golpeteos de su corazón. Estaba muy nervioso, de verdad esperaba que ninguno de los señores Kim lo encontraran en el pasillo o llegando a la cocina, de lo contrario comenzarían a preguntar y sus nervios lo delatarían.
Jungkook maldijo internamente los sentidos agudizados de los cambia formas.
Cuando pasó el umbral de la cocina y no divisó a nadie, sus nervios disminuyeron considerablemente y suspiró de alivio, llevándose sus manos a su corazón. Después de unos minutos, se arremangó la camisa y comenzó a preparar los ingredientes con los que se realizaría la cena de ese día, tarareando una canción desconocida mientras sacaba las sartenes y ollas.
—¿Fue una buena tarde?
Jungkook se sobresaltó y pegó un chillido asustado, para posteriormente darse la vuelta con brusquedad y sus ojos abriéndose en demasía al ver a la persona que estaba recargada en el mesón de la isla.
Era la señora Kim.
—Uhh... yo... yo... n-no entiendo a q-qué se refiere, señora. —contestó con voz temblorosa.
La mujer parecía divertida, mirándolo con una ceja alzada, pero sus ojos denotaban un brillo que contradecía su actitud relajada.
Ella... parecía enojada.
La fémina se llevó los brazos a la espalda, caminando lentamente al rededor del mesón, como cualquier felino lo haría al cazar a su presa. Las piernas de Jungkook habían comenzado a temblar y rezaba porque por al menos hoy, la señora Kim decidiera dejar pasar su falta en el trabajo.
—¿Dónde estuviste toda la tarde, Jungkook? —preguntó la mujer con voz trémula.
Jungkook tembló.
—E-Estuve haciendo los q-quehaceres de siempre, señora. —respondió el castaño con la vista pegada al suelo.
—Mmh. —murmuró poco convencida. —Curioso, porque le pregunté a tu madre sobre tu paradero y ella dijo que no sabía nada de ti desde el medio día.
Jungkook tragó fuertemente, sus manos temblando y su consciencia rogando para que esta vez el castigo no sea muy duro.
