Parte 37

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GEORGINA POV:

El carruaje descubierto estaba listo cuando salimos, llevaría yo sola a Lucille a conocer el pueblo, compraríamos un almuerzo allá y volveríamos para un picnic en los huertos, para después recorrer el castillo, las caballerizas y los jardines. Tenía todo perfectamente planeado. Sería amable y coqueta, aunque no demasiado para no asustarla, pero principalmente sería yo misma, dejaría que conociera a la verdadera yo.

─ Te mostraré los mejores lugares del pueblo ─ le dije a Lucille ayudándola a subir al carruaje ─ Tenemos una Universidad, una biblioteca pública, un teatro, un museo, muchos sitios donde comer, te encantará.

─ Es una de mis partes favoritas de los viajes ─ mencionó Lucille mientras me sentaba junto a ella ─ conocer los pueblos, sus lugares más representativos, a la gente, es precioso. Puedes aprender tanto de una ciudad platicando con la gente que vive en ella. Y este carruaje, me encanta que este abierto, podemos ir viendo todo el paisaje. Montar es divertido, pero vas demasiado rápido para apreciar los detalles.

─ ¿Sabes montar? ¿Tú sola? ─ le pregunté impresionada ─ Son pocas las mujeres que saben, siempre van arriba del carruaje, o en un caballo acompañando al jinete.

─ No soy como todas las mujeres, Georgina ─ me respondió guiñándome el ojo ─ Aprendí a montar poco después de dejar Francia, un amigo me enseñó. También puedo caminar largas distancias a pie, puedo cocinar casi lo que sea, sé más de medicina que muchos doctores universitarios, hablo varios idiomas, toco algunos instrumentos musicales y soy buena gimnasta.

─ Suenas casi como mi chica ideal ─ le respondí buscando ponerla nerviosa.

─ ¿Casi? ─ me preguntó con una sonrisa y un ligero sonrojo en las mejillas ─ ¿Qué me falta, Su Majestad?

─ Bueno... ─ no sabía que responder, me había tomado por sorpresa, esperaba una risa, un sonrojo y que cambiara el tema ─ Si te gustaran las mujeres serías mi chica ideal.

─ ¿Y quién dice que no me gustan? ─ esa Lucille segura y directa, la misma que era hablando de medicina, salía a relucir ahora, respondiendo a mis coqueteos con soltura, dejándome muda ─ Anoche... la persona de la que te hablé, sólo te dije que me había enamorado de alguien en China, pero tuvimos que separarnos. Era una mujer, yo la amaba y ella a mí... ─ su tono de voz cambió por uno más bajo, un tanto triste ─ pero en China el honor y la familia son las cosas más importantes, salir con una mujer sería deshonor, y no aceptar el matrimonio que le arreglaron sería una traición familiar, al final ella eligió casarse con el hombre que sus padres eligieron, dejé China de inmediato, seguí viajando y heme aquí.

─ Lo siento mucho... ─ no sabía que decir, me sentía feliz de que le gustaran las chicas, pero pude sentir la tristeza que guardaba en su corazón, ¿Cuántas mujeres más, con el corazón roto por tener que cumplir con las expectativas de los demás, existirían? ─ Si te sirve de consuelo, tal vez no era tu destino, es decir, sí estabas destinada a conocerla, pero no a quedarte con ella. Todas las cosas que nos pasan, las personas que conocemos, a las que amamos pero con quien no podemos llegar a más... todas y cada una de ellas son parte del camino que nos lleva a reunirnos con nuestro amor verdadero.

─ Vaya, eso fue muy lindo ─ me respondió con una sonrisa genuina ─ En Japón hay una leyenda, dice que un hilo rojo, invisible a nuestros ojos, nos une con nuestra alma gemela, el hilo puede enredarse, tensarse, pero no romperse. Supongo que mi hilo rojo está unido a alguien más.

─ Tal vez está más cerca de lo que piensas ─ Lucille me miró con una sonrisa que no supe descifrar, su rostro se acercaba lentamente al mío... el carruaje dio un salto de pronto, estaba tan concentrada en Lucille que me olvidé de vigilar el camino, habíamos pasado por encima de una pila de rocas ─ ¿Estás bien? No vi esas rocas, y al parecer el caballo tampoco.

Tormenta DesatadaWhere stories live. Discover now