Capítulo 2

302 49 3
                                    


CAPÍTULO 2

Para Martín no pasa desapercibida la incomodidad de su prometido. Supone que es evidente: no todos los días abandonas tu hogar, a tu familia y todo lo que conoces para contraer matrimonio en otro reino. Así que mientras los dos cenan en silencio, Martín lo mira discretamente. Ve su semblante sereno pero, también, observa la tensión en su cuerpo, como si hiciera un esfuerzo sobrehumano para no encogerse sobre sí mismo en ese momento. O para no salir corriendo.

Por su parte, Martín tiene sentimientos encontrados. Lo entiende, porque también para él es difícil esa situación; por otro lado, no obstante, no puede evitar el sentimiento de irritación que lo recorre de pies a cabeza pues, ¿no es él también una víctima de las circunstancias?

Martín siempre supo que su matrimonio sería político. Era de esperarse: en un mundo en el que las alianzas políticas fortalecían o arruinaban relaciones con otros reinos, no es como si tuviera muchas opciones, en especial cuando era el rey. Por eso, el día en que su Concejo sugirió que había llegado el momento de casarse para crear una alianza, Martín tuvo poco que decir al respecto: hacía años que tenía asumida esa realidad. Aliarse al reino del bosque —Tlayolotl—, no obstante, eso sí fue una sorpresa.

Si era sincero, siempre pensó que su matrimonio ocurriría con algún otro reino vecino. La princesa Victoria de Falkland, por ejemplo, con o incluso con el príncipe Manuel de Andes, para limar las asperezas entre ambos territorios. Pero desde que otros reinos e imperios comenzaron a mover sus piezas en el juego que era gobernar, se dio cuenta de algo importante: su propio matrimonio tendría que ser pensado, calculado minuciosamente. Argenteus, después de todo, era un reino que tenía más enemigos que aliados. Su matrimonio, sea con quien fuere, tendría que llevarse a cabo de manera que no ofendiera a los reinos vecinos para evitar conflictos; al mismo tiempo, tendría que servir para fortalecer su propio poder político, económico y militar. Y para tener un aliado fuerte, pues Argenteus ya había sido atacado antes.

Al final, fueron sus consejeros quienes, tras analizar la situación y sus opciones, concluyeron que lo mejor era unirse al reino del bosque: la reina Itzel también buscaba una alianza política con alguno de sus otros vecinos. Tlayolotl era un territorio que llevaba casi trescientos años siendo neutral en cuanto a conflictos y negociaciones, pero corrían rumores de su reciente enemistad con su vecino del norte y eso lo ponía en desventaja política y militar. Si no era Argenteus, habría sido cualquier otro reino y eso, a la larga, sería peligroso.

Tlayolotl era, quizá, el territorio más hermético de todos los reinos cercanos. Pocas veces interactuaban con otros pueblos y tenían una reputación un poco extraña: se decía que sus habitantes se encontraban en un nivel menor de civilización, que adoraban a antiguos dioses y realizaban sacrificios humanos. Algunos creían que los habitantes de aquel reino practicaban magia que otras tierras habían olvidado hace mucho tiempo, que podían hablar con espíritus y leer el futuro en las estrellas. Muchos, incluso, aseguraban que las personas ahí eran mitad bestia, mitad humanos. Martín no creía en esas cosas y estaba seguro de que era un territorio más entre todos los que rodeaban Argenteus, tan variopinto como lo era su propio reino.

Ahora, en completo silencio con su prometido, Martín se pregunta si así serán todos los días de su vida matrimonial: con su esposo al otro lado de la mesa y sólo el sonido de los cubiertos sobre la vajilla como acompañante.

—¿Te resultó cómoda la habitación?

Pedro levanta el rostro y lo mira en silencio por unos segundos, como si no estuviera del todo seguro de si debe o no responder a la pregunta. Al final, asiente con la cabeza.

[Latin Hetalia] Corazón verde, muros de piedra (Argenmex)Where stories live. Discover now