Capítulo 11

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¡Hola! Ha pasado tiempo desde la última vez que escribí algo de este fic jeje, espero que no lo hayan olvidado. Aprovechando el encierro seguiré escribiéndolo, a ver hasta dónde llegamos antes de regresar a la rutina.

*

CAPÍTULO 11

Hay algo extraño en Argenteus. Aún no es tan evidente, pero está ahí, presente, como algo que aparece unos días y se va por otros, como un sonido de fondo, al que podrías no prestarle atención pero que estará ahí, de un momento a otro. Pedro lo siente en el ambiente, en el aire mece las hojas de los árboles, en las vibraciones de la tierra. Lo siente en los animales que rodean la ciudad, porque ellos también perciben lo que ocurre.

Es una sensación desagradable, como cuando algo frío te toca por sorpresa o parecida a cuando tomas con las manos las vísceras de un animal recién muerto. Es un escalofrío que lo recorre de pies a cabeza y le pone los pelos de punta porque no es la primera vez siente algo así. Es similar a como se sentían las cosas en Tlayolotl mucho antes de partir de ahí, similar al poder maligno que amenaza con engullir todo y que, posiblemente, ha llegado más lejos y más rápido de lo que él o su hermana o cualquier otro de los Grandes Sabios pudo prever.

Su consuelo es saber que Tlayolotl sigue en pie. Las cartas que recibe de su hermana no hablan mucho sobre lo que amenaza a su reino (y a todos los del Mundo Conocido, al parecer), pero Pedro habría sentido si algo estuviera mal. La conexión con su tierra no se ha perdido a pesar de la distancia.

Hay días en los que ese algo deja de percibirse con la misma fuerza y pareciera como si todo recuperase su ritmo normal, pero Pedro no es tan inocente como para pensar que desaparecerá por completo. Si así fuera, su gente no se habría recluido voluntariamente por tantos años. Ha intentado que eso no lo distraiga demasiado, pero con el paso de los días es un poco más difícil no estar atento a todo lo que lo rodea. En especial cuando, más frecuentemente que no, se siente como en ese momento antes de una tormenta.

Piensa en que debería hablarlo con Martín, advertirlo sobre lo que está ocurriendo, pero aunque su esposo ha reaccionado con curiosidad e interés por las tradiciones y la historia de su gente, aún no sabe cómo reaccionará al saber que su unión con Argenteus va más allá de lo político y lo económico. Si le dice lo que ocurre en el Mundo Conocido, tendrá que decirle mucho más que eso. Tendrá que explicarle que, más que por su riqueza o sus recursos, eligieron aliarse con Argenteus por ser uno de los Reinos del Sol y que aprovecharon su ignorancia ante las costumbres antiguas para lograr esta unión... que debía ser Argenteus porque incluso si otros Reinos del Sol eran más poderosos, nadie más aceptaría a Pedro.

Y no está seguro de estar listo para tener esa conversación.

Así que, mientras se siente preparado para enterar a Martín de todo lo que ignora hasta ese momento, Pedro continúa haciendo lo que se propuso desde semanas atrás: protege a Argenteus así como lo hiciera con Tlayolotl. Cada luna nueva pasa la noche solo, en la que aún es su habitación pero en la que duerme con cada vez menos frecuencia, y recita las palabras sagradas en su lengua antigua. Después sale y recorre los pasillos del castillo, se escabulle por las sombras, deslizándose sin ser visto, hasta que sale y hace lo mismo en las calles, hasta llegar a las murallas que rodean la ciudadela, que recorre por completo antes de regresar, exhausto pero satisfecho. Y durante el resto de los meses, se contenta con escuchar los sonidos que le llevan las noches, de los guardianes que ha dejado en lugares estratégicos haciendo su trabajo de forma adecuada.

—¿Qué haces?

Pedro voltea sobre su hombro y mira al interior de la habitación, donde Martín ha entrado hace unos segundos. Observa a su esposo mientras recorre el interior, quitándose poco a poco las capas de ropa que lo cubren ahora que el clima comienza a cambiar en Argenteus.

—Veo la ciudadela —responde Pedro y regresa su atención al paisaje, con la mirada fija en el extremo este del muro, en donde siente a uno de sus guardianes más alerta que de costumbre.

Se relaja un poco cuando Martín rodea su cintura y apoya la barbilla en su hombro izquierdo, mirando la ciudad también.

—Se ve hermosa de noche, ¿verdad?

Pedro lo mira de reojo. Ve su cabello ligeramente alborotado ahora que se ha quitado la corona y se complace al verlo sonreír, orgulloso de su propio pueblo. Y sí, Argenteus de noche es bella, más que de día incluso, con luces encendidas en todas partes y llena de una vida que en Tlayolotl no existe durante la noche y las madrugadas. Pero no es Argenteus lo que Pedro tiene en mente cuando responde:

—Sí, es hermosa.

Ambos se quedan ahí un momento, en la ventana, observando lo que alcanzan a ver de la ciudad y sus luces, en silencio. Martín contemplando su hogar y Pedro dividido entre la calma que irradia su esposo y la atención a lo que siente en las murallas de la ciudad. Al final, decide irse por la calma y regresa junto a Martín al interior de la habitación.

Al día siguiente, una mujer jura que hace días se escuchan ruidos extraños en los alrededores del castillo, pero que en la muralla este los ruidos fueron más intensos la noche anterior. Nadie le cree, pero eso no la detiene para contar su historia a todo aquel que quiera escucharla.

*

Uy, ahora sí se viene el drama. Esta historia es sobre Pedro y Martín porque son mi OTP de todo LH, pero pronto saldrán algunos otros personajes y habrá más misterio y magia y aventuras.

[Latin Hetalia] Corazón verde, muros de piedra (Argenmex)Where stories live. Discover now