Capítulo 5

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CAPÍTULO 5

El jardín es el segundo lugar favorito de Pedro: aquel sitio le provee de una calma que no esperaba encontrar en Argenteus. Es por los árboles, piensa. Aunque son distintos a los de casa, le hacen sentir como si siguiera en Tlayolotl, con sus campos y sus bosques y su ciudad flotante sobre el lago. Mientras está ahí, puede olvidarse por un momento de lo mucho que extraña pasear por las calles de su propia ciudad, de ir al mercado a hacer intercambios sin importar si es el príncipe o no. Extraña entrenar a sus guerreros y los banquetes después de algún acontecimiento importante. Y extraña, en especial, encerrarse con Itzel a leer las estrellas en el templo.

La añoranza es algo con lo que ha aprendido a vivir y, aunque aún tiene un hueco en el pecho (ahí en donde está Tlayolotl, su corazón de la Tierra), los días en Argenteus pasan más rápido de lo que él mismo esperaba. Quizá con algo de suerte, los próximos años de su vida pasen con igual velocidad.

El jardín que ha reclamado como suyo (y al que, en realidad, nadie se acerca cuando él está ahí), también es un lugar en el que se permite pensar en Martín. No han estado realmente juntos y solos desde la boda y no han hablado sobre ello. Su interacción se limita a los desayunos, almuerzos y cenas, a uno que otro paseo por los pasillos del palacio antes de que Martín vaya a alguna audiencia o tenga alguna reunión con su Concejo. Es justo como Pedro pensó que sería su vida matrimonial y, aunque él sabía que las cosas serían así y estaba resignado a ello, no puede ignorar lo triste que es la situación.

(Y es en sus ratos a solas, en el jardín o en su habitación, cuando se dice a sí mismo lo infeliz que es).

Pensar en Martín le provoca sentimientos encontrados, porque es muy diferente a lo que Pedro imaginó que sería. Cuando Itzel y él decidieron que su mejor opción para la alianza era el rey de Argenteus, Pedro intentó visualizarlo. Los documentos oficiales que revisaron, su forma tan apropiada de escribir en las cartas que intercambió con Itzel antes de todo e incluso Sebastián, cuando llegó como embajador, no decían mucho sobre él. Llegar a Argenteus y verlo de pie ante la puerta del castillo y que, después, resultara diplomático pero agradable, era algo que Pedro no esperaba del todo.

A decir verdad, Pedro no tiene una forma clara para describir a su esposo. Lo ha visto ser un rey, con el porte, el tono en la voz, la mirada de autoridad. Pero también ha visto otro lado suyo que, quizá, pocos conocen. Le ha visto sonreír cuando está junto a su familia (Sebastián, a quien conoció un poco en los días que negociaron en Tlayolotl; Daniel, jefe de la guardia real. Ambos son miembros del Concejo), y lo ha escuchado tararear mientras avanza por los pasillos en los días que parecen ser particularmente buenos. Lo ha visto al hablar con los nobles y con los sirvientes por igual sin tener problema con ello. Incluso ha visto cómo se le ilumina el rostro cuando el cocinero prepara algo que le gusta en verdad y recuerda su expresión de contento al ver por las ventanas del castillo, desde donde se aprecia la capital de su reino.

Martín es una persona a quien Pedro podría amar con el tiempo.

El primer problema: Pedro tiene miedo de enamorarse de él.

No tendría nada de malo, amar a Martín, pero Pedro no tiene puntos medios y eso lo sabe él muy bien. Si él ama a Martín, sería con todo lo que tiene y puede dar, incluso más. Si él ama a Martín, con toda su alma y corazón, no como parte de un ritual, sino porque realmente lo siente, sería durante toda su vida y quizá hasta después, si es verdad que tiene el favor de los dioses. Y Pedro tiene miedo de amar a alguien de esa manera tan profunda, en especial cuando ese alguien podría no amarle igual.

El segundo problema: posiblemente ya comienza a amarlo un poco... Desde que Martín lo besó tras recibir el brazalete. Desde que sintió el latir de su corazón mientras recitaba las plegarias en la lengua antigua de sus dioses. Desde que vio por vez primera esos ojos llenos del verde que hace falta entre los muros de piedra.

[Latin Hetalia] Corazón verde, muros de piedra (Argenmex)Where stories live. Discover now