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Muchas veces, como cualquier niña, tuve demasiadas preguntas rondando mi cabeza. Temas que los adultos tocaban una y otra vez y mi cerebro no lograba comprender.

Mami, ¿qué significa eso? —toqué el objeto en su dedo—. ¿Por qué un anillo es tan importante? ¿Por qué hace a las mamás tan felices?

Recuerdo que ella sonreía achicando sus ojos y con su mano izquierda acariciaba suavemente mis cabellos. Entonces ella negaba y reía suavemente antes de decir:

Lo entenderás cuando seas más grande.

Y ahora puedo decir, que desde ese día, aún no logró comprenderlo. ¿Qué hay de especial en casarse con alguien? Las personas pueden decir amarse, pero aún así, mientras más tiempo pasen viviendo juntos, ellas cambian. O tal vez simplemente muestran sus verdaderos colores. El punto es que discuten y a veces pareciera que simplemente quieren golpearse o retroceder el tiempo. Era algo que a mis ocho años notaba cada vez que papá y mamá discutían.

¡No me gusta! Jamás me cuentas qué es lo que haces que llegas tan tarde, ¿acaso no confías en mí? ¿Debo comenzar a creer que me estás engañando? —exclamaba ella dando vueltas por la habitación mientras apretaba sus finos cabellos entre sus largos dedos, signos de frustración.

¡Cállate, deja de entrometerte en mis asuntos! —respondía él alzando aún más la voz tirando veneno por los ojos.

Y cuando Woojin llegó a nuestras vidas, incluso creí que todo mejoraría. Que ya no estaría sola en eso. Y sí, así fue un tiempo.

Pero nada es eterno, y lo bueno siempre tiene que terminar.

Aún podía sentir las caricias de mi madre en mi cabeza, su sonrisa, su voz... la forma en la que cantaba o cuando meneaba sus caderas al compás de la música cada vez que regresaba de la escuela y la encontraba cocinando.

Papá siempre fue misterioso y casi desconocido para mí, por lo que a veces quería que mamá, Woojin y yo nos fuéramos de esa casa a vivir en otra parte. Probablemente al campo, para estar cerca de las flores. Yo siempre quise plantar mi propio árbol.

Mamá, mamá. ¿A ti te gustan las flores?

Muchísimo, Gyeonggie. Sobretodo porque tengo un pequeño brote aquí en la casa que he cuidado desde que era una simple semilla.

¿En serio? ¿Dónde? —miré a mi alrededor buscando la dichosa planta.

Eres tú, mi niña —se arrodilló a mi altura y tomó mis mejillas entre sus manos—. Eres una pequeño brote que sigue creciendo, y algún día se abrirá al sol enseñándole que es la flor más hermosa y fuerte del mundo.

¡Pero no soy una planta, yo no dependo del agua para vivir!

Mamá río.

No, mi retoño. Y así está bien, jamás dejes de ser un pequeño brote que no depende de nada ni de nadie —su expresión se entristeció y las comisuras de sus labios alzados flaquearon—. Incluso de mí.

¡Pero yo no podría vivir sin mami! —exclamé negando sintiendo mis ojitos picar.

Migyeong, incluso si algún día no me ves, yo siempre estaré contigo —hizo una pausa y al ver la confusión en mi rostro, añadió—. Las personas deben vigilar a sus flores para asegurarse de que crezcan bien.

ѕιяєη - kïm sëünġmïn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora