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—Llámalo, dile que nos veremos en el café mañana mismo —solté cuando estábamos cenando.

Woojin me miró alzando la ceja y su silencio me indicó que siguiese hablando, que no captaba la idea.

—Mañana mismo le diré a Chris que acepto ser su esposa. Pero tú no le digas eso, solo dile que nos veamos en el café cerca al parque central mañana a las 3 de la tarde.

Woojin soltó su cubierto y limpió sus comisuras con una sonrisa ladeada.

—Sabía que al final cederías —dejó el pedazo de tela a un costado y apoyó los codos en la mesa entrelazando sus dedos y colocando su mentón sobre estos—, la pregunta es porqué.

Esa pregunta era inevitable, obviamente mi repentino cambio de idea iba a extrañarle. Y por supuesto que había pensado en una respuesta. Engañarlo no iba a ser difícil, Woojin podrá haber muerto para mí, pero aún recuerdo que desde niños él siempre había sido muy ingenuo y se pasaba una mentira creíble como si nada.

Esperaba que funcionase.

—No tengo salida, ya me resigné —me encogí de hombros y copié su postura—. Además, lo que quería evitar era volverme una asesina como los de la familia. Ya maté a alguien, ¿qué me queda? —sus cejas se fruncieron y pude ver que estaba analizando mi respuesta—. Al lado de Chris tendría la protección que necesito y no tendría porqué matar a alguien con mis propias manos. Por otro lado, también podría darle órdenes a ciertas personas —sonreí.

Estaba jugando con fuego con eso último que dije, pero sabía que por más que eso enojase a Woojin, no me haría nada. Eso era algo que él ya sabía y ya había accedido al hecho de que yo le ordenase en un futuro no muy lejano.

—Muy bien, Migyeong. Al final recapacitaste —se puso en pie—. Le diré tu recado a Chris. Y bueno, me iré acostumbrando al hecho de que me des órdenes...

Un silencio inundó la sala. Pude ver molestia en sus ojos, sin embargo, la ocultó con una de sus ladeadas y para mí molestas sonrisas.

—Ama —finalizó y yo mantuve mi mirada sobre él.

Finalmente dio media vuelta y se marchó a su habitación.

—Me gusta mucho tu abrigo, el rojo definitivamente es tu color —soltó el chico mirándome tomar asiento frente a él

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—Me gusta mucho tu abrigo, el rojo definitivamente es tu color —soltó el chico mirándome tomar asiento frente a él.

—Lamento la demora, mi culpa —me justifiqué sin alzar la vista.

—No te preocupes, llegué hace unos minutos —llamó al mesero—. Para mí un americano, para ella un capuccino.

El señor asintió. Una vez se marchó, alcé mi ceja mirándole intrigada.

—Oh, lamento el atrevimiento. Sé que es lo que siempre tomas aquí —se encogió de hombros—. Lee Know me tiene al tanto de toda información necesaria para mi seguridad. Estuvo indagando el porqué escogiste este lugar, y resulta que es porque te gusta mucho beber eso aquí.

ѕιяєη - kïm sëünġmïn Where stories live. Discover now