11

802 124 30
                                    

—¿Qué haces aquí? —preguntó poniéndose en pie—. Innie, creí que evitarías que venga.

Jeongin solo se encogió de hombros.

—Tengo que verlo —espeté abriendome paso hacia la sala de espera.

—No, alto —Yangmi se interpuso. La vi revolver sus lindos cabellos cortos y frustrada apoyó una de sus manos sobre su frente—. Migyeong, yo en serio estoy agradecida contigo. No me agradas, pero nos salvaste la vida a Sejeong y prácticamente a los que estábamos allí. Pero no me explico... ¿qué hacías tú con un arma? Hay algo que estás ocultando. No me entrometeré en tus asuntos porque además de que es tu privacidad, saber es de alguna forma involucrarse. Yo no quiero eso.

Me exalté al momento que ella tomó mis manos entre las suyas.

—No sé qué dolor haya en tu corazón, y ahora quiero hablar en serio contigo. Hoy finalmente me he dado cuenta de que no eres mala, entonces, por favor deja libre a Seungmin. Deja de herirlo, si no le puedes corresponder, permite que te supere. Para él eres como una sirena. Y ahora es como si estuviera bajo tu hechizo. Solo tú puedes alejarlo y de esa forma librarte también de esta relación tóxica que tienen.

Solté mis manos de su agarre. Se supone que después de lo dicho me alegrara, pues Yangmi no era mala; además, parecía comprenderme.

Pero eso fue lo que me enfureció.

La envidiaba. Era tan perfecta, yo era muy desagradable y aún así, de alguna forma se preocupaba por mí. Y más que nada por Seungmin. Lo notaba, a ella le gustaba y como toda buena chica quería lo mejor para él. Odiaba eso, porque era fácil para ella el ponerse en los pies de los demás y al mismo tiempo alejarse de lo malo. Tomaba sus propias decisiones en la vida.

Yo fui condenada a seguir un solo camino.

—No trates siquiera de comprenderme —pasé a su costado—. No me interesa nada de lo que digas y pidas. Y si los salvé no fue porque yo quería, fue por Hyunjin. Él es mi amigo y quiere mucho a Seungmin. No podía dejar que él y las otras personas que estaban allí murieran o se enojaría conmigo. Así que no veas amabilidad donde no la hay.

Fue lo último que le dije, dejándola así atrás junto con Jeongin. Me acerqué a una de las enfermeras.

—¿Sabe si Kim Seungmin ya va a salir? —pregunté.

—Oh, de hecho, estaba a punto de preguntar por sus familiares para que pasaran a verlo. ¿Qué eres de él?

Suspiré.

—Soy su prima —saqué mi DNI—, Kim Migyeong.

—Entonces puedes pasar.

Asentí y me adentré en la sala que después me indicó. Era una señora muy ingenua, ¿siquiera sabe que Kim es el apellido más común en Corea del Sur? Negué con la cabeza, tenía que hacer esto rápido antes de que los padres de Seungmin, a quienes seguramente había llamado, vinieran.

Asomé mi rostro. Estaba despierto, mirabas por la ventana. La bata blanca te hacía brillar, pues contrastaba finamente con tu piel. Y tus cabellos estaban alborotados, seguramente porque acababas de despertar de la anestesia. Creo que suspiré inconscientemente, ya que volteaste y me dedicaste una sonrisa tan linda que por un segundo sentí mi corazón latir y mis mejillas sonrojarse.

—¿Por qué no pasas? —preguntaste y mis pies avanzaron por sí solos—. ¿Estás bien?

Me apoyé en la baranda a la que estaba conectado mi suero. Entonces miré tus perlas una vez más, era ahora o nunca.

—Seungmin, esta es la última vez que hablamos.

Tus comisuras cayeron y el brillo en tus ojos ensombreció. Te vi bajar la mirada y apretar la sábana bajo tus dedos.

ѕιяєη - kïm sëünġmïn Where stories live. Discover now