Capítulo 3

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Inseguridades, miedos, responsabilidades; habían consumido su cuerpo y su mente en toda su vida o la mayoría de esta. Ámber se había convertido en modelo junto con Lysandro, viajaba mucho y no se veían para nada seguido. Su padre estaba en la cárcel y su madre los había abandonado. Odiaba sentirse de esa manera; inútil. Los únicos amigos que había tenido en el tiempo del instituto se habían alejado de él por algo realmente estúpido. Era fuerte, o eso es lo que creía, seguía vivo por Ámber, por su sueño de convertirse en escritor y que lamentablemente no estaba haciendo nada por conseguirlo, también lo hacía por Castiel que aunque ya no estaban juntos, le demostró lo que era el amor, que era sentirse enamorado y amado, vivía con las pocas fuerzas que le quedaban y con la esperanza de que las cosas se iban a solucionar algún día.

El clima y las calles en las tardes eran las mismas de siempre; sin color, frías y vacías. Metió sus manos en su abrigo color verde y se encaminó a la «cueva». Pasó de nuevo por la cafetería donde hace una semana vio el poster del concierto de Castiel que adornaba el vidrio, se sentía orgulloso de él, aún recuerda las canciones que le cantaba en el departamento a las altas horas de la madrugada, cuando podía quedar días y semanas escuchando su gruesa y afinada voz. Las ganas de llorar cada vez que el recuerdo de Castiel invadía su cabeza era ya imposible de retenerlas, quería olvidarlo aunque eso significase morir para él, quería hacerlo, olvidarse de que alguna vez tuvo algo con el cantante.

Callejones vacíos y tenebrosos, zanjas de hierva muerta eran el camino hasta llegar a la cueva; una casa abandonada donde se reunía con personas catalogadas lo más bajo de la sociedad; drogadictos, ladrones, acosadores...

En la puerta vio a su amigo Dake, el bronceado estaba recostado en la putrefacta madera fumando un cigarrillo y al ver a Nathaniel lo apagó pinzándola con su zapato.

—Nath— saludó el bronceado golpeado su espalda.

—¿Ya llegaron todos?—preguntó golpeando de la misma manera la espalda de Dake.

—Faltan unos cuantos pero ya podemos empezar— le dijo entrando a la casa.

Nathaniel lo siguió y el olor a mariguana y la atmósfera llena de humo fue el recibimiento que tuvo, si algún día le hubieran dicho que estaría en un lugar así no se lo hubiese creído jamás.

—¡Hey muchachos ya llegó Nathaniel!—Anunció el oji verde abriendo los brazos.

Todos sus compañeros regresaron su vista bastante drogados ya, había unas cuantas mujeres con ropa que no dejaba lugar a la imaginación y apenas vieron a Nathaniel lo comieron con la mirada.

—Oh Nath, siéntate por favor—dijo un chico con el cabello de rastas invitándolo a sentarse en un sillón vacío. Nathaniel y Dake se sentaron en donde les indicó.

—Esto es lo que deben acabar en dos semanas a más tardar— el otro hombre; un chico de no menos de dieciocho años que estaba rodeado de cuatro mujeres les tendió dos paquetes envueltos en cinta plástica—Mariguana y cocaína, en no menos de dos semanas.

Dake y Nathaniel cruzaron miradas, nunca habían recibido tanta cantidad.

—Pero esto es el doble del anterior mes—dijo Dake preocupado tomando entre sus manos los paquetes—Dos semanas es muy poco para acabarlo.

—Lo siento, órdenes de Dimitry—recostó su espalda pasando descaradamente la mano en el pecho de una de las chicas— Intentaré convencerlo pero no les prometo nada.

—¿Quieren?—ofreció el hombre de antes indicando el bong que botaba humo debido a la droga.

Los dos asintieron y dieron una bocanada. Asqueroso; pensó Nathaniel siempre que lo hacía.

Salieron con los paquetes bien cubiertos en la mochila que llevaba Dake.

—Maldita mierda—suspiró Dake ya una vez lejos de la cueva—¿Cómo vamos a terminarla en dos semanas?

—Ni idea—remedó Nathaniel poniendo una mano en el puente de su nariz—Venderé algunos a los del barrio y tú apáñatelas en la playa.

El bronceado asintió en afirmación—Está bien.

Caminaron hasta la salida de la ciudad, y Dake enseguida recordó algo que hizo que una sonrisa se le dibujara en el rostro.

—Nath—llamó y el rubio se giró—¿Has escuchado del concierto del grupo de Castiel?

Enseguida Nathaniel desvió la mirada enfadado—Si, y me importa una mierda.

Dake estalló en carcajadas al ver la reacción del rubio—Eres tan jodido mintiendo—palmeó el hombro de Nathaniel intentado controlar su risa—Hermano, tu y yo sabemos que sigues colado por ese imbécil.

Era su mejor amigo, es obvio que lo sabe.

—No molestes—removió su hombro.

—Vas a ir—no era una pregunta—Irás conmigo.

—La droga te afecta—rió, ladeando la cabeza— no voy a ir.

—Irás, me preocupo por ti, has pasado tanta mierda—suspiró— mereces verlo— iba a negarlo cuando Dake puso la mano en su cabellera rubia—No te pido que hables con él, verlo te va a animar.

Cerró los ojos suspirando; rendido—Iré, si vas conmigo—Dake sonrió satisfecho.

▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪

—¿Podrías apurarte, amor?—Samuel arrastraba las maletas por los pasillos del gran aeropuerto, tras él se encontraba Castiel quien cada vez le costaba más contenerse para molerlo a golpes.

—Me llamas así de nuevo y te quedas sin dientes—el cuerpo de Samuel sintió escalofríos al escuchar la demandante voz. Castiel enfadado daba mucho miedo.

No dijo mas nada y se dirigieron al interior del avión rumbo a Marsella.

"—¿A dónde iremos a vivir cuando nos casemos?—preguntó el rubio recostado en el regazo de Castiel dibujando cosas sin sentido en el pecho desnudo de su novio.

¿Quieres casarte?—Nathaniel levantó la mirada frunciendo el ceño.

Por supuesto que sí—asintió repetidas veces con la cabezaasí que ¿a dónde quieres ir?

Castiel sonrió envolviéndole en un abrazo y suspirando contra el suave cabello rubio de su chico.

Estados Unidos—dijo cerrando sus ojos. Siempre soñó con conocer ese país, miraba reportajes de cada uno de los estados y es que vivir en Montana o California no se veía tan mal en su cabeza. Nathaniel sonrió satisfecho contra el pecho del pelirrojo— ¿Y a ti, amor?

A donde vayas tú—respondió al instante, ni siquiera lo pensó—Iré donde estés, no quiero estar sin ti"

Las lágrimas mojaron sus mejillas. ¡Joder dolía tanto!, nunca se había enamorado tanto de alguien, nunca había amado con tanta locura como lo hizo por Nathaniel. Se prometieron tanto, y lo que más deseaba era cumplirlo.

Miró a través de la ventada aun sollozando por los recuerdos que le taladraban la cabeza, lo ama, mejor dicho, nunca ha dejado de amarlo, y eso se sentía como millones de agujas que se clavaban en el pecho. Una vez más, deseaba verlo una vez más.

Por siempre「casthaniel」Where stories live. Discover now