Capítulo 8

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Al momento de traspasar la puerta.

Lo vio.

Estaba recostado en la camilla, todavía durmiendo. Un brazo estaba fuera de la sábana blanca que lo cubría, en la vena estaba un suero que yacia al lado de la cama en un pedestal plateado.

Se le cortó la respiración. Analizó desde la puerta el cuerpo lechozo de Nathaniel que estaba en su campo de vista, lo había extrañado tanto.

Se acercó a pasos lentos al filo de aquel colchon blanco. El olor a cloro y medicina hacían que en su cabeza se sintiera una punzada un poco dolorosa, pero no le importó,  nada le importaba al ver a su chico al lado de él.

Llegó al costado del cuerpo del rubio, y sin contener las lágrimas mojaron sus mejillas nuevamente. No olía nada bien a causa del sudor y el vómito que había tenido. Su cabello rubio estaba pegado en su frente, los labios que tanto le encantaban estaban entreabiertos, su respiración era suave y lenta, miraba como el pecho del chico subía y bajaba, podría pasar horas y horas viendolo.

Pero le perturbó, sus orejas eran ahora adornadas por varios aretes algunos negros y plateados, y en su labio estaba plasmada una cicariz que parecía hecha hace tiempo.

No era molestia lo que sentía, era un dolor intenso por el hecho de no estar a su lado, de no haber compartido aquellos momentos con su chico, pero ya ni siquiera debería llamarlo así ¿verdad?

Arrastró con delizadeza una silla que estaba en una esquina para ponerla al lado de aquel Nathaniel dormido.

Intentaba enjugar las lágrimas como podía con la manga de su ya mojada chaqueta. Los nudillos le empezaron a arder al sentir el agua salada de sus ojos.

Rozó con las puntas de sus dedos el dorso de la mano de Nathaniel mientras su corazón latió sin control a aquel simple contacto.

—Sigues siendo perfecto— susurró casi inaudible. No despegaba la mirada de aquel rostro que reflejaba aún la inocencia y pureza que recordaba del instituto. Lo ama, nunca ha dejado de amarlo.

Apartó su mano que ya estaba sobre la de Nathaniel cuando sintió el cuerpo del rubio removerse. Vio como los ojos del rubio lentamente eran abiertos y se separó tirando torpemente la silla.

—¿D-don..?— la pregunta fue interrumpida cuando sus amielados ojos miraron al frente...

Castiel.

Sintió como los ojos se inundaban, no tardaría más antes de que todo el llanto que ha acumulado todos estos años caiga.

—Nath—la voz ronca y gruesa del pelirrojo. No estaba soñando, y si lo estaba era un sueño jodidamente bueno.

Los pasos del pelirrojo se acercaron de nuevo a Nathaniel, que estaba mudo viendo como el chico se dirigia a él.

—¿Cas...tiel?—susurró con su voz impregnada en aquel nudo en la garganta—¿Qué haces?— calló cuando las lágrimas salieron, calló cuando Castiel se acercó, calló cuando despertó y supo que no era un sueño.

—Te desmayate— dijo ya estando muy cerca de Nathaniel.— Me preocupé demasiado, no vuelvas a darme estos sustos de mierda ¿oíste rubia?

Dirigió su mano a la mejilla del pelirrojo, con los ojos inundados de lágrimas. Lo necesitaba, no sabía lo mucho que lo habia extrañado.

—Cass—balbuceó, cepillando con las yemas las mejillas humedas del chico que estaba en su frente—Castiel—repitió, como si estuviera viendo un espejismo y que después de unos momentos el chico desparecería. 

Pero no desapareció.

—Dime—dijo aprentando con su mano la de Nathaniel que lo acariciaba—Dime todo lo que quieras mi delegado.

Se derritió en ese instante. Todos los problemas desaparecieron, el dolor se fue de su cuerpo. Dimirty se fue, su padre, su madre, la competencia, el mismo. Era solo su alma y su corazón latiendo por Castiel que lo miraba después de años, con la misma pasion, con el mismo amor.

Lo sabia, se lo había dicho frente a cientos de personas en aquel auditorio, sabía que él tambien amaba a ese pelirrojo sarcástico y malhumorado que lo habia conquistado desde ya hace mucho tiempo, y en su asencia lo seguía haciendo porque su corazón le pertenecía, porque Castiel se había llevado su corazón.

—¿Qu..é?—no dejó que el rubio terminara la pregunta cuando se lanzó a abrazarlo.

Se removió entero al sentir el cuerpo de Nathaniel de nuevo entre sus brazos, se quedó ahí disfrutando de aquel que aún consideraba su chico. Nathaniel hundió el rostro en la curvatura del cuello del pelirrojo y lloró, lloró todo lo que tenía que llorar mientras apretaba el abrazo. Lo necesitaba junto a él, se sentía protegido, alejado de toda la mierda que vivía.

—Nathaniel— el aire caliente de su boca chocó en el oído del rubio, que al sentirlo su corazón casi se le sale. Se separaron y los dos colores de iris chocaron; el dorado y el gris se formaron en un manojo de palabras sin boca, se gritaban que se extrañaban, que se amaban, que debían estar juntos.

¿Lo oyen? 

Son sus sentimientos que necesitan ser aclarados. Pero Nathaniel no podía hacerlo.

Debía quedarse este momento de nuevo en su memoria, para así recordarlo todas las noches.

Examinó al chico en su frente, su cabello era aún largo y rojo. Las mangas de su chaqueta estaban alzadas por lo que pudo ver sus brazos tintados con diferentes tatuajes que desconocía el significado, y eso le dolió. La ropa que vestía en el concierto estaba todavía puesta, con esos extraños collares. Pero seguía siendo él, sus rasgos se habían vuelto más fuertes y marcados.

—¿Tan bueno estoy?—aquella risita sarcástica apareció, sus delagados labios se curvaron al decirlo. Nathaniel rodó los ojos.

—Sigues siendo el mismo— respondió limpiándose las lágrimas con la sábana que estaba cubierto.

—Me lo tomaré como que "Castiel, sigues siendo el mismo chico sexy que siempre he conocido"— los dos rieron. Castiel se sentó en el filo de la cama para acariciar la mejilla de Nath, él se dejo hacer, cerró los ojos disfrutando el contacto que las asperas y levemente callosas manos de Castiel le estaban dando.

Solo le faltaba ronronear, era como un gatito, su gatito.

—Pensé que no volvería a verte— susurró y los vellos del cuerpo del más bajo se erizaron. Aún tenía el mismo efecto, nunca ha desaparecido.

—No deberíamos a ver vuelto a vernos— el nudo en la garganta apareció de nuevo, doliendole, ardiendole. Las palabras que había dicho eran ciertas, no debia verse de nuevo. 

—Yo si queria verte de nuevo—el pelirrojo se acercó depositando un beso en la mejilla de Nathaniel— Porque te extrañé—otro— porque no he podido olvidarte—otro más— Porque sientes lo mismo que yo.

No sabía de donde salían tantas lágrimas, era verdad, todo lo que decía era verdad.

—Tu concierto fue increíble— dijo separándose de Castiel—Haces lo que te gusta eres muy bueno.

—¿Estás en la universidad?— preguntó en cambio Castiel. Nathaniel desvió la mirada, lo hacía siempre cuando iba a mentir.

—Sí, soy bastante bueno aún— mintió, para no preocuparlo.

—Eres una mierda mintiendo, siempre te lo diré— ladeó una sonrisa para seguido tomar el mentón del rubio para que levantase la mirada— Así que todo lo que dijiste es lo contrario.

Nathaniel apartó la mano de Castiel de encima suyo—Fue lindo verte de nuevo, pero...—las palabras se atoraban en su pecho, sin querer salir— Te pido que no volvamos a vernos.

—No quiero— respondió al instante— No quiero irme y hacerte daño otra vez.

—Pero no lo haces— levantó la voz—Nunca lo has hecho, he sido yo Castiel, por eso es malo que este contigo, ¿acaso no lo has entendido aún?, yo fui el que te herí, el que no quiere estar contigo solo dejame de una vez.

—No quiero hacer algo que no quieres, que no quiero, ya me cansé de engañarme Nath, deja de engañarte a ti...

—Ya Castiel— lo cortó, con el llanto brotando de si, Nathaniel era muy malo para las mentiras

—Te amo. 

Por siempre「casthaniel」Where stories live. Discover now