Capítulo 18

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Pov. Ámber

Desperté con un dolor fuerte en mi tobillo, una semana en la que a duras penas había podido conciliar el sueño, solo tres horas eran necesarias para no parecer un cadáver.

Todos los días viene Nathaniel después de su entrenamiento de boxeo para verificar que tome mis medicinas y con algo de comida para comer juntos. No me ha preguntado nada de la que ha pasado, y no he encontrado el momento exacto para decir todo lo que me ha dicho Dake. Todo lo que tengo guardado desde que me enteré de toda la mierda que vivía y sigue viviendo Nathaniel, todos estos días sintiéndome miserable e imponente, con ganas de llorar y gritar todo el tiempo. Una patética total.

Miré la hora; 8:30 de la mañana marcaba en la pantalla de mi celular, mis ojos ardían y alrededor de ellos mi piel estaba lastimada por las incontables veces que me restregaba para secar mi llanto con cualquier tela que tuviera a la mano, hasta en algunas ocasiones logré que sangrara.

Con mi pie doliendo más que cualquier herida, me acerqué al baño para arreglarme, un conjunto de ropa limpia, mi cabello estilizándolo en ondas con la secadora y al terminar solo unas gafas para tapar mi demacrado rostro.

Seguía en busca de explicaciones, y hoy sabía que seguiría rompiendo sin dolor mi corazón.

Sin el yeso y caminando todavía un poco mal empecé a recorrer el camino a la parada de autobús solo con una bolsa con mis identificaciones y un poco de dinero.

Mientras el camino se acortaba mi corazón latía como nunca antes en mi pecho, la respiración en cada minuto se entrecortaba y mi nariz con mi boca se cerraba, si no me tranquilizo seguramente iba a hiperventilar.

Dos horas de viaje, mandé un mensaje a Nathaniel para que no se preocupara por mí con la excusa de que vine a visitar a una amiga que conocí en los viajes que realicé, solo recibí un "no tardes, te llamaré después" de su parte.

Al bajar, el aire que corría hizo que pueda respirar mejor, alcé mi mirada a la gran edificación que tenía frente a mí.

"La prisión de Bastilla" mi cuerpo entero tembló solo al pensar en lo que iba hacer, cinco o seis años sin verlo, con ganas de que su asquerosa cara nunca vuelva aparecer frente a mis ojos. Con la idea de que mi padre, no, el hombre que me engendró desapareciera de nuestras vidas, con ganas de que se quedara en la cárcel por todos los crímenes que cometió, hasta el punto de dictaminar la orden para que asesinaran a un hombre inocente por sus más estúpidos caprichos. No puedo creer que haya nacido de los genes de alguien como él, me da asco solo portar su apellido.

Caminé lo mejor que pude hasta llegar a recepción donde un policía detrás de un escritorio hizo que rellenara varios formularios para seguido entrar a una sala.

Después de traspasar una puerta de metal me dijo que me sentara en una silla que estaba frente a una mesa, dijo que pronto saldría, que tomaría unos cuantos minutos.

Mis manos empezaban a temblar mientras sudaban como nunca antes, ni cuando tuve mi primer beso me sentía tan nerviosa.

Di un respingo cuando oí la puerta abrirse, mis ojos se dirigieron a las dos personas que se acercaban hacia mí.

Un policía y Francis.

Su cabello a duras penas mantenía el castaño que poseía, su barba estaba bastante larga, y sus ojos del color que había heredado Nathaniel estaban rojos. No era para nada el padre que había convivido como el hombre perfecto tantos años.

Él quedó petrificado al verme, quedó quieto unos segundos a lo que el oficial le quitaba las esposas alrededor de sus muñecas.

Se acercó a pasos cortos, yo solo me quedé ahí, con mis ojos seguramente goteando. Una rabia sin nombre me invadía, llenándome por completo. Ahí estaba el hombre que condenó a mi hermano, un asesino, un hombre sin corazón.

Por siempre「casthaniel」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora