Capítulo quince: Un reecuentro.

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Capítulo quince: Un reencuentro.

Un mes había pasado desde mi última charla con mi bellota, hasta hace unos dos días habíamos acabado oficialmente la mudanza en lo que ahora sería nuestro nuevo hogar, un apartamento que el señor Reese se ofreció a regalarnos, me sorprendí muchísimo cuando lo hizo y por más que insistí en no aceptarlo él no dio su brazo a torcer, según lo que dijo; mi madre y yo éramos buenas personas que sólo necesitaban un empujoncito para salir adelante y puede que aquello fuera cierto. Hablé con mi madre y quedamos en que ya no donaríamos dinero a los orfanatos de la ciudad y mucho menos a esos que están en España, su ciudad natal.

¿Por que catorce años después de la desaparición de mi hermana seguíamos haciéndolo? Es que el tan sólo hecho de pensar que aquella indefensa niña estuviera pasando necesidades no nos dejaba dormir tranquilos, al menos nosotros teníamos una casa, un techo; pero, ¿qué tal que ella ni siquiera tenía eso?

Pero ya no podíamos seguir donando dinero, su sueldo o el mío debíamos aprender a administrarlos, a pesar de que este apartamento estaba a mi nombre y no debíamos pagar renta consideramos que en cuanto tuviéramos el dinero se lo devolveríamos al padre de Esteban. Alguna vez nosotros estuvimos en su lugar y otras personas en el que estamos nosotros ahora mismo, sabemos que aveces aunque lo ocultemos y nos neguemos a aceptar el dinero de vuelta esa persona podría necesitarlo.

Ahora debía decir que mi habitación volvió a ser igual o de un tamaño parecido a como era cuando yo aún era un niño, es inmensa, su armario, escritorio, cama, televisor, posee un baño privado y algunos muebles dentro de ella. Definitivamente volvía a ser como mi habitación de niño. Su color es neutral, y las cosas que yacían dentro fueron combinadas por un profesional, seguramente, nosotros sólo trajimos nuestras pertenencias y el señor Arturo se encargó de llenar el apartamento con todos los electrodomésticos y muebles, sí, de todo se encargó él. Además de que pareció haber contratado a un decorador de interiores, en verdad todo se veía como una foto sacada de Pinterest, cuando entré por primera vez casi se me cae la mandíbula al suelo y ni hablar de mi mamá, casi se desmaya, en serio.

-Hijo, ¿qué piensas hacer hoy? -consultó ella, untando mermelada sobre un pan tostado.

-Estaba pensando en ir a comprar nuevos portarretratos y así, lo iba a hacer antes pero no tenía el dinero, Flavio y Fabiana me pagaron ayer y pensé en hacerlo hoy. -informé y llevé a mi boca el pan que ella había dejado frente a mi.

-Hmm.. Está bien. ¿Luego podrías ir a casa de los chicos?

Ella cerró el frasco de mermelada, tomó su plato y se sentó en el taburete a mi lado, estábamos en la cocina, desde que estamos instalados comemos aquí, no le hayamos la necesidad de comer en la mesa para seis personas si somos dos.

-¿Eso para qué?

-Oh, es que quiero hablar con mi niña y sus hermanos siempre están ocupados, ya sabes que no soy buena con esos aparatejos. -gruñó y reí levemente, cuando ella me dirigió una mala mirada dejé de hacerlo y asentí.

-Cuando salga de allí voy para allá.

-Perfecto. -sonrió en grande y continuamos nuestro desayuno en silencio.

Al acabar ella se puso de pie, fue a su habitación, cogió su bolso y su juego de llaves, se despidió de mi, me deseó un feliz sábado y me pidió que no olvidara ir a casa de los Lohan, después de eso se marchó. Volví sobre todos mis pasos luego de lavar los trastes y acabé en mi habitación, sobre el colchón de mi inmensa cama, deseando no tener que salir y dormir todo el día, pero debía hacerlo o no tendría ningún recuerdo que me importara de verdad en este nuevo hogar.

***

Estaba en una tienda de fotografía, el sujeto que había llegado a mi nada más entrar se llevó con él las fotografías que le entregué, al llegar aquí pensé que podría mandar a enmarcar una de ellas, supongo que aquello llevaba su tiempo porque lo quería en tamaño grande y no como la había traído. Tener un cuadro con la imagen de las dos personas que más amo en ella era lo que más quería, mi hermana y mi madre salían allí, nuestra madre en medio de nosotros, sonriendo en grande, feliz y nosotros imitándola, éramos tan felices.

Mi móvil sonó y vibró en el bolsillo delantero de mi vaquero cuando admiraba las cámaras que eran exhibidas en el lugar. Lo saqué del bolsillo de forma despreocupada, desbloquee la pantalla y presioné el mensaje, en la aplicación de mensajería, que acababa de llegar, no miré el nombre porque ahora observaba como una castaña con ojos peculiares entraba al lugar.

Antes de poder siquiera visualizar el mensaje mi móvil avisó que entró una videollamada, volví la vista a la pantalla del móvil y presioné en aceptarla cuando observé el apodo de Jackie en ella.

-Oh Marty, mi querido, amado y olvidadizo Marty. -saludó ella, sonreí apenas porque volví a alzar la vista en busca de la muchacha. -¿Hola? Estoy aquí, en la pantalla de tu móvil. -añadió irónica cuando no contesté a su saludo. -¿Donde estás?

-Hmm... Hola Belli, estoy en una tienda fotográfica... -comuniqué distraídamente. -ya sabes, buscando portarretratos para las fotos. -expliqué.

-¿Y exactamente qué buscas ahora? -inquirió su vocecita, esa chillona y molesta.

-Creí haber visto a alguien, -volqué mi vista a la pantalla del aparato. -no importa.

-¿Estás seguro? Parecías muy urgente con encontrar a ese alguien. ¿Acaso ya me estás siendo infiel? -consultó indignada.

-Jackie, tú y yo... -mi dolorosa pero cierta aclaración se vio cortada cuando una tercera voz apareció a mi lado, pegada a mi cuerpo, su rostro delante de mi pecho, en medio de el y mi celular, su cabeza debajo de mi barbilla.

-¡Jackie, querida! -saludó con hipocresía y emoción fingida la castaña, la pelinegra al otro lado de la pantalla me observó con asombro, intercaló su vista entre ella y yo y luego sólo gritó.

-¡Aléjate de mi hombre, perra! -No la llames así, quise decirle pero quizá aquello empeoraría la situación.

-¿Por que dejaste a tu hombre si sabes que muchas personas mueren por él, Jackie? -soltó con burla la muchacha.

-Yo confío en él. -murmuró entre dientes, su mandíbula estaba tensa, se mostraba molesta, ¿por que estaba tan molesta?

-Oh, ¿en serio? -rió. -¿Y qué pasa si hago esto? -ella giró sobre sus talones y quedó frente a mi, cara a cara, el celular seguía en mis manos y Jackie gritaba que no se atreviera a tocarme. Los ojos de la muchacha se dirigieron de mis labios a mis ojos, y su sonrisa malvada me dejaba ver cuáles eran sus intenciones pero no sabía qué demonios debía hacer ahora. Era obvio que no la besaría, pero tampoco iba a apartarla como un objeto sucio y pedirle que se alejara sería un impulso para acercarse más. Estaba seguro.

Ella ladeó la cabeza, sin apartar la sonrisa de su rostro, un collar del color de la miel y tan brillante como el oro descansaba en su cuello, afinando el ojo observé una pequeña pero no tan pequeña letra escrita sobre el dije del yin que estaba en el centro de su clavícula.

Un nombre, uno que yo conocía bien, uno que cada noche me quitó el sueño y deseaba volver a pronunciar otra vez al llamarla. Un nombre que sólo me permitieron utilizar por dos años. Un nombre que yo entrañaba. Joder, la extrañaba.

¿Pero acaso podría ser esto cierto o estaba en un sueño?

El nacer de un deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora