Capítulo veinte: Un noviazgo.

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Capítulo veinte: Un noviazgo.
Martin.

Culminando la primera semana en la que fuimos honrados con su presencia cada día, ella pidió hablar conmigo, según sus palabras mediante aquel texto era algo importante. ¿Y para que mentir? Estaba muriendo de los nervios. Tal vez me diría que no quería más que besos y caricias de parte mía o quizá tal vez sus labios pronunciarían el ansiado "sí" que mis oídos anhelaban oír.

Llegó la hora del almuerzo y junto con el mi hora de descanso, estaba sirviendo un buen plato de pasta con tajadas y queso cuando la voz de Fabiana me avisó que la persona que tenía mis nervios de punta había llegado. Aún con el plato en las manos crucé el umbral para mirar a la chica que se había llevado mis horas de sueño con tan sólo un mensaje, lucía preciosa, por primera vez en los meses que llevaba admirándola su cuerpo modelaba un hermoso vestido, su color contrastaba perfectamente con aquel par de esmeraldas y su amplia sonrisa me tenía cautivado.

Un suspiro brotó de mis labios y una pequeña risa salió de los suyos.

—La mesa ocho está sólo para ustedes. —la voz de Fabiana me trajo de vuelta a la realidad, ella quitó el almuerzo de mis manos provocando que un quejido abandonara mi garganta. Moría de hambre, no había consumido nada en el desayuno.

—Traje el almuerzo de ambos. —repuso la voz de bellota con diversión. Fabiana asintió y sin esperar una afirmación de mi parte caminó hacia la trastienda.

Mi mirada siguió su caminar con el ceño fruncido hasta que una aclaración de garganta me hizo volver la vista al frente.

—¿Estabas mirándole el trasero a una anciana que podría ser tu abuela?

Duré cinco segundos entendiendo aquella pregunta, luego un confuso "¿qué?" salió de mis labios, poco después y cuando Jackie intentó abrir la boca grité horrorizado:

—¡No!

Ella río por mi reacción. Pequeña diablilla. Salí de mi lugar de trabajo y caminé con ella hasta la mesa que había elegido mi jefa para nosotros, no era que estuviera adornada de forma elegante, con velas, una botella de vino y demás, pero las otras mesas seguían siendo ocupadas por clientes que solían venir a almorzar al local, en esta el ruido no reinaba y la privacidad sí. Al menos un poco.

Dejando dos bolsas de papel sobre la superficie Jackeline tomó asiento frente a mi. Siguiendo sus mismas órdenes no retiré su silla ni permití que se sentara antes que yo, me parecía una falta de educación tal cosa pero ella insistió muchas veces el hecho de que yo no estaba tratando con la reina de Inglaterra. Pequeña tonta.

Ya estando sentados y con una sonrisa plasmada en sus labios me tendió una de las bolsas.

—Sándwiches de mucho jamón y queso. —comunicó a la vez que yo le daba un vistazo a la comida. ¿Acaso era la hora del desayuno aún? Con curiosidad subí mi rostro para observarla, su sonrisa no dejaba de crecer. —Hechos en casa y con mis propias manos. —presumió. Fue entonces que entendí su bonita sonrisa y una de loco enamorado se apoderó de mi rostro.

—Seguro están deliciosos. Gracias. —ella me apuró a tomar uno de ellos y comerlo, obediente a sus gestos saqué tres sándwiches de la bolsa y dejándolos frente a mi, sobre la bolsa, me dispuse a dar el primer mordisco. Era perfección siendo comida.

—Hmm. —saboreé el primer trozo que estaba dentro de mi boca, ella me miraba ansiosa, ni siquiera había sacado lo que ella comería y quise morirme. ¡Pero que descortés! Aún con la boca llena murmuré: —¿Tú no vas a comer?

—Oh. Por supuesto. —en un movimiento rápido sacó un sándwich de su bolsa y una manzana. Mi ceño se frunció.

—¿No comerás más nada? —negó con la cabeza sin quitar la sonrisa de su rostro.

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⏰ Última actualización: Jul 15, 2019 ⏰

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