Especial II: Jackie.

7 4 0
                                    

Capítulo dieciocho: Un desastre.
Jackeline.

Debo admitir que la reacción que obtuve tras mi aparición no fue ni un poco semejante a la que mi cerebro se encargó de imaginar, era demasiado dramática comparada a lo que se mostraba frente a mis ojos, no hubo la tensión esperada, los nervios, un empujón para separarse ni tampoco el típico "no es lo que parece" porque muy a mi pesar y aunque Amanda se pegó mucho más al cuerpo de Martin él no hizo más que rodar los ojos con diversión, ni siquiera hizo el manojo de querer apartarla. Y sólo eso daba mucho que pensar.

Mi corazón se estrujó cuando ella sonrió aún pegada a su cuerpo y él aún viéndome frente a él no se deshacía de su abrazo para venir hacia mi. Joder, dolía, como me dolía todo esto.

Es lo que le pasa a las idiotas que se escapan del internado sólo para explicarle al chico que le gusta que lo que vio a través de una pantalla no es lo que parece.

Estúpida, estúpida, estúpida.

No debí haber venido, además, en primer lugar, ¿por que demonios había venido? Nosotros no teníamos una relación verdadera y él parecía estar mucho más cómodo con ella que conmigo, definitivamente no debí venir.

—Disculpa. –murmuré apartando la vista de sus grisáceos ojos. Unos que ya me hacían falta, muchísima. —No debí haber venido, perdón. –después de eso huí como una cobarde.

Camino hacia las escaleras, comienzo a ascenderlas y al estar a la mitad de ellas escuchó una voz femenina llamarme, su voz pronunciando mi nombre sin un ápice de maldad.

—Cuñada, espera. –dice. Con el ceño fruncido giré a verla. —Necesitan hablar ustedes dos.

—¿Cuñada? –consulto confundida. —¿Acaso también estás con Evan? –gruñí.

—Sólo hablen. –ella se retira y luego vuelve con todos detrás de sí, jalando a Martin hasta tenerlo frente de ella, palmea su pecho dos veces y luego añade: —Nosotros nos vamos.

Todos la siguen hasta la puerta principal, esta es abierta y todos desaparecen detrás de ella.

Silencio.

Un pesado, incómodo y palpable silencio se instala entre nosotros, su incomodidad es notable y yo comienzo a sudar. No sé qué debería decir, no sé qué estará pensando ahora mismo de mí. Trago saliva cuando sus ojos chocan con los míos y siento mis piernas temblar cuando da un paso hacia mi.

Y luego dos, tres y cuatro...

Okay Jackie, es sólo un chico más, actúa normal, como si sólo lo vieras como un amigo...

Pero joder, no quiero que el dueño de esos ojos sólo sea mi amigo.

Trago en seco cuando sus pies suben el primero, segundo, tercer escalón y luego de algunos más llega a mi, se detiene justo uno debajo, ahora mismo parecemos de la misma estatura, sus labios quedando justo al frente de los míos. No puedo moverme.

—¿Que haces aquí, Jackie? –dice por primera vez, no hay dulzura ni suavidad en su voz pero tampoco llega a ser un tono agresivo. Sólo es curiosidad.

—Vi...vine a ha-hablar contigo. –pronuncio cuando encuentro mi voz, él arquea una ceja.

—¿Sólo viniste desde Canadá para hablar conmigo? –inquiere incrédulo, vuelvo a tragar y asiento. Es exactamente lo que había hecho. —¿Estás segura que no es algo más?

Estoy apunto de asentir con la cabeza cuando analizo su pregunta.

¿Estoy segura que no es algo más? ¿De verdad sólo vine a explicarle que Randall sólo es mi exnovio siendo un idiota? Por supuesto que sí, no pude haber venido a otra cosa.

—¿A que te refieres? –consulto con suspicacia.

—Pues, recién te has puesto celosa por verme abrazar a mi hermana y no creo que eso lo haga alguien que sólo te quiere como un novio falso para fastidiar a alguien. –habla tan de prisa que apenas y si alcanzo a procesar sus palabras, las horas de sueño perdido comenzando a pasarme sus facturas. —Además, ¿que pensó tu novio cuando le dijiste que vendrías sólo a hablar conmigo? –su voz sonó dura, hiriente y entendí su punto cuando utilizó aquel énfasis en la palabra "novio".

—Primero que todo, –hablé elevando mi mano para puntear varias veces su pecho con mi dedo índice mientras decía lo siguiente. —Randall no es mi novio, es mi ex y tú llamaste cuando acababa de decirle que dejara de molestar, me distraje hablándote y él aprovechó para hacer aquello, me quedé paralizada por sus palabras pero por nada más. –cada vez hundía un poco más mi dedo en su pecho. Que ni siquiera llevaba a hundirse, más bien se golpeaba contra una plataforma firme y dura.

—Lo que digas. –bufó. Hundí un poco más duro mi dedo junto con las palabras "estoy diciéndote la verdad" por dicho acto él tuvo un leve resbalón, por el cual lo llevó a coger mi cintura y por lo cual yo me vi inclinada hacia él, cogiendo el barandal de la escalera con mi mano libre para no caer escaleras abajo. Ahora sí estábamos muy cerca.

Mi corazón comenzó a palpitar muy fugaz y violentamente, temía que él pudiera escucharlo, no quería imaginar a otra persona burlarse de mi por gustarle tanto alguien. Dios, sería mi segunda vergüenza más grande. El latido de mi órgano fue aún más rápido cuando él no se alejó y en vez de eso viajaba su mirada a la mía y a mis labios, como si quisiera besarlos. Repetí sus movimientos y no sabía si él no deseaba pero yo ansiaba poder unir mis labios con los suyos.

—¿Y lo segundo? –murmuró con voz ronca y cuando volví mi vista a sus ojos él yacía observándome, su mirada volviéndose más profunda, oscura.

—No estaba celosa. –contesté. —¿Por que lo estaría?

—Exactamente, no deberías sentir celos de tu futura cuñada, creo poder repartir mi cariño entre mi hermana y tú. –cuando acabó de pronunciar aquellas palabras fue que terminé de caer de mi nube.

Él había dicho hermana. Mierda. Imposible. Ella no podía ser su hermana.

—¿Amanda es Charlotte? –él sólo asintió, mi mandíbula pareció tocar el suelo cuando lo hizo. Pero que putada de suerte yo tenía. Él reprimió una risa y me regaló una sonrisa ladina, entonces lo confesó.

—Estoy muriendo por besarte ahora mismo. –sentí que todo me palpitó, un sentimiento extraño instalándose en mi pecho y también como mis mejillas eran cubiertas por aquel tono carmesí que aparecía siempre que quería que no lo hiciera.

Mi respuesta no me sorprendió en lo absoluto, desde hace mucho quería que lo hiciera.

—Sinceramente estoy muriendo porque lo hagas. –inevitablemente mordí mis labios tras culminar aquellas palabras.

¿Por que no me sentía avergonzada?

El nacer de un deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora