Capítulo 20

2.6K 154 13
                                    

Narra Sebastian

Desde que ella se ha ido, siento un vacio, y también estoy preocupado. Pero no es momento para eso, hoy viene un importante invitado, percibo su presencia y abro la puerta inclinándome.

Sebastian: Bienvenido a el hogar de los Phamtonhive ¿Ha sido gustoso su viaje desde Transilvania?

Drácula: Ha sido incómodo, ya sabes que si estoy demasiado tiempo sentado mi cuerpo se pone rígido — dice quitando su capa y entregándomela al vuelo

Sebastian: Ahora mismo iremos a los aposentos del joven am... — no me deja terminar

Drácula: Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos, aparentas ser el mismo, pero tus ojos te delatan, acaso... ¿Has hecho un amigo?

Sebastian: No

Drácula: Algo pasó en este lapsus de tiempo

Sebastian: Conocí a una chica, y hasta donde sé, creo que estoy enamorado

Drácula: No puedes enamorarte de una mortal ¡Y lo sabes! — en ese momento en el que grita suena un trueno ¿Cómo lo hace? Yo quiero algo así

Sebastian: Lo que haga o deje de hacer, no tiene nada que ver contigo, tío — digo rompiendo su paciencia

Siento una fuerte bofetada en mi mejilla, tan fuerte como las recordaba, seguramente me hizo algo de sangre.

Drácula: ¡No vuelvas a desafiarme de ese modo! ¡Aunque seas mi sobrino no te lo consiento! ¡Y ahora, borraré todos tus sentimiento! Será posible, en estos último 200 años he tenido que borrártela dos veces por tus sentimientos hacia amigos, si hubieran seguido a tu lado hubieran muerto y hubiera sido peor ¡Todo esto lo hago pensando en ti! Además ¿Amor? ¡Es el colmo! No puedes enamorarte, solo te dedicas a intercambiar por un deseo esas valiosas almas

Sebastian: Sé que me harían débil, pero tiene que haber una solución para que ella pueda ser inmor... — vuelve a pegarme una cachetada en el mismo lugar y escupo algo de sangre

Drácula: ¡No te atrevas a mencionar esa palabra! ¡Ella no puede serlo! ¿¡Sabes lo que pasaría si se enterasen?!

Sebastian: Me arriesgaría — digo serio

Drácula: No lo harás — sus ojos se vuelven violeta y aunque trato de no mirarlos ya es tarde, los estoy mirando... Los míos también se vuelven violeta brillante — esa chica, no significa nada para ti, no es amiga ni es nadie para ti, tan solo trabaja contigo, tú no tienes amigos, no puedes sentir amistad o amor — contesta léntamente y con voz ronca

Sebastian: No... Significa nada para mí — repito, y acto seguido siendo un enorme vacío

Drácula: Pues bien, llévame dónde se encuentra tu pequeño amo, es hora de hablar de negocios

El viejo y eselto hombre desaparece de mi vista y me quedo esperando a la señorita que trabaja con nosotros, tras la charla con mi tío me siento más despejado y preparado para decirle que los demonios no tienen sentimientos, eso lo sabía desde antes pero por algún motivo no lo creía, que tonto he sido.

Al rato la joven llega dándome un gran abrazo y yo tan solo lo acepto, pero no olvido mi primer objetivo, tengo que decirle que sussentimientos no puedo corresponderlos.

Se lo digo y al parecer ella... No se lo toma demasiado bien pero, ¿Qué esperaba? Soy un maldito demonio y no puedo tener sentimientos, tampoco puedo sentir lástima al verla llorar pero mi corazón se hace pequeño y siento un fuerte pinchazo.

Luego se va y es como si hubiéramos pasado a pleno invierno y la nieve estuviera por toda la mansión, siento frío por todo mi cuerpo... Una sensación que no conocía entre sus brazos.

Voy a mi habitación, me ducho y me pongo otra camisa pero la misma chaqueta y pantalones, la verdad es que solo me he duchado para tratar de despejarme y que el calor volviera a mi cuerpo.

Bajo a la cocina con intenciones de preparar ese apestoso té que tanto le gusta al joven amo hecho de hiervas que quién sabe qué habrá pasado por encima...

Sebastian: Mierda... — digo negando con la cabeza — ¿Por qué estoy de tan mal humor? — aprieto mis manos y meto la mano en mi bolsillo para mirar la hora pero en cambio me encuentro con algo blandito, no puedo saber si es suave o áspero debido a los guantes — ¿Un pañuelo? — me pregunto a mí mismo mientras lo saco

Termino de sacar aquel trozo de tela y al verlo muerdo mi labio inferior y mis ojos escuecen por las lágrimas acumuladas, varias caen con delicadeza por mi rostro terminando en mi barbilla y más tarde cayendo sobre ese preciado tesoro.

Siento que alguien me observa, pero ya me da igual... No sé por qué este simple trapo me da nostalgia, no recuerdo qué es ni de quién pero nada más verlo mi corazón se sintió desfallecer...

Sebastian: Yu... i — susurro entre lágrimas al recordar a la dueña de este trozo de tela

Sentimientos prohibidos [Sebastian Michaelis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora