01. El no ser capaz

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Desde que nací me educaron para ser el mejor Omega que un Alfa pudiera tener; Gentil, tranquilo, sumiso, listo para ser el ama de casa y, por sobre todo, un buen padre.

En esta época lo más importante no era si eras el más inteligente, talentoso o si tuvieras el poder para hacer lo que tú quieras. Aquí lo esencial era si eras capaz de tener descendientes. Pues claro, ¿Qué importaba todo el esfuerzo que hiciste para ser el mejor si al final vas a morir y no tener a quién heredarlo?

Esos eran los pensamientos en esos tiempos.

Desgraciadamente, yo nací en esos días y mi mente había sido entrenada para cumplir con mi segundo género:

Omega.

Hecho para parir, para dar hijos a mi futuro Alfa y cuidar de él y nuestros cachorros para continúen con nuestro legado.

Suena horrible, ¿no? Ahora si alguien me hubiera dicho que iba a nacer para ese final preferiría estar muerto, pero cuando yo tenía seis años era algo que deseaba con todo mi ser.

Más cuando conocí a mi futuro esposo.

—Erin, él es Lenya Harris, tu futuro Alfa y esposo —dijo mi madre al presentarme a un chico de ocho años, vestía un traje azul oscuro y su mirada era queda, como si no pensara en absolutamente nada —. Trátalo bien.

Asentí sin más. Lenya pegó su mirada en mí y frunció débilmente sus labios. En esos momentos no entendía el porqué de mis sentimientos, pero si ahora me preguntaran qué sentí cuando conocí a ese chico fue nada más que miedo y emoción.

Mi futuro Alfa.

Me seguí esforzando para ser el mejor Omega, para ser el esposo perfecto para Lenya cuando creciéramos. Al cumplir mis quince años mi madre me felicitó por lo que había llegado a ser y que estaba muy emocionada para que llegara el día de mi unión con mi Alfa.

La verdad, es que estaba más emocionada por lo que causaría mi unión con ese chico.

Mi familia desde hace bastantes años se había convertido en la típica prestigiada, con poder y renombre. Los Garrelson. Y nada los emocionaba con tantas ganas como una unión. La posibilidad de unir familias con poder para hacerlos cada vez más imparables es algo que disfrutaban sin dudas.

Unirme con los Harris los hacían ver como unas serpientes.

Hasta que ese día llegó. Lenya había cumplido sus dieciocho años y se había convertido en un Alfa honorable. Cuando lo volví a ver volví a sentir miedo y esa emoción revolviéndose en mis entrañas. Su mirada volvía a inspeccionarme y yo no podía evitar sentirme intimidado, ¿Y cómo no iba a hacerlo? Su altura doblegaba sin dudas la mía. El ancho de su espalda, sus ojos serios y ese traje lo hacía ver tan...

¿De verdad él iba a ser mi Alfa?

Nos casamos y durante toda la fiesta él no me dirigió la palabra.

Eso solo me hacía desear que todo acabara, pero tenía que ser fuerte. Por mí, por los Garrelson.

Al concluir la fiesta Lenya y yo fuimos desplazados a lo que sería nuestro hogar; Una gran mansión como regalo de nuestros padres, aunque, la verdad, era un poco más pequeña que las de mis progenitores y la de Lenya.

—Ah, ¿Necesitas algo? ¿O solo quieres descansar? —Le pregunté a Lenya cuando llegamos a nuestro cuarto.

Él simplemente se quitó el saco y procedió a desatar el nudo de su corbata.

—¿Cuándo será tu próximo celo? —preguntó él de vuelta sin dirigirme su mirada.

Me sentí incómodo ante su pregunta y bajé mi vista al suelo.

Almas perdidasWhere stories live. Discover now