13. Pez gordo

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A la mañana siguiente me desperté ante el sonido de la ducha y el frío. Seguía recostado en la cama de Wade, encontrándome más que rodeado ante su esencia, por lo que mi Omega suspiró gustoso.

Esperé hasta que el castaño saliese del baño para poder recibirlo con toda la calidez que me fuera posible.

—Buenos días—saludé al verlo con su traje y su cabello húmedo. Me seguía costando reconocerlo en ese estado, pero su naciente sonrisa tranquilizó.

—Buenos días—contestó, terminado de arreglar sus ropas—. ¿Dormiste bien?

Me acomodé, usando la palma de mi mano para apoyar mi rostro.

—De maravilla.

Wade se quedó quieto en su lugar sin quitarme su mirada de encima, causándome más que unas mariposas en mi estómago. Me encantaba la forma en que sus ojos expresaban todo el cariño que sentía, era como si no fuera necesario nuestro lazo para comprenderlo.

—¿Ya tienes que irte? —pregunté. Mi Alfa titubeó, pero no tardó en volver a formar una simple sonrisa y acercarse a mí, hasta tenerlo casi encima.

—Sí, aún tengo que remediar unos casos—respondió—, pero al verte aquí, en mi cama, me está siendo difícil irme.

Sonreí, alzando mis manos hacia él para poder acercar su rostro y besar esos labios que tanto me gustaban.

—Y a mí me está siendo difícil dejarte ir.

Volví a besarlo. Sus ojos seguían abrazando los míos bajo esa cálida luz, hasta que suspiró con evidente cansancio y se alejó de mí e inconscientemente intenté detenerlo sentándome en la cama. Pude notar como esa calidez era cubierta por una gruesa capa de seriedad y frialdad.

—No tardaré, ¿bien?

El Alfa se giró, encaminándose hacia la salida de la puerta y retirándose en silencio.

Silencio.

Un amargo sabor me invadió la boca y me dejé caer.

Nuevamente había sido testigo de sus cambios, había sido tan rápido que no alcancé ni a reaccionar a tiempo para interferir. De alguna forma, el simple hecho de verlo tan cálido y de la nada tan cerrado, me hizo volver a la realidad.

Wade aún no me perdonaba del todo, ¿verdad?

Miré el techo de la habitación y luego sus alrededores. Aquí es donde probablemente Wade creció, donde de a poco empezó su formación como próxima cabecilla de la familia, ¿cómo sería esa sensación? El de tener el poder de varias generaciones anteriores tocando tu hombro.

Y Wade estuvo a punto de destruirlo por un momento.

Pero las cosas habían cambiado, ahora Wade ya no era la última generación de los Dorrance, era Nirelle, nuestra hija. Era muy probable que poco a poco ella se convierta en un claro ejemplo del poder de esta familia.

No sabía cómo sentirme al respecto.

¿Nirelle estaría dispuesta a hacerse cargo de todo ese poder cuando sea el momento? ¿de tomar todas las obligaciones que eso conllevara? Matrimonios arreglados, cargos importantes, hijos para asegurar las futuras generaciones. Negué suavemente, no quería pensar en ello. Ahora tengo más cosas que resolver antes de pensar en algo que ocurría en varios años más.

Me levanté de la cama y tomé mis ropas del suelo para poder vestirme e irme a mi habitación. Estoy seguro de que el Doctor Becher debe estar preocupado por mi ausencia.


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Almas perdidasWhere stories live. Discover now