06. Perdido

1K 161 22
                                    

Me pesaba el corazón.

Aún podía oír a Wade al otro lado de la puerta. Parecía dudar, ¿de qué? Pero al paso de los segundos se alejó. Fue en ese momento que mi corazón se relajó un poco.

Solo un poco.

Respira.

Cálmate.

Todo estará bien.

Suspiré agotado. Mi cuerpo había reaccionado de una forma tan extraña ante la idea de que Wade fuera mi Alfa, que mi mente no dejaba de estar en las nubes. Era muy, muy, inquietante.

Tienes un excelente Alfa, joven. Le felicito.

Escondí mi rostro entre mis brazos sin moverme de mi lugar.

—No es mío, no es mío—murmuré entre dientes—. Él no es mi Alfa.

Y tampoco lo necesitaba. Había tenido más que suficiente con el haber sido Omega de Lenya. Yo... estaba más que cansado de la idea de que estar obligado, destinado de alguna forma, a pertenecer a alguien y servirle de por vida.

No lo necesitaba.

Alcé mi vista hacia el techo y volví a suspirar con profundidad. Debía relajarme y volver a tener el control de mi cuerpo, de mi corazón acelerado y el calor indudable de mis mejillas.

¿Calor?

Me mantuve en silencio, ¿este calor no había durado mucho? Observé mi calendario; me encontraba en la semana de mi celo. Agradecí mentalmente que Wade ya no se encontraba cerca.

Maldición, lo había olvidado.

Reuní las pocas fuerzas que tenía para levantarme del suelo y encaminarme a la cocina para guardar las compras que había hecho. Debía tener todo bajo control antes de que perdiera la cordura.

—Maldición—murmuré.

Me dejé caer en la cama cuando había acabado. Y, como era de esperar, mi cama estaba más que fría. Me deslicé entre las sábanas y me cubrí como si fuera un niño ante la presencia de monstruos.

Aún faltaba para que mi celo tomara fuerzas, así que me concentré en relajarme y mantenerme cuerdo.

Un lienzo en blanco.

Mi estómago cosquilleó. Con suavidad dirigí mi mano hacia mi vientre y lo acaricié. Me causaba una sensación extraña, pero placentera al sentir un poco de calidez.

Estaba agotado. No pasó mucho hasta que me quedé dormido por completo.


. . .


—Joven Lenya, que agradable sorpresa tenerlo de vuelta.

Mi corazón se sobresaltó, ¿Lenya se encontraba en mi casa? Miré fijamente a mi hermana menor que se encontraba frente a mí, en el otro lado de la mesa, y me apresuré a tomar un lugar junto a mi madre, cercana a la puerta del comedor.

Lenya estaba ahí.

—Un gusto—contestó con serenidad hacia mi madre para luego pegar su vista en mí:—. Erin.

Lenya y yo teníamos catorce y trece años en ese instante.

—Lenya—respondí con timidez, sintiendo como mi estómago se revolvía por los nervios.

Desde que tengo uso de memoria Lenya siempre había causado nerviosismo en mí. No podía con su simple presencia, con el aura que lo rodeaba. Simplemente me era inquietante.

Almas perdidasWhere stories live. Discover now