10. Alfa y Omega

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—¿Erin?

Desperté de mi sueño al escuchar la voz de Wade llamándome. Al abrir los ojos me encontré recostado en el sofá en posición fetal, ¿me había quedado dormido después de llegar del trabajo? No lo recordaba.

Wade dejó su chaqueta en el suelo y caminó hacia mí, arrodillándose.

Aún me seguía pareciendo un sueño el poder despertar y encontrar esta clase de Alfa conviviendo conmigo. Sentía que solo habían pasados horas desde que decidimos vivir juntos en mi casa, pero ya llevábamos cinco meses.

El tiempo de verdad pasaba volando.

—Hola—contesté soñoliento—¿acabas de llegar?

—Sí, estuve ayudando al anciano de la otra vez—me respondió con una alegre sonrisa.

Me reí ante el recuerdo de la voz de ese anciano felicitándome por tener a Wade, ahora sí que podía decir que tenía ese privilegio.

—Ah, ese loco—dije, intentando sentarme—. Cielos, no recuerdo haberme quedado dormido.

—Debías estar muy cansado, ¿no crees? —decía para luego acercarse a mí y besar mi mejilla—¿Trajiste algo de la pastelería?

—Claro que sí—asentí—. Traje de esos pastelillos que tanto te gustan.

—¡Qué bien! —celebró, levantándose del suelo y dirigiéndose a la cocina—¡Estaba tan antojado!

Me reí.

Cuando Wade terminó de comer soltó un largo suspiro de satisfacción, colocando sus manos sobre su estómago.

—¡Estoy llenísimo! —soltó y yo me volví a reír ante sus reacciones—. Adoro que trabajes en una pastelería, aunque ahora pienso que terminaré como todo un gordo si seguimos así...

—¿Tú, un gordo? —pregunté, intentando imaginarlo con un enorme estómago—. Eso sería imposible. Pase lo que pase no consigo que engordes o subas algún kilo, pues sigues con ese cuerpo de ensueño.

Wade sonrió.

—No me molestaría engordar, en realidad. Menos si es tu comida.

—¿Y yo? —pregunté, acercándome a él— ¿me seguirías queriendo si estuviera gordito?

Los ojos de Wade volvieron a brillar sin quitarme la vista de encima.

—Eres tú, no me molestaría para nada—respondió.

Lo adoraba.

Entre una sonrisa juguetona antes sus palabras, mordí mi labio inferior. Me acerqué a la mesa corriendo el plato vacío que había dejado y me senté en ella, abriendo mis piernas hacia él.

—Bueno, al parecer ya hice mi trabajo llenándote, ¿por qué ahora tú no me llenas a mí?

Wade limpió su labio inferior con su pulgar y se inclinó hacia mí, colocando sus manos sobre mis piernas.

—Sería un placer—murmuró antes de besarme.

Su boca era un paraíso dulce; el sabor de los pastelillos se había mezclado con el suyo, por lo que exploté en una especie de éxtasis. Mi mano se encontraba acariciando su mentón mientras que la otra la usaba para apoyarme en la mesa.

Me encantaba.

Sentí sus manos juguetear el botón de mi pantalón para poder buscar mi creciente erección. Suspiré ante su tacto.

—Me gusta tu boca—Le dije con voz lasciva—. Has aprendido bien cómo usarla.

—La experiencia hace al experto, ¿no? —me preguntó para luego sonreírme malicioso: —. Además, ¿cómo no iba a hacerlo contigo como maestro?

Almas perdidasWhere stories live. Discover now