CAPÍTULO 2

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Un buen rato en la biblioteca la relajó. Por suerte era uno de esos días en los que se podía trabajar tranquilamente. A ratos se podían oír los gritos alocados de los rebeldes, pero podía con eso y más. Estaba segura.

O así lo creía hasta que los de fuera, entraron.

- ¡Vamos todo el mundo! ¡A la calle! ¡Salid, joder! ¡Vamos! -definitivamente, el silencio que había reinado durante tantas horas se había roto por completo. La entrada de aquellos alborotadores de espacios públicos había hecho que todo aquel que intentaba trabajar en calma, levantara la cabeza para ver a los recién llegados- Son las 11:30. ¡Todo el mundo a la manifestación!

Y una mierda. No iba a pasar por ello.

Entendía que hicieran las huelgas que quisieran mientras no le impidieran prosperar ni a ella ni a sus planes de futuro. Pero una manifestación a la que, por lo visto, estaban prácticamente obligándola a asistir... No le parecían las formas adecuadas.

Ni mucho menos.

Algunos de los bárbaros habían empezado a tirar las cosas que tenía la bibliotecaria de turno en la mesa por todas partes. Inés estaba segura que si hubiera habido un portátil o alguna clase de tecnología moderna, tampoco hubieran tenido miramientos. Sabía que esos eran capaces de hacer cosas así y más.

El que había entrado gritando e iba mesa por mesa intentando convencer (aunque era más una imposición que una opción) a todos para que se unieran. Cuando llegó a la morena, esta supo que aquella tranquilidad que había tenido minutos antes ya se había fugado definitivamente, así que decidió que no se lo iba a poner fácil.

- Venga, tú también te vienes -dijo el chico. Por el lazo amarillo que lucía con tanto orgullo supo en seguida que era uno de esos. Un golpista.

- La verdad es que no. Yo prefiero quedarme estudiando aquí. En silencio. Para eso existen las bibliotecas.

El chico no se tomó bien esa clase de arrogancia. Su sonrisa pasó de ser chulesca a una mueca de desagrado. Sus ojos también se habían tornado mucho más serios.

- ¿Qué?

- Que si queréis ser incívicos, id a otro lado. -ya se había empezado a formar un pequeño corro al rededor de ellos de gente curiosa que quería saber cómo terminaría ese enfrentamiento.

- Rufián, déjala -una voz surgió de entre ese pequeño gentío. La chica dela cafetería-. Mírala, no encajaría en una manifestación. No es sitio para gente como ella.

- ¿Gente como ella? -la atención del chico ya se había centrado en su amiga completamente- Por gente como ella nosotros perdemos nuestro derecho a huelga. No es justo.

- Tú lo has dicho. "Derecho" a huelga. No obligación. Además... La huelga la está haciendo. A su modo, pero no está en clase. Si no va a la manifestación tampoco va a pasar nada.

- Irene...

- Se está haciendo tarde. No vamos a perder el tiempo porque una niña rica no quiera unirse a la revolución.

El chico bufó. Sabía que tenía razón y que era una estupidez ponerse así porque una persona no fuera a la manifestación. Mucha gente lo hacía. Muchos aprovechaban días como esos para quedarse en casa y jugar con la play.

Y no iban llamando casa por casa para que se unieran a sus gritos.

Eso se lo dejaban a los Testigos de Jehová.

- ¡Está bien, vámonos! ¡No hay tiempo que perder! -ese tal "Rufián" (para ser sinceros, Inés no sabía si eso era un mote o su nombre real) se giró hacia los demás y con la misma energía destructiva con la que habían llegado, se fueron todos.

La biblioteca había quedado casi vacía a excepción de unas cuantas almas menos... alteradas.

Quizá había sido un error ir a la universidad. Quizá todo hubiese ido mejor quedándose en casa directamente. Las cosas ahí a veces eran complicadas, pero en ese instante no había comedia posible que le alegrara el día de mierda que estaba teniendo.


Y solo eran las 12 del mediodía...


Que largo iba a ser todo.

(Creo que voy) Perdiendo facultadesWhere stories live. Discover now