CAPÍTULO 4

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Inés había conocido a los padres de Xavi antes incluso de empezar a salir. La relación que la unía a ellos era prácticamente de sangre. Los consideraba como sus segundos padres y no creía que hubiera nada malo en ello. Así que si la comida familiar se iba a celebrar con más gente como ellos, seguro que no habría ninguna clase de problemas.

Para qué negarlo, le había costado dormir aquella noche. La presión de quedar bien con todo el mundo siempre era presente. Era algo con lo que lidiaba desde pequeña. Ser la menor de 5 hijos te obliga a intentar sobresalir de algún modo u otro para ser vista, y, en su caso, no había sido para menos.

La timidez no la había ayudado mucho a ser la hija perfecta que su padre esperaba de ella (y ya ni hablemos de su época en el equipo de fútbol femenino). Sus hermanos parecían hacerlo todo bien y ella solamente quería pasárselo bien.

Pero al parecer su misión en la vida no podía ser disfrutar. Tenía que destacar. Era una obligación vital.

Entre la comparación continua con sus hermanos y ciertos cuchicheos que empezaban a ser populares entre las vecinas del barrio debió abandonar sus tiempos más felices para madurar y convertirse en una digna descendiente de los Arrimadas.

- ¡Por fin habéis llegado! ¡Os estábamos esperando! -la puerta de la casa que tenían frente a ellos se había abierto de par en par para dejara simple vista una mujer de mediana edad, algo bajita y rubia.- Podéis ir pasando si queréis, están todos fuera.

Entraron haciendo caso a la mujer, dirigiéndose hacia la parte trasera de la casa con una confianza desbordante. Si no hubiera sabido que no era el caso, hubiera pensado que tanto su novio como los padres de este vivían en esa casa.

- Espera un momento, jovencita... -la frenó la mujer que les había abierto la puerta. Miró hacia Xavi para pedir ayuda, no necesitaba quedarse sola con la familia de este sin conocerlos a penas, pero este ya se había ido- ¿Supongo que tú eres Inés, verdad? -la chica necesitó respirar un par de veces antes de asentir lentamente. Había algo en esa mujer que le daba mala espina pero se disipó rápidamente con la sonrisa que le dedicó y el breve abrazo que lo siguió- ¡No sabes cuánto hemos oído hablar sobre ti! Teníamos muchas ganas de conocerte. Yo soy María José. ¡Bienvenida a mi casa! Espero que te encuentres muy a gusto con todos nosotros hoy.

Inés volvió a asentir, algo conmocionada por la situación acabada de vivir. Tanta energía positiva le provocaba indigestión aunque poco a poco se había acostumbrado a la falsedad de los ricos. Qué diablos, era un arte que hasta dominaba.

Reemprendió su paseo hacia el patio. No le costó mucho encontrar el camino pues las voces de los asistentes la guiaban. Aún así, se tomó con calma el viaje. Le encantaba mirar detalladamente las casas de los demás. Tenía la teoría de que se podía conocer perfectamente a la familia que vivía en una casa por la decoración de esta.

La casa de los Rivera desprendía elegancia pero no una elegancia real. Se notaba que solo les preocupaba puramente la apariencia y que se esforzaban demasiado en aparentar aquello que no eran. Alguien les debía decir que gastarse dinero no era igual a ser elegante, pero no iba a ser ella la que lo hiciera.

No todavía, al menos.

A pesar de que la comida no había sido específicamente planeada como formal, al llegar al patio no pudo evitar darse cuenta de que todo el mundo llevaba sus mejores ropas para impresionar. Ya veía cómo iban a ir las cosas y no le importaba para nada. Las cosas eran mejor para ella cuando todo se basaba en quedar bien. Había sido criada para ello.

Todo el mundo parecía querer dar la mejor impresión de ellos mismos. Las mejores ropas, la mejor postura hasta el mejor tono de voz. Bueno, todos menos...

- Solo digo que si quisiéramos que España se convirtiera en un país laico, lo que deberíamos hacer es dejar de bautizar a los niños cuando no tienen ni uso de la razón. Solo lo hacemos por cultura. Una cultura supremacista y machista basada en unos estigmas puramente heteropatriarcales.

No. Podía. Ser.

- ¡Cariño! ¿Dónde te habías quedado? -Xavi se había acercado a ella en ese segundo de incredulidad-

- Tu... -Inés se tuvo que centrar para poder contestarle adecuadamente- Tu tía, que quería presentarse y darme la bienvenida formalmente.

- Es una mujer maravillosa. Seguro que ya te adora.

- Oye... -con esto frenó el beso que estaba a punto de darle su novio- ¿Porqué está aquí esa?

- ¿Esa? -ambos dirigieron la mirada hacia aquella rebelde: él lleno de disgusto y ella sintiendo plena curiosidad- Es mi prima. Se llama...

- Irene. -lo cortó Inés. No sabía por qué, pero se acordaba perfectamente de su nombre.

- ¿La conoces?

-Xavi... Esa es la gilipollas del café.


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A/N: Pues nada, ¡muy buenas de nuevo! Sé que este capítulo ha sido un poco de relleno pero era para situar un poco la situación antes de lo que todo el mundo sabe que va a venir :)

Muchas gracias a todo el mundo por leer mi historia y por el apoyo tan positivo que le estáis dando. ¡No olvidéis decirme qué os parece la historia, comentar y compartir esto con todxs aquellxs que creáis que lo pueden disfrutar!

¡Ale, pues adéu!

(Creo que voy) Perdiendo facultadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora