CAPÍTULO 12

172 13 18
                                    


 - No. No, no, no... Ha sido una estupidez. No debería haber dicho eso.

Irene no había reaccionado todavía ante aquella noticia que acababa de soltar Inés cuando esta última ya se estaba arrepintiendo de sus palabras. Técnicamente sí había reaccionado. Mentalmente. No había exteriorizado nada. Esas situaciones siempre le habían resultado muy complicadas.

No podía negar que se alegraba por aquella decisión. Cada vez que pasaba más tiempo con aquella chica, Irene no entendía qué hacía esta con su primo. Le parecía imposible de entender.

Claro que comprendía que las apariencias siempre han sido algo muy necesario en la clase social medio-alta, pero no entendía por qué no se podían mantener las apariencias con gente que fuera más... decente.

¿Sería porque no había gente decente en esos ambientes? A veces hasta ella misma dudaba serlo.

- No puedes soltar una bomba así y echarte para atrás al segundo.

- He hablado de más. Ni siquiera quería decir eso.

- Pues a mi me ha parecido bastante premeditado...

- ¡Estoy diciendo que olvides lo que he dicho y punto, Irene!

El silencio volvió a reinar en la cocina. Inés aprovechó aquel momento para terminarse su macchiato. Irene simplemente la miraba de reojo, pensando que estaba siendo muy disimulada pero fallando en el intento.

Debería saber, por experiencia, que cuando Inés se enfurecía de ese modo, debía dejarla respirar. Tampoco es que se hubieran cabreado una cantidad excesiva de veces, pero solo hacía falta ver que, hasta a simple vista, era una mujer con carácter.

Y eso estaba genial.

Solía decirle que aquel carácter, aquella fuerza, era algo que la caracterizaba. Que aquel ímpetu por hacerse respetar no lo tenía cualquiera y que era algo que admiraba de ella, pero cuando se volvía en su contra... A quién iba a engañar. Aquel carácter le parecía admirable hasta en aquellos momentos.

- Está bien, está bien. No insistiré. Pero sabes que si necesitas hablar de ello...

- Lo sé. Y gracias -esta vez sus palabras no venían llenas de furia. Ni siquiera había alzado la voz. Sonreía tímidamente aunque no se atrevía a mirar todavía a la chica-. Y lo siento por...

- No hace falta que te disculpes -Irene sí miraba directamente a Inés, aunque esta última no se diera cuenta-. Entiendo que todo esto es muy estresante. Siempre queremos tirar la casa por la ventana cuando empiezan los exámenes de fin de curso. Es nuestra manera de lidiar con los problemas.

- Eso no excusa mi actitud. No debería haber alzado la voz.

- Pues a mi me parece que has estado genial.

- ¿Qué dices tu ahora...? -su sonrisa cada vez se iba haciendo más grande, igual que sus ganas por rodar los ojos.

- A ver. ¿En ese momento has tenido ganas de gritar?

- Sí, pero...

- ¿Has necesitado desfogarte de ese modo?

- Sí, pero...

- Y lo más importante. ¿Te has sentido bien al explotar?

- Sí -a esas alturas ya estaba mirando fijamente a los ojos de la chica.

- Pues entonces me alegra haber estado aquí para que pudieras soltar todo ese lastre que estabas cargando.

Hubo otro silencio, aunque esta vez fue mucho menos incómodo. Intercambiaban miradas breves, mezcladas con sonrisas no tan disimuladas. No hacía falta que exteriorizaran lo que pasaba por sus cabezas porque podían leer en la otra lo que sus mentes no habían procesado todavía.

(Creo que voy) Perdiendo facultadesWhere stories live. Discover now