6. Malditos Calvin Klein

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A Tom nunca le molestó que otros hombres se interesaran por ti; las miradas golosas, las insinuaciones subidas de tono, los acercamientos indebidos... siempre y cuando a ti tampoco te molestaran, claro. Y supieras cómo hacerles frente, por supuesto.

Por eso, estabas tan extrañada al verlo de mal humor en el camerino.

—Ya te lo he dicho mil veces —te quejaste, saliendo de detrás del biombo con una fina bata de satén—, ¡es sólo una sesión de fotos!

Él resopló y se cruzó de brazos, escaneándote con el rabillo del ojo incluso cuando lo que quería era olvidar para qué estabais allí.

—Claro, una sesión de fotos con Shawn Mendes para Calvin Klein, ¡y encima quieres que me quede tranquilo!

Te llevaste una mano a la frente, bufando. Estabas tan acostumbrada a la personalidad relajada y confiada de tu novio que no sabías cómo manejarlo ahora que estaba celoso.

—No voy a dejar de hacerlo sólo porque de repente se te hayan cruzado los cables —dijiste con genio, caminando a grandes pasos hacia el tocador.

—Pero, ¿¡tú te estás oyendo!? ¡Cómo voy a estar de acuerdo con que poses semidesnuda al lado del maldito Shawn Mendes! ¿He repetido lo suficiente Shawn Mendes? Porque no sé si te ha quedado claro.

El golpe seco que diste contra la mesa  lo hizo callar.

Te viraste hacia él, y parecía que te salía fuego por los ojos, incluso cuando lo que de verdad estaba a punto de salir eran lágrimas. ¿Quién se creía que era?

—Fuera —musitaste, lo suficientemente fuerte como para recibir de su parte una expresión de incredulidad—. Ahora mismo no quiero verte el pelo, ¡lárgate!

Se levantó dispuesto a avanzar hacia ti, para arreglar de alguna manera aquel desastre y poder seguir tan felices como las anteriores meses.

La ira te nacía en las entrañas y recorría cada una de tus extremidades, como una corriente eléctrica dispuesta a chamuscarte las yemas de los dedos si no hacías algo, si no intervenías. Y fue entonces cuando cometiste una de las acciones que lamentarías profundamente durante mucho tiempo.

El empujón que le diste, tan inesperado para ambos, lo hizo caer con un golpe seco al suelo, y aunque en seguida las consecuencias comenzaron a hacer mella en tu consciencia, no cambiaste de actitud.

A lo hecho pecho, ¿no?

—He dicho que te marches —rugiste de nuevo, dándole la espalda para quedar frente al espejo del tocador.

Tras unos segundos que duraron eternidades, lo viste levantarse con lentitud, agachando la cabeza, derrotado.

Te mordiste la lengua. No podías dejar que los novios interfirieran en tu carrera; habías mantenido esa promesa desde el día en que llegó Luka, el primero, y la mantendrías hasta el mismísimo final.

Tus sueños van por delante.

Además, te enfurecía que no confiara en ti.

—¿Sabes? —llamó tu atención desde la puerta, y lo miraste desde el reflejo en el espejo. Había palidecido, y un halo rojo le rodeaba los ojos—. Realmente deseaba que pudiéramos lograr grandes cosas juntos, pero ya veo cuales son tus prioridades. Aún así, espero que consigas lo que te propones.

Y se fue, dejándote con la cabeza humeante y los ojos encharcados. Pero era lo correcto, ¿no? Era lo que tenía que terminar pasando.

Resoplaste y te diste una palmadita en la cara, disipando el malestar para poder salir radiante en las fotos. No podías permitirte ningún  contratiempo, así que decidiste no darle demasiadas vueltas.

Por eso, cuando intentaste recuperar lo que habías perdido, ya era demasiado tarde.

Por eso, cuando intentaste recuperar lo que habías perdido, ya era demasiado tarde

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Tom Holland (One-shots/Imagines)Where stories live. Discover now