3. Ataque de nervios

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Advertencia: creo que ninguna. (Dios amo esa foto).

—No puedo —le dije, soltando todo el aire que había estado conteniendo.

Zendaya resopló, mientras me recolocaba los bajos del vestido.

—Te has metido en trajes más apretados, tía. Tan solo imagina que tu personaje favorito acaba de caerse al agua y mantén la respiración hasta que salga —me alentó, volviendo a colocarse en posición para ajustarme el corsé.

Alcé los brazos y me di la vuelta para impedir que me tocara. Cambió su expresión confundida por una de incredulidad al verme el semblante.

—Oh, no te referías al vestido. (

Me derrumbé sobre el diván mientras lloraba desconsoladamente, como la típica princesa Disney, solo que yo no tenía un hada madrina; yo tenía una trastornada y espontánea dama de honor sin pelos en la lengua.

Me derrumbé sobre el diván mientras lloraba desconsoladamente, como la típica princesa Disney, solo que yo no tenía un hada madrina; yo tenía una trastornada y espontánea dama de honor sin pelos en la lengua

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—Tu boda es en tres horas, ¡no tenemos tiempo para una crisis ahora! —me riñó.

Se me aceleró el ritmo cardíaco, y comencé a hiperventilar. Ve que me va a dar un ataque y lo que hace es recordarme el motivo de mis nervios, ¡genial!

—Da gracias porque aún no llevo maquillaje —bufé, sacándole una carcajada.

Me abalancé sobre ella en el momento en que tomó asiento, descargando toda mi ansiedad sobre su chaqueta de mezclilla. Dejó escapar un suspiro mientras me daba suaves golpes acompasados en el hombro.

—Es normal estar nerviosa, pero no por nervios vas a arruinar un día tan espe-

—¿Y si no funciona? —la corté, llevándome las manos a la cabeza—. ¿Y si resulta que no somos tan buena pareja como creía? ¿Y si se aburre de mí? ¿Y si me deja plantada con un bebé en camino? ¡No podría soportarlo!

Mi amiga clavó en mí sus ojos oscuros y me agarró por los hombros con fuerza.

—¿Estás embarazada?

Me atraganté con mis propios mocos.

—¡No, loca! ¿Por qué? ¿El vestido me hace barriga?

—¿Estás segura de que soy yo la loca aquí? —arqueó una ceja mientras me abandonaba junto a un cojín para prepararme una tila.

Yo abracé mi peluche de oso, enterrando en él la cara para sosegarme con su olor; me lo había regalado Tom cuando fuimos a la feria, de uno de los puestos de "tira la pirámide de botellas" ( tuvo que sobornar al tendero para que lo dejara ganar). Se me erizó el vello de la nuca al notar su colonia, lo que me provocó una sonrisa de tonta enamorada.

En contra de mi voluntad, tal vez porque estaba demasiado embobada, mi amiga me levantó y continuó su tarea de ajustarme el corsé, mientras yo daba pequeños sorbos a la infusión.

Tom Holland (One-shots/Imagines)Where stories live. Discover now