1. Aitana

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La chica corría sin rumbo, presa del miedo. Sabía que si seguía corriendo en esa dirección, acabaría en un matadero humano. Presa de su perseguidor. Ese matadero consistía en un pequeño callejón sin salida, como si se hallase en una jaula a miles de kilómetros por debajo del mar.

Decidió esconderse en un hueco existente entre dos coches aparcados en ese lugar.
De pronto lo oyó:
-Tanaaa sé que estás aquí. De nada te vale esconderte si sabes que te encuentro siempre.

Dicho esto, la chica pudo reconocer las pisadas a escasos metros de su escondite.

-Te pillé. Que sea la última vez, porque como lo vuelvas a hacer te juro que te mataré. Total, nadie se dará cuenta, eres más invisible que un fantasma. Y más con ese cuerpo tan menudo.

Sintió unos dedos aprisionando su brazo derecho, muy cerca del codo.
Unos empujones más y su visión se empieza a nublar.

Martes, 03:20 am

Aitana se despierta de un susto. No se extraña, lleva semanas sin poder dormir desde que se armó de valor y dejó a su novio, Mark.

Después de muchas idas y venidas, se decidió a hacerlo. Pero no por ello dejaba de doler. No su marcha, sino el vacío que le dejaban los agonizantes recuerdos que compartía con él.

Y no por el sentido bueno.

Necesitaba despejarse, por lo que salió a la pequeña terraza que compartía con su hermano Adrián.

En parte echaba en falta aquellas noches en las que, como tantas veces, se despertaba después de una pesadilla, y su hermano aparecía para calmarla y mirar el cielo estrellado.

Flashback (dos años atrás)

- Adri, ¿me prometes una cosa? - rompió ella el silencio en medio de uno de los típicos silencios que se formaban en aquella terraza.

- Lo que sea, enana - Ahora era él quien miraba a los ojos de su hermana.

- ¿Me prometes que nunca vas a dejarme sola?

- Te lo prometo - Adrián hizo un gesto de promesa alargando su dedo meñique provocando una risilla en Aitana.

Fin del flashback

Sonrió. Definitivamente su hermano era el bien más preciado en su vida.

Miró el cielo. No se veían apenas las estrellas.

Aitana respiró hondo y divisó la maleta a través del cristal de su habitación. ¿Tanto iba a echar en falta ese lugar?

De pequeña, siempre soñó con vivir en otra ciudad, lejos de todas las personas que le hacían la vida imposible.

Pero se arrepentía al ver la sonrisa apaciguadora de su hermano cada noche. Sus "Aiti, no dejes que puedan contigo" diarios.

- Ay Adri, si estuvieses aquí...

Adrián, su pilar fundamental en ese universo, decidió ir a una universidad de Londres. Siempre hablaba de su gusto por la arquitectura. Según él, no había nada mejor que un hogar bien construido.

Muy irónico para ella, que su vida, sus cimientos, se iban destruyendo poco a poco.

Le dejó ir. Era su carrera, su futuro, y el deber de la familia es apoyarse.

Sin embargo, ella tomaba un rumbo diferente. Ahora que tenía dieciocho años recién cumplidos, era el momento de dejar atrás esa casa que tantos recuerdos albergaba. Y a sus padres.

Sus padres, junto a Adrián, eran el pilar fundamental de su existencia. Ellos también apoyaron a su pequeña en su dolorosa infancia.

Pero Aitana quería olvidarse de todo. Pronto se mudaría a Madrid para estudiar diseño.

Meses atrás estuvo buscando un piso o apartamento en el que vivir allí. Sencillo, que no estuviese muy lejos del centro. Se sorprendió al encontrar tan rápido lo que buscaba. Un pequeño ático compartido con otro chica de su misma edad, Paula se llamaba.

Aitana reconoce que llegó a sentir algo de pánico ante la idea de compartir su día a día con personas nuevas. No estaba acostumbrada a que la aceptasen.

Después de varios minutos más reflexionando, volvió a acostarse.

...

El despertador sonó a las 09:30, taladrando la cabeza a la pobre Aitana, que apenas pudo dormir unas escasas seis horas.

Su madre, como ya era habitual, entró en la estancia efusivamente.

- Cariño, levanta. Papá te va a acercar al aeropuerto. Tu vuelo sale dentro de nada.

- Sí mamá - puso los ojos en blanco antes de añadir: - ¿Has visto mis gafas?

Belén sólo pudo reír ante el desastre de hija que tenía. No se podía creer que su pequeña ya echara a volar.

Deseaba que le pasasen cosas buenas, ya habían sufrido suficiente.

Horas después, Aitana vestía unos vaqueros acompañados de su jersey favorito.

Ninguno de sus padres dijo nada, eran conscientes de los complejos presentes en ella. Digamos que no era habitual esa vestimenta a finales de verano, cuando el calor no había abandonado la ciudad.

- Adiós mamá, te llamo cuando llegue.

Aitana intentaba retener las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos.
Necesitaba salir de allí.

El viaje hacia el aeropuerto fue silencioso, con miradas de reojo de su padre. Cuando llegaron, la despedida no fue muy diferente.

- Hija, disfruta de Madrid. No tengas miedo a no ser aceptada. Con esa sonrisa y este cuerpazo, cualquiera daría lo que fuera por ser tu amigo. O algo más... - dijo picándole un ojo.

- ¡Papá! No empieces... - dijo riendo.

Se vio obligada a separarse de su progenitor cuando una voz alertaba de la salida de su vuelo. Se despidió por última vez de su padre, y se encaminó a su destino.

No estaba preparada, o eso pensaba ella.

Quiso ser positiva: una nueva vida le aguardaba.



Bueno bueno. Con este capítulo empiezo la novela. Como veis, Aitana es una chica normal, o eso aparenta. Tiene bastantes inseguridades, fruto de su pasado. Poco a poco iré dejando escenas que las reflejen.
En el siguiente capítulo nos centraremos en el punto de vista de Luis. Leer es poder.
¡Disfrutad! 🧡

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