18. Bambino

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Amanecía y el sol mañanero se reflejaba en la orilla del lago.

Con los tímidos rayos que traspasaban las ventanas de la villa, Aitana abrió por fin los ojos, desperezándose. Toqueteó el lado contiguo de la cama y se dio cuenta de que el gallego no estaba ahí.

Lentamente se dirigió al pequeño balcón ubicado justo en la habitación. No se sorprendió al encontrarlo de pie con un cigarro en la mano.

- ¿Cuántas veces hemos hablado de esto? Deberías dejar de fumar Luisín. - Acostumbrado a sus pequeñas broncas, este se giró impasible, cosa que a su vez preocupó a la catalana. - ¿Estás bien? Sé que te ocurre algo. - Atrapó sus manos en forma de apoyo. - Me puedes contar lo que sea cariño.

- Roi me acaba de llamar. Es mi madre, lleva días intentando contactar conmigo. Quiere verme supongo.

- Luis eso está muy bien, necesitas verla y ella a ti. Al fin y al cabo es tu madre.

- Sí pero me gustaría verla en cualquier sitio menos... allí. Ya sabes, en Ourense.

- Tranquilo, es normal. Pero también tienes que entender que es el único recuerdo que queda de tu hermana y tu padre. Se aferrará a eso.

- Sí, en el fondo la entiendo perfectamente. Pero no puedo evitar que me duela. Han pasado tantos años, y aún así parece que se fueran ayer... Sus muertes dejaron una huella imborrable Aiti. - Aitana asintió comprensiva. Sabía de primera mano lo mal que lo pasaba Luis cada vez que recordaba a la parte de su familia fallecida. Se dedicó a dejar un sendero de besos por su espalda, provocando que su novio se animara un poco.

- Hagas lo que hagas me vas a tener ahí siempre Luisín.

- Te quiero peque. - Aitana soltó un bufido seguido de un "no me llames así" que a Luis tanto le gustaba oír. - Venga, vamos a prepararnos para desayunar.

Se encaminaron a una acogedora cafetería en la que tomaron unos cappuccinos y algún que otro dulce italiano. La catalana descubrió los ciambelle, una especie de rosquillas que le fascinaron y no dudó en pedir una pequeña cantidad para llevar.

- Adivina qué plan he organizado para hoy.

- Ay Luis no hacía falta de verdad.

- Sí, hazme caso. Te doy una pista: es en el agua. - El gallego señaló con la cabeza los barcos que se encontraban atracados en el puerto.

- No puede ser... ¡¿Has alquilado un barco?!

- Ajá. Sorpresa cariño.

- Jo Luis que te habrá costado un pastizal. Me siento fatal, entre el viaje y esto... No te merezco. - Luis se acercó firme hacia ella y atrapó su cara delicadamente.

- Escúchame bien, aquí el único que no te merece soy yo. Apareciste en mi vida en medio de la tristeza en la que estaba sumido. Te debo todo Aiti. - la chica no pudo más y lo besó.

- Te quiero muchísimo Luis. No lo olvides nunca. - Escucharon los gritos de Alessandro, el capitán que los llevaría a bordo del catamarán alquilado por Luis. Rieron por el carácter impaciente de este.

Pasaron el resto del día en el barco, admirando la belleza de las aguas turquesas del lago. Cuando regresaban, un cambio en el estado de ánimo de su novia alertó al gallego.

- Aiti ¿te encuentras bien? Tienes mala cara.

- No te preocupes, tan sólo es un mareo. Será por el movimiento del barco.

InestableWhere stories live. Discover now