6. Inesperado

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Era ya su cuarto cigarro. Esperaba ansioso la llegada de sus amigos, que le llevarían a la casa de Ana. Sin saber muy bien por qué, sentía unos nervios que hace bastante tiempo no aparecían. La presencia de Paula y su amiga Aitana le provocaba sentimientos poco frecuentes en él.

La pita del seat rojo de Miriam le hizo salir de su mundo interior. Avanzó hacia la acera paralela a su portal donde su amiga, ya fuera del automóvil, lo esperaba con los brazos abiertos.

- ¡Luisiño! Dos semanas sin verte y ya te echaba de menos. - Se fijó en la gallega. Estaba morena y radiante. Se alegraba por ella, pues era consciente de lo mal que llevó su ruptura con Roi. - Anda, sube ya o me voy sin ti.

El viaje fue entretenido, poniéndose al día. Más por ella que por él, ya que la vida de Luis no era muy interesante últimamente.
Un cuarto de hora después llegaron a la casa de su amiga. Se sorprendieron por lo innovador que era el edificio. Muy Ana, desde luego.

Tocaron el timbre, y una alegre voz con acento canario les abrió. Al entrar en el piso, se abrazaron los tres. Demasiado tiempo separados. Un minuto después eran cuatro.
Tan unidos estaban en ese momento que ni se dieron cuenta de las dos catalanas que observaban la escena a un lado, enternecidas.

- Bueno Luis, Miriam, estas son Paula y Aitana. Por lo que tengo entendido, ya os conocéis. - Guiñó un ojo a Luis, que inmediatamente se sonrojó. Al mirar a la chica de flequillo, pudo comprobar que no era el único. - Pues venga, ¡a cenar!

Tomaron sopa de verduras y bistec de ternera, muy apreciado por todos. Ana destacaba en el mundo de la cocina y aprovechaba cualquier ocasión para deleitar a la gente con sus platos. Las conversaciones fueron variadas y con todo tipo de anécdotas. Sobre todo hubieron risas, gracias a Roi y su característico humor.
Luis se fijó en la poca participación de Aitana en la cena. No como Paula, que mostraba soltura y chispa. Se limitaba a sonreír y asentir. Él tampoco estuvo muy diferente. Al ver que sustituían la mesa por los gigantescos sofás de la anfitriona, decidió que era buen momento para escapar unos minutos al exterior del hogar, en la terraza, con la excusa de ir a fumar. Se encontraba revisando su móvil por si habían mensajes nuevos, cuando la puerta se abrió. A primeras pensó que podría ser Miriam o Roi, pero para su sorpresa, una tímida Aitana salía del interior de la casa.

- Perdona si te molesto, es que le dije a mi hermano que lo llamaría para decirle que estoy bien. - A la luz de la Luna, sus ojos adquirían una tonalidad distinta. No pudo evitar pensar que eran preciosos. - ¿Te importa si hablo con él unos minutos de nada? - Asintió, no tenía del todo claro el por qué tenía ganas de que se quedase. Tal vez es simple curiosidad. - Gracias.

Dos tonos después y su hermano respondía a su llamada. Tras asegurar que estaba en perfecto estado y que no la asaltaron por el camino, consiguió despedirse de él y colgó. Luis seguía enfrascado en su búsqueda de mensajes inexistentes, para fingir un falso pasatiempo. Pero la realidad es que no despegó el oído de la conversación de los dos hermanos.

Pronto la silla de su derecha se vio ocupada por Aitana, que al igual que el gallego, necesitaba un respiro. El silencio se apoderó de ambos. Aitana rompió el hielo.

- ¿Te llamas Luis... -

- Cepeda Fernández - La cortó él.

- ¿Cepeda? Qué raro. - Rodó los ojos. Estaba cansado de que no diferenciasen un nombre de un apellido. - Perdón, quería decir que nunca antes lo había oído.

Un "nada" se escapó de los labios de Luis. En cierto modo ya estaba acostumbrado. La del flequillo, bastante avergonzada, acabó saliendo de esa situación.

- Bueno, voy entrando. Creo que Paula y yo nos vamos ya. - Seguidamente entró, dejando a solas a un Luis dudoso y arrepentido por sus pocos modales. Qué coño, hace nueve años que no los tiene.

Cuando regresó al salón, ya las catalanas se habían ido, como bien le avisó ella.


Ella.

Por un lado no la soportaba, al igual que al resto del mundo. Era un completo cascarrabias. Pero, por otro lado, admitía que una pequeña estrellita de curiosidad iluminaba su cuerpo. ¿Por qué era tan tímida con la gente? Cualquier chica mataría por tener su cuerpo. Y su voz. ¿Por qué al contrario que Paula, le costaba socializar con las personas? Era difícil de entender. Media hora más tarde la leona y Luis se encontraban en silencio en medio de la calle donde residía este último.

- Qué me dices, ¿vendrás con nosotros a Galicia? - Casi fue un susurro, tenía miedo de cabrear a su acompañante y despertar a todo el barrio.

- No lo sé Miri, no lo sé. Soy incapaz de regresar, no después de lo que le pasó a María. Demasiados recuerdos. - Sus ojos se empañaron. Fijó la vista en el cielo, para que Miriam no se diera cuenta. Pero lo conocía muy bien, por lo que no dudó en acariciar su hombro, en señal de apoyo.

- Tranquilo, no te voy a presionar. Pero recuerda que es tu madre. Por muy dolido que estés, siempre lo va a ser. - Luis eso lo sabía de sobra. Pero no por ello dejaba de doler. Nunca quiso echar la culpa a su familia por lo ocurrido. La culpa fue de otros.

Al filo de las doce y veinte se despidieron con la promesa de verse al día siguiente en el bar más cercano al piso de la gallega. Esa noche le costó dormirse. La misma pesadilla de todas las noches.


La niña huía por el bosque. Sin darse cuenta, acabó metida en un enorme lago de arenas movedizas. Podía ver cómo sus piernas luchaban por salir, pero le era imposible. Cuanta más fuerza empleaba, más se hundía. Una voz masculina la sobresaltó.

- ¿Necesitas ayuda? - La niña emitió un sonoro sí. El hombre, de apariencia extraña, se acercó lentamente para no caer en esa trampa mortal. Logró sacar a la niña, que cayó al suelo exhausta.

- Gracias. Debería irme ya. - Hizó un ademán de levantarse, pero la rugosa mano del hombre atrapó su brazo izquierdo.

- Tú no te vas a ningún lado. Te he ayudado a salir de ahí, me debes algo niña. - Comenzó a desabrochar la camisa que llevaba la pequeña. Esta, asombrada, intentó escapar. No fue posible, el hombre le tapó la boca con la mano y la arrastró por el sendero más próximo hasta llegar a su casa, donde la ató de manos al cabecero de su cama. La niña, que apenas tenía voz ya, se vio obligada a callar.

- Tchsss tranquila. Cuando me des lo que quiero te dejaré marchar. - Le bajó la falda y toqueteó sus finas bragas.

Un grito ahogado.


...



Luis se despertó rápidamente. Estaba sudando y su respiración era intranquila. Las cinco y cuarto de la madrugada. Decidió ir al salón y así poder tomarse un vaso de agua. Observó la calma que había. Madrid en calma era algo poco común en el último siglo.

Como no podía dormir, tomó su guitarra y escribió un par de estrofas de una nueva canción. No tenía claro qué o quién era su inspiración. Sin embargo, se quedó satisfecho con su creación. Cuando unos tímidos rayos de sol traspasaron el cristal de sus ventanas, se movió hasta la cocina.
Un nuevo día le esperaba, impaciente.





¡Verano ya estás aquí!💦🌸

Estreno estación con un nuevo capítulo. Primeras interacciones entre Luis y Aitana ¿eh?
Como habréis visto, ella es muy tímida, pero eso viene de antes. Y él tampoco es que acepte a los demás. ¿Aceptará a la catalana? Al menos reconoce que siente un poco de curiosidad. ¡Esperemos que así sea!

Leer es poder ❗💭

InestableTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon