Orange soda

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Oliver x Emma (Normal AU)


Acomodó su ajustada corbata alrededor de su cuello mientras acababa con las arrugas de su suéter. De reojo vio como una hermana lo veía con cierta preocupación y, aunque pensó en asustarla haciendo alguna mueca extraña, decidió no hacerlo. No buscaba tener problemas, o por lo menos no ahora.


¿Pero de quién estamos hablando, en realidad? Pues del maravilloso jovencito de solo dieciséis años, Oliver Goldhead. Un chico travieso y algo rebelde ante el sistema que lo rodea desde hace años, un internado religioso.

Pero no lo subestimen, no es un bravucón, simplemente se podría decir que es un chico bastante impulsivo y apasionado. De mala reputación entre las hermanas, padres y monaguillos que frecuentan la institución.


"Es una verdadera pena que no sea igual que su padre"

"¿Qué dirá él desde el cielo?"

"Lucas era todo lo contrario a él, ¿Cómo es posible que sean padre e hijo?"


Oliver memorizó cada frase que lo comparaba con su, ya muerto y queridísimo, padre. El solo se había resignado a dejar pasar estos rumores sobre él y su "necesidad de desordenar las cosas".

Lo que siempre lo reconfortaba era saber que él siempre mantuvo el secreto con su padre. Porque podría no parecerlo, pero Oliver aprendió a ser de esa forma debido a las cualidades ocultas de Lucas.


Solo le bastaba con alejarse de su alrededor cuando se encerraba en su habitación, al terminar las clases.

Prender aquella radio que obtuvo de contrabando y degustar su refresco favorito: Aquella maravillosa soda anaranjada que tanto le recordaba a los amaneceres.


También le recordaba a una jovencita que veía pasar todas las tardes.

La observaba pasar con su inmenso grupo de amigos, ella siempre se encontraba al frente, con una increíble sonrisa, ojos brillantes y cabello despeinado.

Se sentía emocionado al descubrir, luego de unas cuantas semanas, de que aquella jovencita se llamaba Emma.

Sin embargo, era como una ilusión. No es como si pudiera salir muchas veces de esta pocilga.


Pero esta vez, se armó de valor.

Se había decidido, así es. Algo que aprendió de sus años en esta escuela religiosa es que estudiaba a sujetos que nunca se rinden y gracias a eso morían como mártires.


¿Por qué no intentarlo?


Con sus binoculares -Otro objeto que obtuvo completamente de contrabando- observó cómo un grupo de jóvenes venía doblando la esquina. Entre ellos diferencio una alegre antena anaranjada.

Rápidamente ató varias sábanas que pertenecían a su cama, y a la cama de su compañero Jin. Logró una cuerda y la deslizó por fuera de la ventana, no sin antes atarla a su escritorio para evitar la caída.

Mentalmente agradeció a su profesor de educación física, quien lo incentivó hasta lograr ser el mejor de su clase.


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