Capítulo 16

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Al día siguiente fue el funeral.

Sam me había pedido que la acompañara porque no quería estar sola y aunque sabía que ahí estarían sus familiares y conocidos más apegados, imaginé que necesitaba mi presencia a su lado para transmitirle mi apoyo y la seguridad de que no estaba sola, por más que ese sentimiento estuviera presente para ella.

Fue una ceremonia demasiado triste.

Los llantos amortiguados y los sollozos me pusieron un poco incómodo, pero la parte más triste, el momento en el que ni siquiera yo pude contener las lágrimas, fue cuando la madre de Sam se tiró sobre el ataúd y le pidió a su esposo entre sollozos que despertara; que no le hiciera eso y la dejara sola.

Recuerdo que Sam tuvo que darle la espalda a la escena y aferrarse a mi camisa mientras lágrimas manchaban mi ropa y sus mejillas. Su delgado cuerpo se sacudía con los sollozos y tuve que sacarla de ahí antes de que sufriera una crisis nerviosa.

Las siguientes semanas después de eso fueron más difíciles de lo que esperé, pues Sam se retrajo demasiado. No hablaba con nadie, casi no comía y lo único que quería hacer era dormir.

Se me hizo demasiado difícil entrar en el cascaron protector que había erigido a su alrededor y, cuando lo hice, me sorprendió ver lo vulnerable que estaba.

No me había imaginado cómo se podía sentir perder a uno de tus padres ya que yo no recordaba bien a los míos y el único recuerdo que tenía de ellos era que fueron unos cobardes que no se preocuparon por nadie más que ellos mismos, dejando a su hija de trece años lidiar con la vida junto con su hermano de dos años. Era por eso mismo que Jan era lo más cercano que tenía a una madre; el solo pensar en perderla era demasiado doloroso como para dejar siquiera que mi mente considerara esos locos escenarios.

—¿Sam?

Habían pasado dos semanas ya desde el accidente en el que su padre murió, y cuatro días desde la última vez que la había visto, así que decidí ir a su casa. Tantas ausencias en la escuela no eran buenas y me estaban preocupando, ya que yo sabía que su madre estaba trabajando y ella se quedaba sola en casa.

Sam abrió la puerta y me miró de pie bajo el umbral de su puerta. Tenía el cabello enredado, los ojos hinchados con bolsas negras debajo de estos. Sus mejillas lucían hundidas y su piel más pálida de lo normal.

Dios. Parecía otra chica, no la reconocía y eso me asustaba. ¿Dónde estaba mi Sam?

—Hola, Dean —saludó con voz rasposa. Suponía que acababa de despertar, aun cuando era medio día—. ¿Quieres pasar? —Abrió la puerta sin darme tiempo a responder y yo di un par de pasos adelante, quedando a un par de centímetros de ella. Viéndola más de cerca, si ponía atención a sus ojos, podía ver que parecía una compresa llena de miedos, dolores y rencores a punto de abrirse, con los muros a punto de derrumbarse.

»Eh... ¿qué te trae por aquí? —cuestionó acomodando su cabello un poco. Noté cómo evitaba mi mirada y di un paso más cerca, invadiendo su espacio personal, para tomar su mano fría dentro de la mía.

—Me preocupas, Sam. No te he visto en la escuela, no contestas mis llamadas ni mensajes. ¿Qué está pasando? ¿Por qué me alejas? —quise saber sintiéndome un poco herido. Lo que menos quería era que nuestra reciente relación se dañara por la falta de comunicación.

Ella retiró su mano de mi agarre y me dio la espalda para encaminarse a la cocina. Yo la seguí de cerca.

—¿Quieres agua? —ofreció. Negué con la cabeza, solo queriendo que ella hablara conmigo—. ¿Jugo, un refresco tal vez?

—No, Sam, gracias. Solo quiero hablar contigo.

Ella suspiró.

—No tengo ganas de hablar, yo solo... No lo sé. Solo quiero que me abraces un momento. Necesito que lo hagas. ¿Estás bien con eso? —preguntó con un tono muy cansado, como si tuviera todo el peso del mundo sobre los hombros.

Vencedor [PQY #2] ✔ versión 2014Where stories live. Discover now