Capítulo 23

73.7K 6K 390
                                    

Veinte minutos después me encontraba estacionando frente a la casa de Sam. Tomé una profunda respiración preparándome mentalmente para cual fuera la noticia que me iba a dar y luego bajé del auto.

Estaba haciendo un frío terrible. Encogí la cabeza entre mis hombros tratando de mantenerme caliente en lo que cruzaba la calle y tocaba la puerta de su casa. No sabía por qué me movía tanto mientras esperaba a que atendiera, si por el frío o los nervios, pero parecía que no podía quedarme quieto por más de dos segundos.

El alivio me recorrió completo cuando escuché la puerta abrirse.

—Vine lo más rápido que pude —le expliqué al verla con aquella expresión de impaciencia. Le di un pequeño beso y pasé directo a la sala de estar.

—No lo dudo —confesó riendo—. Creo que el tono con el que te hablé fue un poco más... urgente de lo que en realidad es.

Me sonrió como disculpándose y luego se acercó para abrazarme por la cintura. Le correspondí estrechándola entre mis brazos con fuerza. Besé su sien y dejé mis labios demorándose ahí más tiempo de lo necesario.

—¿Y qué es eso tan importante que tienes que decirme? ¿Es una noticia buena o mala? —cuestioné sin soltarla. Sentí cómo ella se tensaba entre mis brazos y, como reacción automática, yo también me tensé.

Esa manera de responder a mi pregunta no podía ser nada bueno.

—Bueno... —Se separó un poco de mí, mis manos persistentes sobre su cintura, y me miró a los ojos; primero a uno y después al otro—. Son dos cositas y no sé cómo las vayas a considerar tú. —Me siguió observando y yo seguí sin decir nada, esperando a que continuara— . La cosa es... —Tomó una profunda respiración y la soltó en forma de un suspiro nervioso—. Estudiaré el último semestre aquí, contigo.

Una enorme sonrisa se formó en mis labios y mi agarre sobre su cintura se reforzó.

—¿De verdad? —Cuando ella asintió, solté una risa y la abracé a mi pecho, mi cuerpo temblando de alivio.

¿Que podíamos pasar medio año separados? Claro que sí. Pero no lo quería, no cuando nuestra relación apenas estaba empezando. El que Sam se quedara era una enorme y feliz noticia, aunque ella había dicho...

—¿Cuál es la otra noticia? —pregunté receloso.

—Bueno... logré convencer a mi mamá de que me dejara quedarme aquí el próximo con una condición —confesó al tiempo que se apartaba de mu agarre y caminaba en dirección a un sillón, haciéndome una seña para que la siguiera.

Nos sentamos quedando frente a frente, y tomé su pequeña mano dentro de la mía. Por un momento no se dijo nada, solo nos quedamos ahí viéndonos; después, ella sonrió.

—¿Qué? —cuestioné cuando se me quedo viendo por demasiado tiempo.

—Nada, solo...me gustas mucho, ¿sabes?

Aunque era de las pocas veces, si no era que la primera, que ella me decía algo así, no pude evitar apretar sus dedos un poco y lanzarle una mirada seria.

—Por favor, niña, continúa diciéndome que me estoy muriendo de nervios aquí.

Ella rio y luego se acercó un poco más a mí, su semblante cambiando notablemente.

—El punto es que tengo que quedarme el resto de las vacaciones con mis abuelos. Me voy pasado mañana —concluyó con una mueca y me miró con pesar.

Ella sabía que me iba a doler, que me iba a molestar, pero sería menos tiempo; yo tenía que meterme eso en la cabeza. Se iría antes de lo previsto, pero regresaría mucho antes. Después terminaríamos la escuela juntos y nos iríamos a la universidad. Sí, eso haríamos.

Y, aunque el pecho me dolía por saber que se iba pronto, sonreí. Sonreí porque no quería agobiarla ni parecer inmaduro. Entendía que era mejor eso.

—Está bien, Sam, comprendo —murmuré tratando de ocultar la dolorosa decepción en mi voz.

Su rostro se relajó al ver que no me ponía pesado y se acercó más para abrazarme; un abrazo que, rápidamente, correspondí con fuerza. Buscó mis labios con los suyos y los juntó con un ligero beso.

—Gracias —susurró, y luego volvió a besarme.

Y aunque, como siempre, el beso empezó con toques ligeros, como buscando la aprobación del otro, rápidamente se convirtió en algo más. En algo que habíamos dejado pendiente en la víspera de navidad.

De alguna manera terminamos recostados sobre el sillón, yo sobre ella mientras sostenía mi peso con mis antebrazos para no aplastarla, besándonos y tratando de acercarnos con desesperación.

Ella me jalaba del cuello y yo por la cintura; envolvió sus piernas a mi alrededor y yo metí mi mano entre su espalda y su blusa, tocando su suave piel desnuda.

Por más pegados y cerca que estuviéramos, no parecía ser suficiente. El calor aumento, y así también un sentimiento de querer hacerla mía.

—Sam... —jadeé, teniendo un recuerdo sobre la última vez que estuvimos en una situación similar. ¿Por qué era yo el que tenía que detener la situación? Me sentía como el malo del cuento.

O el virgen inexperto.

Sam se separó de mí al escuchar que la llamaba y luego sonrió pareciendo avergonzada.

—Mi mamá no llega hasta mañana —informó insegura. Tragué saliva con un poco de dificultad y despacio solté el aire entre mis labios.

—Sam, yo...

—Y conseguí protección —susurró al tiempo que su rostro se tornaba de todos los matices de rojo que podían existir. Sonreí enternecido por su reacción, pero casi de inmediato volví a mirarla con intensidad.

—¿Estás segura sobre esto? —quise saber.

Ella se echó a reír a carcajadas y luego se puso de pie sin contestarme. Yo me incorporé, pero me quedé sentado esperando a ver qué era lo que ella haría.

Cerró los ojos y, dos segundos después, se sacó la blusa por encima de la cabeza y la lanzó al suelo; sus pantalones fueron los siguientes y posteriormente, cuando se encontraba solo en ropa interior, se dirigió a su habitación.

Me quedé sentado alrededor de dos segundos antes de salir corriendo a donde estaba. Entré justo detrás de ella, me acerqué y la besé.

Si ella estaba segura de eso yo no iba a ser quien dijera que no; por lo menos no esta vez.

Coloqué mis manos sobre su cintura y nos conduje lentamente hasta la cama donde la recosté y seguí besándola hasta que necesite tenerla más cerca. Me separé de sus labios y con una mirada le pregunté si seguiríamos adelante. Ella contestó con un asentimiento.

Después de eso no hubo palabras. Solo besos, caricias y una que otra risa nerviosa.

Terminé de desnudarla y yo hice lo mismo conmigo, hasta que quedamos solo piel contra piel. Seguimos besándonos hasta que se hizo inevitable. Le abracé contra mi pecho, mis temblorosas manos vagando por su espalda mientras que las suyas, igual de nerviosas, acunaban mi rostro.

No sabía quién estaba más nervioso, si ella o yo.

—Te amo —susurró. Yo cerré mis ojos queriendo mantener ese recuerdo conmigo por siempre. Ella parecía tan segura de lo que estábamos haciendo, que no pude evitar contagiarme del mismo sentimiento.

Y le hice el amor.

Lo hice tratando de que se sintiera bien; de que se sintiera amada, cuidada, protegida... Y por un momento nos olvidamos de todo lo demás, solo éramos nosotros dos; lo más juntos que pueden estar dos personas, amándonos de la manera más intensa que podíamos.

Me perdí en sus gestos, en sus ojos, en sus sonidos y nos dejamos llevar.

Un sentimiento nuevo me invadió.

Fue algo diferente, casi sublime; como un sueño.

Fue... simplemente perfecto.

—Te amo, Sam.

Vencedor [PQY #2] ✔ versión 2014Where stories live. Discover now