Cap. 2

15.3K 1.1K 266
                                    

Subió al tren sin problema, casi parecía una Osada más, de no ser por los tonos rojos y amarillos que salían de debajo de la gran sudadera negra que usaba. Casi.

Se sentó en la puerta del tren, dejando que sus piernas colgaran por el borde.

Esta será la última vez que suba al tren como una... Hippie. Pensó casi con gracia. Si llego a la Ceremonia viva, iré a Osadía, estoy segura. Ya es hora de...- de buscar un hogar.

Pensó que en el fondo de su ser, tal vez, se sentiría mal por irse de su facción de origen. Sin embargo no halló ese sentimiento por ningún lado. Solo podía sentir el alivio liberador de poder alejarse de aquellos cordiales que, a fin de cuentas, no eran tan cordiales.

Alivio y adrenalina. Una extraña combinación, pero excelente. Rió a carcajadas.

Así como lo hacían los Osados cuando sentían una alegría desmesurada en su interior.

¡Lo dejaría atrás! ¡Por fin, maldita sea!

Rió. Rió tanto que su estómago dolió aún más y tuvo que recostarse en el suelo del vagón.

Sentía las vibraciones de los poco uniformes rieles chocar contra las ruedas del tren, sentía la brisa chocar contra su cuerpo, sentía un torbellino de emociones. Y por primera vez en mucho tiempo se atrevió a decir que estaba feliz.

El tren disminuyó su velocidad un poco, tomó esto como señal de que estaba cerca de los complejos de Erudición.

Escabullirse en la noche para ir literalmente a la casa de los líderes era considerado suicida. Pero no podía negar que la adrenalina golpeando su cabeza y el corazón latiendo tras sus orejas, se sentía increíble .

Eso, sin contar que, si tenía suerte, a veces llegaba a escuchar conversaciones interesantes.

Este no era uno de esos casos. La noche pasó aburrida a su parecer.

Caminaba lentamente por las calles oscuras, alejándose ya de la ciudad, si sus cálculos no fallaban, estaría en los campos de Cordialidad en siete minutos.

Era ya ese momento de la noche en que los recuerdos empezaban a atormentar y los miedos junto al odio a dominar.

¿Por qué le es tan difícil a los otros ver? Ver que no todos tienen una vida perfecta, ver lo que él ha hecho todos estos años. ¿Por qué no pueden ver?

( . . . )

Ingresó a la gran sala repleta de gente de todas las facciones. Todos separados los unos de los otros. Verdad, de blanco y negro, la seriedad abundaba. Erudición, de azul, arrogantes como siempre -los detestaba. Abnegación, de gris, callados y retraídos. Osadía, de negro, ruidosos y evidentemente alegres. Luego estaba Cordialidad -pensó casi con asco-, de rojo y amarillo, repartiendo alegría y amabilidad que ni siquiera ellos mismos tenían.

Hipócritas.

Empezaron a llamar a los jóvenes en orden alfabético invertido, empezando por la Z para acabar con la A, tomando como referencia los apellidos. Y siendo Reds uno de los primeros, decidió que tenía tiempo suficiente para analizar a cada uno que subiera a la tarima. Porque no necesitaba pensar en la Facción que escogería, lo tenía claro. Osadía, retumbó en su mente.

Miró la tarima en la cual había una mesa y en ella se encontraban ubicados cinco tazones, cada uno con algo representativo de cada Facción: Abnegación, piedras grises; Erudición, agua; Verdad, vidrios transparentes; Osadía, brasas ardiendo; y luego nuevamente su facción: Cordialidad... tierra.

Bad Guy || Tobias Eaton (1)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant