Cap. 22

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Entonces pasó. Al soltar las ataduras de Cuatro, él en un ágil movimiento tomó con fuerza sus manos y la empujó lejos.

Tenía esa mirada. Esa mirada que le da un depredador a su presa antes de atacar.

—Cuatro, escúchame, no es real. Es una simulación.

—No te escucha. Es increíble, todo lo que pensamos conforma a una persona: ideas, emociones, historia; puede ser borrado con química—, Jeanine se acercó lentamente.

—Cuatro...

—Se ha ido. Ahora estamos a salvo.

—¿A salvo? ¿De qué demonios estamos a salvo?—, escupió sarcástica—. Yo veo a la amenaza justo frente a mi y viste de azul.

—Lo brillante del sistema de facciones es que la conformidad de la facción evita la amenaza de que alguien ejercite su voluntad propia. Los divergentes amenazan ese sistema—, explicó caminando cínicamente entre ella y el muchacho—. No me malentiendas... hay cierta belleza en tu resistencia. Y tu rechazo a la categorización. No podemos darnos ese lujo.

Jeanine le dedicó un asentimiento casi imperceptible a otro muchacho Erudito, y se fue. El golpeteo de sus zapatos era lo único que resonaba en la gran sala vacía.

—Cuatro—, tentó su suerte. Se acercó a él, queriendo tenerlo de vuelta, intentó despertarlo. Posó una de sus manos en la mejilla del mayor con la esperanza de obtener alguna respuesta—. Cuatro, soy yo.

Entonces él la tomó del cuello, intentando asfixiarla, la golpeó contra una columna cercana.

Fue entonces que todo pensamiento racional la abandonó. Él estaba en una simulación y no sabía hasta qué punto podía llegar. Él la mataría si no hacía algo.

"Es una inocente. Tengo que matarla. Pero nunca puedo hacerlo, a no ser de que no mire". Resonó en su cabeza como una alarma.

Genial, ahora necesito un arma.

Golpeó con su codo el brazo con el que Cuatro le sostenía el cuello, hasta que la soltó. Intentó correr hasta el arma que había tirado al llegar.

Corrió hasta ella, pero Cuatro siendo más ágil y rápido la tiró del cabello, haciéndola tropezar y caer de espaldas. Ahora él estaba sobre ella.

Levantó su rodilla y golpeó la cabeza de Cuatro, se levantó aprovechando el poco tiempo que había adquirido. Él se movía con agilidad, con ligereza, sus movimientos estaban llenos de gracia y sencillez. Ella por otro lado ya estaba exhausta y adolorida, tenía que acabar con esto rápido porque no podría aguantar mucho más.

Intercambiaron un par de golpes estando frente a frente. Se agachó, tomando a Cuatro por la cintura, intentando inútilmente tumbarlo. Él golpeó con su codo su espalda y con su rodilla su cara.

Yacía nuevamente en el suelo, esta vez Cuatro estaba de pie, caminando lentamente hacia ella. Se arrastró hacia atrás, intentando alejarse.

Hasta que la sintió. El arma. Tenía el arma en sus manos. No dudó ni un segundo y apuntó hacia Cuatro.

Tres Eruditos alzaron sus armas en dirección a la castaña.

—¿En serio? La máquina de matar es él, ¿y me apuntan a mí?—, jadeó mirando a los Eruditos.

Miró a Cuatro nuevamente. Ahora tenía la respiración agitada y gotas de sudor escurrían por su cara. Al igual que ella, el cabello se le pegaba a la frente a causa del sudor. Y el fleco que siempre mantenía peinado sobre su frente, ahora estaba desordenado.

—Cuatro, detente.

Vio que no funcionaba. Entonces giró el arma, el cañón de ésta se perdía entre el cabello desordenado que conformaba su fleco.

El muchacho se lanzó a ella, tomando el arma. Estaba listo para disparar.

—Está bien. Está bien—, susurró jadeando—. Te amo.

Esas dos palabras. Dos simples palabras que no se había atrevido a decirle a nadie. Pero ahora casi las lloraba.

El muchacho intentó apartar la mirada. Pero ella con una mano, le sostuvo la cara evitando aquello. Lo obligó a mirarla a los ojos.

Entonces lo vio. Él ya no estaba bajo una simulación. Tenía ese brillo de siempre en los ojos. Ese brillo que le encantaba.

—Cuatro...—, jadeó.

Pecas...

No pudo evitar que una pequeña sonrisa se le escapara, movió la cabeza en asentimiento. El cañón del arma deslizándose por su frente hasta quedar apoyada en el suelo.

—Ahora—, murmuró, Cuatro se giró, tomando a los guardias por sorpresa, disparó hacia ellos.

Ambos se levantaron del suelo. Cuatro disparando hacia todo aquel que intentara cubrir a Jeanine o atacar a la castaña. Disparó hasta que el arma se quedó sin balas, fue entonces que tuvo que enfrentarlos cuerpo a cuerpo.

Valentine por otro lado, sólo se protegía con un cuchillo, el mismo que había usado hacía unos minutos para liberar a Cuatro. Y ahora casi corría entre los cuerpos que yacían en el suelo y los guardias Eruditos que intentaban atacarla.

Por suerte contaba con Cuatro que, a pesar de estar fuera de la simulación, parecía una máquina de matar.

No llegaría a ella a tiempo, lo sabía. Jeanine estaba ejecutando el programa, en las pantallas se veía a los Osados obligando a los estirados a ponerse de rodillas; los iban a ejecutar en cualquier momento.

Miró el cuchillo en su mano, y lo lanzó. Justo como en los entrenamientos, justo como Cuatro le había enseñado.

El cuchillo se clavó en la mano de Jeanine. Ella emitió un fuerte gemido de dolor.

—Desconéctalo—, ordenó, parándose junto a Jeanine. Por el rabillo del ojo pudo ver a Cuatro enfrentarse a dos soldados Eruditos a la vez.

—No.

—No lo diré otra vez. Desconéctalo—, sacó el cuchillo de la piel de Jeanine, y tomándola por el cabello, puso el cuchillo en su garganta. Apretaba con fuerza su cabello y el cuchillo empezaba a arañar la zona expuesta.

—Admiro que estés dispuesta a morir por lo que crees. Pero yo también.

Vio en los monitores aparecer a Christina, luego apareció Lynn. Ambas bajo la simulación, empujaban a los abnegados al suelo.

Si ellos obedecen a lo que les dicen, estando bajo la simulación...

Nuevamente un bombillo se encendió en su cabeza. Soltó a Jeanine y tiró el cuchillo en sus manos. Miró a Cuatro, y luego a una jeringa que yacía en el suelo.

Él pareció entender el mensaje, pues dentro de la jeringa puso un pequeño contenedor con suero y la lanzó en su dirección.

—Tal vez no eres tan Osada como creíste que eras...—, dijo triunfante Jeanine.

—No. Ni usted tan inteligente como creía —, se burló, tomando la jeringa y nuevamente atrapando el cabello de la Erudita entre sus manos—. Un erudito habría visto venir esto.

Y le inyectó el suero. Vieron entonces la humanidad desaparecer de ella.

—Ahora, desconéctelo. Y borre el programa.

Obedeció, estando bajo los efectos del suero. Tocó dos veces la pantalla frente a ella y, todo lo que estaba mostrado en esa y en varias otras, se borró.

—No me malentiendas, hay cierta belleza en tu resistencia—, se burló, viendo cómo Jeanine intentaba recuperar los datos del programa, ya fuera de la simulación.

Jeanine enojada intentó atacarla, pero con un sólo golpe en la mandíbula cayó al suelo inconsciente.

-V

Bad Guy || Tobias Eaton (1)Where stories live. Discover now