Cap. 12

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A pesar de su completo odio hacia el alcohol y los ebrios, fue una de personas que más alcohol bebió esa noche. Suerte para ella que ese día, era día de visita y sabiendo que su padre no la visitaría, podría cuidar de su resaca.

Todos se levantaron como siempre, se arreglaron y cada uno fue saliendo de la habitación felices por ver a sus familias y decirles que no se quedarían fuera al terminar la primera etapa. Incluso Al podía darle esa noticia a su familia.

Pues, con la salida de los hermanos, Edward y Myra, los puestos se habían modificado. Y Al, siendo el peor de los transferidos, quedó sobre la línea.

—Oye...—, le sacudieron el hombro. Se removió sintiendo su cabeza palpitar de dolor—. ¿Estas viva?

—Sí, Christina, estoy viva. Apenas—, gruñó, cubriendo sus ojos con la cobija, debido a que la luz lastimaba sus ojos—. Pongan atención. Estas podrían ser mis ultimas palabras...

Bromeó. Will, Tris y Christina se sorprendieron pues ella nunca bromeaba, por lo menos no con ellos. Ocultaron su asombro con una risa. Christina insistió, moviéndola para que despertara.

—No me voy a perder. Sé cómo llegar al Pozo—, saltó ahora un poco fastidiada, estiró su mano buscando la chaqueta que le había regalado Uriah, la tomó y la puso sobre su rostro—. Luego los alcanzo. Igual. No es como si les importara.

Se quedaron callados, sabiendo bien que tenía razón. Sabían que si ella se juntaba con los nacidos en Osadía era porque ellos no le daban casi importancia. Es más, Tris tenía más atención y ella ni siquiera hablaba.

( . . . )

Vio a Christina hablar con sus padres, vio a Al recibir un regaño de su madre seguramente, vio la sonrisa de Will que estaba con su familia, vio a Tris hablar con su madre, vio a Uriah con sus padres y su hermano. Incluso pudo ver a Peter con su familia.

Caminó entre la multitud, sintiéndose sofocada e inevitablemente atrapada. Veía camisas blancas, chaquetas negras, buzos grises, vestidos azules, pero no veía ni una sola prenda roja o amarilla.

Estaba a punto cruzar hacia el pasillo, para desaparecer de ese ambiente tan... familiar, cuando una mano pesada apretó su hombro. No fue un toque gentil, amable o... cordial.

Fue un toque conocido. Fue su padre y para su sorpresa estaba sobrio y con una sonrisa.

Por el rabillo del ojo vio a Cuatro desaparecer entre los pasillos oscuros.

—Hija...—, sonrió e intentó acercarse para darle un abrazo. Ella se apartó rápido.

—¿Qué haces aquí, Adam?

—Es día de visita y vine a visitar a mi amada hija—, sonrió abiertamente, con disimulo miró a las personas que pasaban cerca de ellos, asegurándose que nadie notara nada extraño.

Tomó una de sus muñecas para llamar su atención. Su novia llegó, con una sonrisa obviamente falsa puesta en su cara.

—Seguro.

La bomba explotó. Apretó los dientes, el agarre en su muñeca aumentó; seguramente dejaría una marca. Una vena en su frente se marcó debido a la rabia que crecía en él.

—Escucha, mocosa, no acabo de desperdiciar medio día para venir aquí y visitar a la bastarda de mi hija—, paseó su vista entre la mujer y su hija—, para que al llegar me obligue a irme.

—Cariño, tal vez deberías calmarte un poco—, habló la mujer con la mirada fija en el agarre que mantenía el hombre hacia la castaña.

—Estoy calmado—, soltó claramente alterado.

—No hablaba de ti, dulzura—, apretó melosamente una mejilla del hombre—, hablaba de ella.

Su mirada era seria, mantenía la mandíbula apretada y los puños cerrados, sus piernas estaban separadas a la medida de sus hombros. Estaba lista para pelear en caso de necesitarlo.

—Toma. Bebe un poco—, la mujer sacó de su bolso una botella llena de agua.

Suero de la paz.

El hombre lo aceptó y bebió hasta la última gota. Supo que el suero empezaba a hacer efecto cuando soltó su muñeca y una sonrisa se plasmó en su cara.

—Ve por algo de comer, yo te alcanzo, dulzura—, le dijo la mujer, empujando gentilmente a su novio. Él se fue sin alegar.

—¿Por qué vinieron?—, soltó suspirando, el dolor de cabeza aumentaba y ya sentía arcadas—. Ambas sabemos que no es por mi, déjate de mentiras.

—Escucha bien, pequeña sabandija, porque no lo voy a repetir. Hay rumores—, se acercó esta vez hablando más bajo—. Hay tantos rumores que no sé ni por dónde empezar.

—Por el inicio—, escupió cansada y con ganas de irse.

—Dicen que te fuiste de Cordialidad porque te maltratábamos... -

—Técnicamente, sí lo hacían—, movió sus manos en un gesto desinteresado.

—Sí, niña tonta, pero ese no es el caso. Están revelando información de tu padre. Dicen que por ser trasladado de Abnegación, sigue las conductas corruptas de esa facción, en Cordialidad.

—¿Adam? ¿Trasladado de Abnegación? Qué ironía—, rió incrédula.

—Quieren hacer un juicio—, habló esta vez más bajo, acercándose a ella aún más—. Pero no será en Erudición como siempre. El Consejo acordó que sólo esta vez sería en Verdad, usarán en suero en tu padre.

—¿Y todo esto me importa porque...?

—Porque si así es, a ti también te llevarán a juicio. Te inyectarán el suero y verán toda la porquería que escondes—, la miró a los ojos, pareció considerarlo mejor pues se corrigió—, que escondemos.

—Entonces...

—Entonces, pequeña rata, a tu juicio irán los líderes de facción y los Osados. Igual que en el juicio de tu padre, estará Johanna y los cordiales. Estará Jeanine monitoreando todo. No nos conviene.

Esas palabras siempre las decía. Pensó casi nostálgica, con un odio creciente.

—Excelente, Lucille—, sonrió altanera, dio un paso atrás intentando irse. Aún sintiendo las ganas de vomitar a causa de la borrachera de la noche anterior.

—Mocosa insolente—, escupió a la vez que alzaba su mano para golpearla en la cara.

Una mano grande atrapó la delicada mano de la mujer en el aire. Miraron en la dirección que venía esta, se encontraron a Cuatro, sumamente serio. Casi parecía molesto.

—Eso no está permitido aquí, Cordial—, soltó apretando su mandíbula, dejando libre por fin la mano de la mujer.

—Lo siento—, rió nerviosa—. Que seas feliz—, disimuló con una sonrisa para luego irse en la misma dirección que se había ido Adam.

Su cuerpo temblaba. Su piel blanca había palidecido aún más haciendo más notorias sus ojeras. No sabría decir si era por la resaca o el miedo a que alguno de ellos dos la volvieran a golpear.

—¿Val, estás bien?—, preguntó él.

"—¡Maldito escarabajo!—, pateó el balde de agua sucia, esta bañándola completamente—. Limpia bien el maldito piso".

"—¿Qué crees que haces? ¿Acaso esa es mi botella?—, arrastró las palabras caminando torpemente hacia ella—. ¡¿Estas loca o eres estúpida?!—, una bofetada la tiró al suelo. Debido a la fuerza de esta su labio se reventó".

"—Por milésima vez—, sacó un gran trozo de cuero que usaban para golpear a los caballos—. No toques lo que no es tuyo—, el primer golpe rasgó su camisa y dejó su espalda con un leve ardor. El segundo perforó su piel, la sangre manchaba la tela de su rota camisa. El tercero, cuarto, quinto... ya ni siquiera recuerda cuántas cicatrices dejaron en su cuerpo".

—Creo que voy a vomitar—, miró a Cuatro, quien sólo le pudo dar una mirada de preocupación y ayudarla a salir de entre la multitud que los rodeaba.

-V

Bad Guy || Tobias Eaton (1)Where stories live. Discover now