Epílogo

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—Salta.

Saltaron del tren, pues éste había llegado al final de las vías. Se encontraban en los complejos de Cordialidad. Primero saltó Peter, luego Marcus, dejándolos solos en el tren por unos segundos.

—¿Juntos?—, preguntó ella tendiéndole una mano.

Y él no sabía por qué pero desde que habían visto las granjas de Cordialidad, ella tenía una expresión en su rostro que le inspiraba ternura -casi lástima.

—Seguro—, él la tomó entrelazando sus dedos y saltaron.

( . . . )

«Es curioso cómo todo regresa. Algo así como el Karma, sólo que diferente. Empecé en Cordialidad, crecí aquí, viví lo peor de mi vida y aprendí que el dolor fue la base de todo en mi vida.

Conocí a Uriah. Maldita sea, cómo me agrada ese chico. Mi único amigo. Aún recuerdo cuando me ayudó a subir al tren el primer día y cómo me reconfortaba cuando me sentía de la mierda. Recuerdo que me tomó la mano para saltar del tren y que desde entonces ha estado para mi.

Recuerdo el tatuaje. Sus apodos. Su risa escandalosa. Sus bromas. Y lo dramático que era. Demonios, cómo lo extraño.

Si tengo suerte, lo veré otra vez. Sea en esta vida o en la otra.

Pero Uriah no lo era todo, si bien es una gran parte de mi vida, hay otras cosas que me importan bastante. Como Cuatro.

Este amable chico que se esconde tras una máscara de odio, de frialdad, de dureza y hostilidad. Con su pecho en alto, postura imponente y mirada calculadora.

Y, mierda, casi parece que me describo a mi misma. Tal vez por eso somos tal para cual.

Pero él me ha mostrado cosas en tan sólo semanas, que ni siquiera en dieciséis años he conocido. Como... oh, mierda, no quiero decirlo, temo hacerlo, pero a fin de cuentas es la verdad. Como el amor.

Ya saben, ese cosquilleo en el estómago al verlo fijamente a los ojos, ese escalofrío que se siente a causa de su cercanía, esos nervios cuando mira los labios con deseo, esa tristeza luego de discutir porque simplemente no quieres estar mal con él o esa ansiedad al estar preocupada por él, por su bienestar.

Él, quien me mostró sus miedos sin importarle no conocerme bien, quien me mostró su lado más débil, quien me enseñó su tatuaje y cicatrices. Demonios.

Demonios. Que me trague el infierno si alguien me dice que esto no es un ciclo sin fin.

Él me recuerda a mi madre. A lo amable que era conmigo, lo dulce y cariñosa. Ella que había nacido en Osadía y se había transferido a Cordialidad. Ella que era tosca desde el nacimiento y al estar junto a mi, reía a carcajadas y me miraba con dulzura. Y me hacía sentir protegida.

Creo que tal vez es por eso que me enamoré de Cuatro...- de Tobias. Porque me da ese mismo sentimiento de paz y tranquilidad.

Y ahora, en esta rueda de la fortuna... o mejor dicho, rueda del infortunio que es mi vida: estamos en Cordialidad.

Justo donde empezó todo. Donde había decidido irme a toda costa, fuera cambiando de facción o con una manta cubriendo mi cuerpo muerto.

Pero estábamos aquí otra vez. Donde mi infierno personal me esperaba. Y el Diablo en persona ansiaba acogerme.

En una facción de hipócritas y gente drogada. Vaya... casi parece Osadía. No, Osadía es más agradable.

Y corremos hacia la gran cafetería, donde estaban sentados todos los cordiales que siempre odié.

Johanna se acerca a nosotros y nos conduce a su oficina, camino el cual conozco de memoria, lo he recorrido cientos de veces. Aparenta siempre. Una hipócrita más en una obra de teatro. Esta mujer con su postura firme y mirada calculadora, fácilmente podría ser confundida por Osada a causa de la cicatriz en su cara.

Nunca me agradó. El hecho de siempre llevarme a su oficina a darme Suero de la paz para calmar mi mal carácter. El forzarme a tomar del Suero de la paz para evitar que peleara.

Cuatro le pide asilo. Casi le ruega. Aboga para que nos podamos quedar los cuatro: Él, Marcus, Peter y yo.

Johanna accede sin problema pero pone una condición: "nada de violencia". Y exige hablar conmigo a solas. No es como si no lo esperara.

Creo que siempre hemos sentido una fuerte rivalidad, la una de la otra, independientemente de a qué se debiera.

Casi me implora. Me mira con esos ojos de cordero degollado que tanto odio. Me ruega que olvide todos esos "pleitos infantiles", como ella los llama, y que por una vez en mi vida intente adaptarme a la vida de un Cordial.

O de lo contrario habrá más dosis de Suero de la paz esperándome.

Sí. Confirmado. Es todo un maldito ciclo sin fin. Y si así es, espero que por lo menos no se torne en una Ruleta Rusa. Que esta Rueda del Infortunio en la que estoy montada no empeore.

Y ruego por eso. Para que no se desate más caos sobre mi y sobre aquellos que amo. Porque finalmente encontré lo que siempre busqué. Libertad. Un hogar. Y... sí, amor.

Sólo espero y aspiro no tener que recurrir a la violencia para alejar a esos demonios del pasado de mi vida actual. No quiero que toquen a Cuatro y definitivamente no se los voy a permitir.

Bueno... me parece algo gracioso el hecho de que tanto él como yo estemos varados en este detestable lugar, junto a nuestros infiernos personales. Marcus nos había seguido -y si soy sincera ni siquiera sé por qué él le permitió acompañarnos, y yo... bueno, sólo espero no encontrarme a Adam por ningún lado.

Es más, casi es soportable la idea de ver a Johanna pero a Adam... oh, no. Que corra si se llega a acercar a Cuatro. No quiero si quiera imaginar cómo será verlo, después de tanto tiempo. Estoy segura de que todavía es un ebrio sin causa y un imbécil sin curso.

Y la verdad es que tengo tanta ira acumulada que no creo poder soportar tanto tiempo en este repugnante lugar. Sé que explotaré, y así como lo hace Adam, destruiré a quien quiera estar cerca mío.

Vaya... tal vez sí soy su hija; y la sola idea me produce nauseas. Seré el tipo malo, pero no el tipo imbécil. Correcto.»


Fin.

-V


[Pueden encontrar la segunda parte en mi perfil]


Bad Guy || Tobias Eaton (1)Where stories live. Discover now