UNA NUEVA VIDA

CAPÍTULO 25 ANASTASIA STEELE. STATEN ISLAND, MANHATTAN, NUEVA YORK

Nos informaron por el grado de cáncer de mi padre, que no podía estar mucho tiempo en exposición, por lo que el sepelio sólo durará lo que marca la seguridad e Higiene de la funeraria, se hará una misa de cuerpo presente, las palabras de algunos miembros del ejército y lo sepultaremos.

Partimos al panteón donde están mis abuelos maternos, en 121 Park Ave. Brooklyn, Nueva York 11205, había más militares que familia, algunos vecinos, por ende, Esperanza, Ethan y Kate, las palabras que le brindaron a mi padre fueron muy emotivas.

— Lamentablemente la guerra a veces es inevitable. Si bien a nadie le gusta la idea de tener que dejar a su familia, millones de nuestros antepasados se han levantado en armas para defender a su país. Gracias a los militares que sacrificaron sus vidas, todavía podemos vivir en una sociedad libre y próspera, sobre todo, sobrevivir una guerra es mucho más difícil de lo que se cree. Hoy homenajeamos a un gran coronel, Raymond Steele, con estas pequeñas frases "El heroísmo no siempre sucede en un estallido de gloria. 

A veces, pequeños triunfos y grandes corazones cambian el curso de la historia" al igual que " De cada cien hombres, diez ni siquiera deberían estar allí, ochenta son solo objetivos, nueve son los verdaderos luchadores y tenemos la suerte de tenerlos, ya que ellos darán y hacen batalla. ¡Ah! pero el uno, uno es un guerrero, y él traerá a los otros de vuelta". Señora Carla Steele, es un honor entregarle el símbolo de un gran país y lo gloria de un gran soldado, el del Coronel Raymond Steele.

— Me sentía muy orgullosa de mi padre, sobre todo saber que entre todos estos soldados, existe el soldado que dice la frase, el guerrero que los trajo de vuelta de esa guerra, no preguntamos quién fue, pero en el corazón de mi madre y mis hermanos, se lo agradecemos infinitamente, porque nos dio la oportunidad de vivir los momentos más hermosos al lado de mi padre. Todo transcurrió en hermosas anécdotas de algunos compañeros de mi padre, otros momentos de gloria, y no se habló de lo que les sucedió en la última misión.

Llegamos a casa, Esperanza nos hizo un chocolate caliente, el día era frío y amenazaba tormenta durante la noche, no hablamos nada hasta el día siguiente, mi madre nos reunió a todos, nos mencionó que en unas horas teníamos que ir con un notario, mi padre dejó un testamento y tenía la misión de leerlo al día siguiente de su sepelio. No muy de buenas nos arreglamos, era necesario estar presente todos, llegamos ante el notario, entregamos nuestras identificaciones, nos pasó a una hermosa sala circular, en medio había una mesa de centro con lo necesario, una computadora, algunos libros y dos carpetas con documentos.

Nos dio la bienvenida y sin más comenzó a leer:

— Yo, Raymond Steele, en pleno uso de mis facultades físicas y mentales, dicto este testamento:

A mi querida Carla Steele, le dejo la casa que era de mis padres, más $1,000.000.00 un millón de dólares, a Esperanza Johnson, Anastasia Steele, Katherine y Ethan Kavanagh, les dejo un terreno de cinco mil metros cuadrados, más un $1,000.000.00 millón de dólares para cada uno, mis autos quedarán de la siguiente manera, el Jeep para Ethan Kavanagh, la Cherokee para Katherine Kavanagh y la Suburban para Anastasia Steele, mis pertenencias de campismo, las ocuparan para viajar con mi querida Carla y mi hermana Esperanza.

Es mi decisión, dejarlos protegidos, sé que harán un buen uso de los bienes y el dinero que les dejo, ninguno de ustedes son interesados en los bienes materiales, pero también sé que cada cosa que obtienen, le dan el mejor uso en la vida, mi ropa deseo que se queme en su totalidad, a excepción de las prendas que a Ethan le agradan, asimismo, mis joyas y objetos personales serán repartidos entre mi esposa y Anastasia, si alguno de los demás desea algo de la relación de objetos anexa, con confianza pueden quedarse con ella, el pago del seguro del ejército, lo dejo de la misma manera, repartido en partes iguales, entre las cinco personas que más quiero.

Atentamente 

Raymond Steele.