Capítulo 2

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Capítulo 2: Un beso de película

Bella y Aarón estaban bailando en la pista de baile cuando les ofrecí unirse al juego.

Aunque ellos nunca me lo admitirian, sé que sentían algo el uno por el otro. Las escapadas de los dos, solos a altas horas de la noche me lo confirmaban.

Aún así, prefiero no mencionarles nada para no hacerles incomodar. Si me lo quisieran contar, ya me lo habrían contado.

Bella da pequeños saltitos mientras seguimos a Aristo. A ella le encantan esta clase de experimentos adolescentes camuflados como juegos. A mi y a Aarón no tanto.

—¡Traigo dos nuevos jugadores!—Dice Aristo, hablándole a nadie en particular.

No parece que en ese grupo le hagan demasiado caso. Nadie le contesta, ni siquiera le dedican una mirada de aprobación. Él parece levemente decepcionado, pero rápidamente lo disimula y nos invita a sentarnos.

Lo bueno de jugar con un grupo grande de gente que apenas conoces a un juego tan hormonal como 'Verdad o Atrevimiento' es que no te eligen a menudo. O en mi caso, directamente no te eligen.

Una parte de mi, la más irracional y romántica, esperaba vivir alguna de esas novelas que he leído. Jugar y que el chico más mono de toda la fiesta me pidiera que hiciera algo tan embarazoso y sexy que... no sé ni siquiera que esperaba exactamente del estúpido juego.

—Quiero irme a casa.

—¿Tan pronto? ¡Yo no me quiero ir aún!—Dice Bella, mirando a Aarón con ojos suplicantes.

En ese momento sé que he perdido la batalla. Aarón jamás haría algo que disgustara a Bella.

—Yo tampoco, Katherine. ¿No nos podemos quedar un poco más...?

—Puedes irte en mi limusina. Está aparcada en la puerta. Tú solo di que tienes el consentimiento de Aristo y te llevarán a donde quieras.

Le agradezco a Aristo su amabilidad. Para ser la primera vez que hablo con un Archibold no me ha ido tan mal.

La única limusina aparcada en la puerta es, supongo, la de los Archibold, así que me dirijo directa a ella y doy leves golpes en la ventana del piloto. Un señor calvo y con cara de pocos amigos la baja y me habla: —¿Usted es...?

—Mi nombre es Katherine. Katherine Kummer. El señor Aristo Archibold me ha dicho que podía coger su limusina.

Él me mira con cara de pocos amigos y de que no me cree. No me extraña, los Archibold son tres hermanos guapísimos, irresistibles y poderosos. No quiero siquiera imaginar la cantidad de mujeres que trataran de colarse en su coche como si nada.

—Déjala pasar.—Dice una voz desde el interior de la limusina, y yo me estremezco por la profundidad de esta.

La puerta se abre automáticamente. ¿Es esto última tecnología?

Dentro de la limusina se encuentra Arion Archibold, con mirada fría e indiferente. Junto con su hermano mayor Alexander, son los robots de la familia. Parecen incapaces de sentir o expresar sentimiento o emoción alguna. Nada de nada.

Bella y yo a veces llegamos a plantearnos que fueran partes de la mafia rusa y por eso tanta frialdad y secretismo, pero rechazamos la idea hace algunos años.

—¿Nos conocemos?

Lo dudo.

Cuando tenía 14 años, tenía el enamoramiento más tonto en él posible. Él jugaba en el campo de fútbol al que yo iba frecuentemente a leer o escribir, aunque más que leer le observaba hacer ejercicio. Me encantaba, aunque nunca me atreví a decirle una sola palabra, ni siquiera por cortesía.

A los 15 años se volvió en lo más parecido a un playboy de novela, y mi admiración y enamoramiento por él pasó a un segundo plano hasta extinguirse. Los playboys son imposibles a no ser que seas parte de una película o de una novela de Wattpad.

—No lo creo. Mi nombre es Katherine.

—Arion Archibold. —Su sonrisa de suficiencia mientras lo dice me hace plantearme como un humano puede ser tan... hermoso.

Cada parte de él es perfecta: su pelo, castaño y en el punto medio entre rizado y liso es tremendamente sensual. Sus ojos son de un azul tan cristalino que siento que mi alma se podría ver reflejada en ellos, y su sonrisa es blanca como la nieve.

¿Se habrá planteado hacer un anuncio de la marca dental Colgate?

Su cuerpo es lo más parecido al cuerpo de un Dios griego: perfectamente estructurado, con muchos tatuajes que parecen carecer de significado.

—¿Te gusta lo que ves?

Mi cara se sonroja. No me había dando cuenta de que le miraba de manera descarada.

Piensa rápido Katherine, piensa rápido.

—Tengo que admitir que eres mejor de lo que cuentan.

La sinceridad con Arion Archibold parece la mejor opción en esos momentos. El chaval sabe que es un Dios griego, ¿para que negarlo? Su ego ya esta por los cielos.

—Sincera y directa. Me gustas.

Me remuevo nerviosa cuando él se acerca a mis labios. La limusina está en marcha y ni siquiera he dicho dónde es mi casa. Tampoco es como que me preocupe: desde que mi madre y el director decidieron oficializar, vivimos en la casa de lujo de este último, en el mismo barrio que los Archibold.

Sus ojos se encuentran con los míos. Brillan tanto que podría iluminar la calle entera con su brillo.

Sus labios se encuentran con los míos, y el alcohol responde más rápido que yo al devolverle el beso.

Cualquier historia que he oído de Arion Archibold le hace poca justicia. Es, sin duda, el mejor besador de toda la ciudad. Sin duda alguna.

Su beso no es dulce ni delicado, es pasional, sexy y rápido. Mi cuerpo entero tiembla, en parte por él y en parte por el alcohol. Yo le correspondo, sin saber muy bien cómo seguirle el ritmo.

Solo he besado a una persona en mi vida, y esa persona fue Bella. Una tarde aburrida decidimos que sería divertido dar nuestro primer beso juntas y a la vez. Así que nos besamos. Nada serio.

Las manos de Arion comienzan a moverse y oigo el clic metálico del cinturón al desabrocharse.

¿Qué...?

Mi cerebro no procesa lo suficientemente rápido. Estúpido alcohol.

Sus manos viajan hasta la cola de mi vestido, y cuando se dispone a subirlo entro en pánico.

No puedo hacer esto. No aquí, no con Arion Archibold, por muy guapo que sea.

—Arion, para. —Le digo yo, pero parece que no me escucha. Repito de nuevo, y a la tercera vez parece escucharme.

Sus ojos tienen confusión, y estoy segura de que me encuentro más roja que un tomate. Su amigo está parado y aparentemente listo para la acción.

—No... no pienso hacerlo contigo.

Y con la misma, el chofer para el coche y yo salgo huyendo.

Al final sí que tuve mi beso de película. Simplemente no acabó como en las novelas románticas. 

 

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