Capítulo 6

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Capítulo 6: Orgullo, prejuicio y algun que otro sentimiento.

Necesito seriamente ayuda profesional.

Alguien que me pare de quedar con Arion cada vez por simple curiosidad.

Se está volviendo enfermizo. Mis pensamientos se dirigen todos hacia él, hacia como será su vida, su pasado... Esto roza la obsesión.

Camino hacia su casa. No sé porqué me he puesto los pantalones más largos y la camiseta más ceñida de todo mi armario.

Un poco de precaución nunca viene mal, supongo.

La casa de los Archibold es majestuosa. Tiene un jardín de hierba con una fuente preciosa, y la casa es de color blanca con tres pisos. Sobra decir que yo nunca he estado dentro.

Me dirijo hacia la puerta y toco el timbre, increíblemente nerviosa de repente.

Respira Katherine, haces esto por tener la primera edición de tu libro clásico favorito.

La puerta se abre y una chica hermosa rubia me sonríe abiertamente.

¿Es que todos en esta casa tienen sonrisas perfectas?

—¿Es usted Katherine Marie Kummer?

—Hm... Sí.—Digo yo, algo dudosa.

Me sorprende que se sepa mi segundo nombre y apellidos.

—El señor Arion te espera en la tercera puerta a la derecha. —Dice ella, despidiéndose.

Trago grueso, mentalizandome.

No es nada serio, solo una quedada de amigos para ver una de las mejores adaptaciones cinematográficas de una película clásica.

Toco la puerta por simple cortesía, no sea que me encuentre algo que no quiera ver.

—Pasa.

Su áspera voz pasa a través de mi cuerpo y se cuela por mis costillas. Me sorprende la profundidad con la que habla de manera natural, casi como si fuera un ronquido. Un ronquido muy sexy.

Entro por la puerta y visualizo una sala de juegos con futbolín, libros, y sofás. Muchos sofás. Hay una tele que debe costar más que mi casa entera, en la que está puesta Netflix con 'Orgullo y Prejuicio'.

—He preparado palomitas y chuches. Espero te gusten.

Asiento tímidamente. No considero oportuno pensar en la cantidad de calorías que debe tener esa cuenco de palomitas.

Arion señala el sitio disponible a su lado para que me siente. Yo camino lentamente.

—¿Puedo quitarme los zapatos?—Pregunto yo y él asiente.

Le da al play de la película y todo se queda en silencio. El único sonido son nuestras respiraciones, las voces de Elizabeth Bennet y Darcy y el chasquido que hacen las palomitas en nuestras bocas.

De repente ese momento se vuelve completamente surrealista. Siento mi cuerpo entero temblar, y mi cabeza está muy lejos de aquí. El cuerpo de Arion desprende demasiado calor, y siento que su toque cada vez que intento coger una palomita me quema.

Mi respiración es tan irregular ahora mismo. ¿Qué leches me pasa?

—Nunca entenderé que motivó a Darcy a contarle a Elizabeth, así porqué sí, que está enamorado de ella y desea casarse. —Dice él, comentando la escena que está en la pantalla.

En el mundo de Elizabeth y Darcy llueve a cántaros, y las confesiones de Darcy son transportadas por la lluvia.

—Darcy se da cuenta de que su única oportunidad de ser medianamente feliz es con Elizabeth, y decide dejar su orgullo a un lado y decirle lo que siente hacia ella.

—Eso es claro, pero no entiendo porqué en ese momento. Se ha mudado, es un hombre respetable y Elizabeth está cegada por sus prejuicios y le odia. Está exponiendo su dignidad en bandeja.

—Primero, Elizabeth no le odia, simplemente está cegada por sus propios prejuicios sobre el señor Darcy y eso le impide ver la realidad: que se atraen mutuamente. Segundo, no es perder su dignidad ni dejar de ser un hombre respetable, es saber cuándo dar el brazo a torcer para conseguir algo que te puede hacer aún más feliz.

El aire es tan tenso que podría cortarse con un cuchillo en estos momentos.

Arion me mira, analizando, como si fuera una clase de proyecto de ciencias. Sus ojos brillan de tal manera que casi puedo ver mi alma reflejada en ellos.

Mi corazón está a mil por hora, y creo que por fin tengo una idea del porqué. Yo también me he dejado cegar como Elizabeth, negando la atracción que mi cuerpo y mente sienten por el hombre misterioso que tengo al frente. No es enamoramiento, no es que me guste. Es atracción, fuerte, poderosa, magnética. Casi dolorosa.

De repente me muero porque me bese. Por que sus labios busquen los míos y que las chispas en mi interior se vuelvan a encender, como aquella noche en la parte de atrás de su limusina. Así podría satisfacer la necesidad que tengo de él, de su toque, y volver a mi vida normal.

—¿Te cuento un secreto?—Pregunta él.

No quiero ningún secreto ahora, quiero tus labios sobre los míos.

En vez de eso, digo:—Claro.

—Creo que la atracción que sentía Darcy por Elizabeth era tan fuerte que hasta a él mismo le aterraba. Un hombre frío, respetable, arrogante; enamorado de una mujer que es casi tan fuerte en pensamiento como él. Debe de haber sido duro para él admitirse a sí mismo y al mundo que amaba a Elizabeth Bennet.

Yo asiento con la cabeza, de acuerdo con lo que dice por primera vez desde que le conozco.

Y entonces pasa. Sus manos hacen impulso hacia delante y sus labios buscan los míos, ansiosos.

Y esta vez, yo estoy totalmente consciente de ello.

Y esta vez, yo estoy totalmente consciente de ello

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Atrevete a EnamorarteWhere stories live. Discover now