Capítulo 14

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Arion Archibold

Estoy jodido.

Estoy muy jodido.

¿Cómo se me ocurre?

El plan era venir a su casa, comprobar que estaba bien, molestarla con un poco de maldad e irme.

Era sencillo.

Sin embargo ella tuvo que ser testaruda, pesada y completamente sexy y adorable retandome por ser yo mismo.

Yo pude haber sido más inteligente, alejarme de ella y dejarla con la palabra en la boca.

Pero nunca nada de lo que usualmente hago lo hago con ella. ¿De qué me sirve tener un coeficiente intelectual tan alto si la veo a ella y me vuelvo un cachorrito indefenso?

Es frustrante que una persona llegue y consuma tus pensamientos, que tome tu energía y que, para colmo de males, te frustre hasta el punto de querer tirarte de los pelos.

Katherine Kummer es de esa clase de mujeres frustrantes, letalmente transparentes y valientes. Es tímida e insegura, pero no lo suficiente como para callarse conmigo.

Me levanto lentamente y la observo. Se ha quedado completamente dormida poco después de nuestra sesión de sexo.

Esta chica tiene una habilidad para quedarse dormida después de practicar cualquier acto sexual. Recuerdo como llego al orgasmo en la limusina y poco después cayó rendida en la misma posición en la que le ha había hecho gritar mi nombre.

Esa noche fue de las mejores de mi vida en cuanto a experiencias sexuales se refiere. Nunca había dado sin recibir, siempre he sido el que piensa por sí mismo y por su propia satisfacción. Pero en ese asiento de limusina no me importo tocarla y hacerla llegar sin recibir nada a cambio de su parte.

Me gustaría decir que me siento mal, que yo no quería hacerlo, que he sido injusto al tomar algo que ella quería que fuera perfecto... pero no me arrepiento en lo absoluto.

Me moría por tenerla en la cama y oírla gemir mi nombre una y otra vez.

Soy un puto egoísta por querer tenerla para mi en un estante cuando ni siquiera sé yo mismo lo que quiero o lo que le puedo ofrecer.

Necesito salir de aquí.

Alejarme de su olor corporal a coco que tan loco me vuelve y que he tenido la oportunidad de oler en profundidad hace menos de diez minutos.

Necesito mantenerme alejado de ella.

Como si fuera tan fácil.

Ya he tomado lo que quería, entonces, ¿por qué quiero más?

Mi apego con ella era eso: un apego. Tensión sexual acumulada por la cantidad de veces que me dejó con las ganas.

Ya he satisfecho esa tensión sexual, así que ya me puedo ir y dejarla sola.

Para siempre.

Tal y como ella siempre me ha pedido, tal y como yo siempre he querido.

Para mi buena suerte, Katherine no se da cuenta de que me he movido y sigue durmiendo profundamente.

Se ve tan jodidamente tierna dormida.

Es como ver a una gatita indefensa. Una gatita que siempre parece tener las garras listas para pelear conmigo y que me ha clavado las uñas en la espalda como si la vida le dependiera de ello.

La puerta de la cocina está abierta así que entró por allí y rezó por qué Alexander y Aristo no estén cerca. No me siento de humor para compartir algo tan especial e íntimo con Alexander o para tener una conversación profunda con Aristo sobre cómo el sexo no me hará del todo feliz en un futuro.

Avanzo lentamente por la cocina y observo que, en efecto, no hay nadie. Ahora que me siento a salvo de chicas frustrantes y hermanos pesados puedo tomarme un segundo para respirar.

—Parece que te han dado la follada de tu vida, ¿eh?

O no.

Mi mejor amigo Daniel me mira con una sonrisa divertida desde la puerta.

—¿Quién ha sido la chica? ¿Es buena?

No lo sabes tu bien.

—¿No me vas a contar, hermano? Pensé que no había secretos entre nosotros.

—Y no los hay.

—¿Entonces cuál es el problema? ¿No quieres que sepa quien es para poder follartela tú solo?

La simple insinuación de que alguien más que no sea yo la folle invade mi mente y me hace ver rojo.

No puedo imaginarla con otro.

No de esa manera, no cuando la acabo de desflorar en su habitación acabando totalmente con su inocencia.

No cuando me hace sentir completamente embriagado con cada palabra.

Es egoísta, es injusto, es poco racional, pero es lo que siento. Y lo odio.

Lo odio con toda mi alma.

Odio que ella me haga sentir algo que creí que nunca podría sentir.

—Callate y pasame una botella.

Daniel sonríe, como si hubiera sido eso lo que había estado esperando toda la conversación. 


Nota de autora: ¡Hola a todos!

Sé que ha pasado mucho desde la última actualización, pero he estado saliendo y entrando del hospital (siendo ingresada) y no disponia de tiempo (o ánimo) para sentarme a escribir algo.

Aunque no estoy totalemente recuuperada ya me siento más ilusionada para escribir, así que espero que aún esteis dispuestos a leer (:

Hasta la próxima. 

Atrevete a EnamorarteWhere stories live. Discover now