Capítulo 5: El alta.

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Alan

—Mamá, voy a estar bien. —Repito, por quintodécima vez, las manos me tiemblan alrededor de sus menudos brazos, ella llora a pleno pulmón, como si en vez de estar recibiendo el alta estuviese siendo conducido al matadero.

—No, Alan, no lo vas a estar.— Inspira con fuerza por su nariz, volviendo a descargar un llanto intenso contra mi pecho, sus manos aferradas a la camiseta blanca que llevo, no tengo otro tipo de ropa que no sea la del centro. 

—Mamá...mamá, escúchame, por favor.—Aprieto sus brazos con ligereza, intentando captar su atención, ella alza la mirada hacia mí, mis dedos limpian las lágrimas que descienden por las líneas de sus arrugas.—Voy a regresar a por ti, ¿vale? 

Sus labios quieren sonreír, pero tiene miedo.

—Mientes, solo lo dices para que te permita ir.

—No, joder, mamá.—Insisto.—¿Cómo crees...? Siempre te he cuidado, y seguiré haciéndolo, lo sabes.—Ella asiente, soltando un pequeño gemido doloroso, sus temblorosas manos toman mis mejillas, acercándome a sus labios para darme un beso en la frente.—Te quiero, te juro que tardaré lo menos posible.

—No te mates, por muy duro que sea ahí fuera, por mucho que insistan los demonios, no hagas locuras, ni contra ti mismo, ni contra los demás.

Asiento con pesadez.

Sé que estoy haciendo una promesa difícil de cumplir, y que quizás, deba profanar, pero tengo que prometerlo para que Margaret esté bien hasta mi vuelta a por ella.

—Alan.—La Doctora Hanse hace su aparición, Margaret sabe lo que esto significa.— Es hora de irse.—Sonríe con amargura. 

—Estaré bien, cuidate mucho, regresaré pronto.— Murmuro rápidamente, en el último abrazo que Margaret y yo, nos damos.

—Adiós, mi vida. 

Ella se sienta sobre una de las sillas, despidiéndose con la mano derecha, mientras con la izquierda sostiene un trozo de servilleta contra su nariz.

Me duele el corazón al dejarla aquí, pero ahora mismo no tengo un techo ni un lugar al que poder llevarla para que esté segura, primero tengo que ser capaz de sobrevivir por mí mismo para después hacerme cargo de ella.

—¿Va a extrañarme, Doctora Hanse?—Pregunto, caminando tras su espalda.

—Alan, definitivamente, este centro no será lo mismo sin ti, el aura  terrorífica que tu presencia imbuye sobre los enfermeros se desvanecerá. 

—Oh, entiendo que todos serán más felices ahora.

Ella se gira, mirándome de frente, estamos en mitad del pasillo que lleva a la sala de espera en la recepción, justo antes de la salida.

Salida...

—Todos no.— Sus orbes me recorren lentamente.—Yo... no.

Una sonrisa se pronuncia en mis labios, me acerco lentamente, acariciando su menuda cintura, para pegar su vientre plano contra mi abdomen. 

SCHIZOPRENIA✔Where stories live. Discover now