Capítulo 13: Karma

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Alan.

''Vamos, mátala de una vez''

Pum.

—Sies.

''Estás demasiado histérico como para pretender que esa mierda funcione, oh...Alan, ¿dónde están los ansiolíticos y los antipsicóticos ahora?''

Pum

—Tengo algo más efectivo que todo eso.—Comento, tras darme otro ligero cabezazo contra la pared, necesito que Schizo pare, necesito dormir, necesito olvidarme de la chica pelirroja que hay justo en la habitación de al lado.

''Si la matas, dormirás bien toda la noche''

—No quiero hacerlo, es una buena chica, no hay motivos.

''¿La diversión no es un motivo? Somos monstruos, Alan, no tenemos principios morales''

—Ah...tan pesado.

Me giro, apoyando mi espalda desnuda contra la pared, estoy sin camiseta, mis ojos dormilones vagan por todos los rincones de la habitación, hay un Schizo tumbado en la cama, jugando con una pelota anti estrés, otro en el suelo, haciendo abdominales, uno más caminando por encima de los muebles mientras cacarea como una gallina y un último Schizo colgando de un cable desde el techo, ahorcado.

—¿Puedes dejar de reproducirte como una maldita plaga de cucarachas? 

—Me encuentro pletórico, soy feliz en plena libertad, es como... el león que al fin sale de jaula, Alan, tú también estás saboreando el placer de esta sensación.

Ruedo los ojos, todos los Schizos desaparecen, quedando tan solo el que está acostado en la cama, me siento junto a él, nos miramos en silencio.

—Mata a la chica.—Susurra, con una sonrisa alentadora.— Te sentirás mejor.

Mis ojos viajan hasta mis manos temblorosas, deseosas de sentir la carne retorcerse bajo ellas, de notar la cálida temperatura de la sangre recorrer los dedos, brotar por los nudillos, y el pulso del corazón, debilitándose.

—¿Por qué necesito tanto esto?—Cuestiono en un murmullo, odiándome por ser así.

—Porque es parte de ti.

—¡No mientas!—Le grito, levantándome, cojo un cuadro de la pared y lo arranco, tirándoselo a la cara, él desaparece, y me quedo a solas con las voces.

Se acabó.

Abro la puerta de la habitación, dirigiéndome a la suya, toco fuertemente, escuchando como jadea por el miedo, sé que  no ha conseguido conciliar el sueño.

—Abre.—Ordeno.

—No.—Se niega.

Río.

—¿Quieres que tire la puerta abajo? 

—¿Para qué diablos me has hecho encerrarme entonces? Si vas a matarme de todas formas...

—Los locos no somos coherentes, Gardenia.—Toco una vez más.—Abre.

—¿Qué diablos pretendes hacer? 

—Solo quiero darte un abrazo.—Miento. 

Silencio.

—Comeremos galletas.—Añado, pero sigue sin contestar.—Y gelatina de fresa.

—Eres un tanto retorcido ¿sabes? 

Mis ojos parpadean, tuerzo el rostro a un lado observando la madera de la puerta, me gustaría ver su expresión en este instante.

—¿De verdad? no me había dado cuenta, gracias por decírmelo.— Mi expresión se enseria.—Abre la puerta.

SCHIZOPRENIA✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora