Capítulo 33: La cruda realidad

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Dakota

Los chicos se van, me despido de ellos con la mano viendo como se alejan, la conversación que hemos tenido en la intimidad ha sido un tanto especial, ellos coinciden en que Alan no está bien de la cabeza, y que debo huir de su lado lo antes posible. 

Sé que él no es normal, sé que no es ni siquiera lo que se podría catalogar como humano, ¿pero qué hacer si ya lo amo así tal cual? creo que todos, por muy buenos ,malos, difíciles, extraños o raros que seamos, tenemos a alguien en alguna parte del mundo que nos aceptaría tal cual fuésemos, bien, yo soy esa persona para Alan.

—Hola.—Escucho su voz de nuevo tras mi espalda, a lo que sin poder evitarlo una sonrisa se dibuja en mi rostro, me encanta cuando intenta llamar mi atención, hay cosas que nunca cambian, a pesar del tiempo y la distancia.

—Hola, señor psicópata enloquecido, ¿está usted más tranquilo? 

Él se acerca a mi, tiene puesto un pijama de franela, con un reno dibujado en la parte de arriba, de sus cuernos cuelgan dos cascabeles que suenan al moverse, no puedo evitar reírme, ¿de dónde ha sacado eso? 

—¿Tienes algún problema con los renos?

—En absoluto, ¿a Schizo le gustan? 

—Schizo no tiene gusto por la moda.—Explica, poniendo cara de aburrimiento, sin poder evitarlo, alzo mis tobillos, apoyando mis labios en su mejilla. —Ah...quiero hacerme el duro, pero yo así no puedo.—Replica, tomándome entre sus brazos, para comerme a besos, hasta que Margaret empieza a toser por la magdalena.

Lleva tres horas para comerse ese dulce.

—Quiero enseñarte algo.—Murmura en voz baja, a lo que yo también tengo algo que decirle.

—Alan, necesito ver a mis padres.

—Lo sé, pero antes, quiero enseñarte esto.

Él tira de mi mano, subiendo escaleras arriba, cuando estamos en mitad del pasillo superior, tira de una trampilla, dentro se ve oscuro y polvoriento, un escalofrío me hace temblar.

—Alan... no sé si quiero entrar ahí.

—Tranquila.—Tiende su mano hacia mi.—No tengas miedo, estás conmigo.

Trago saliva, asintiendo una vez mis dedos se enlazan a los suyos, subimos despacio, la escalera de madera cruje, y se siente quebradiza  bajo mis pies.

—¿Qué hay aquí? —Cuestiono, viendo que enciende una lamparita, un montón de trastos aparecen, más cuando me fijo bien, descubro algo bastante tétrico.—Dios...

—Lo sé, es una puta locura.—Asiente él, caminando entre esas ''cosas'', como si nada.

—Alan.—Las palabras se me atoran.—¿Qué es todo esto? 

—Aun no has visto nada.

Todo está lleno de simbología satánica, con muñecos que parecen budú, varias tablas de ouija, calaveras, cruces... 

—Mira esto.—Me muestra una daga muy extraña, plateada, con gemas incrustadas.—Y esto.— Hay cadenas, armas punzantes y más cosas horribles.

—Por ... ¿por qué está todo esto aquí? 

—Esta era la casa de mis verdaderos padres, Dakota.

Noto otro escalofrío recorrer mi cuerpo, tengo la sensación de que me están observando, me siento muy incómoda, Alan se da cuenta, a lo que me echa el brazo por encima, me dejo arropar contra su cuerpo, aferrándome con los dedos al reno con cuernos de cascabeles.

SCHIZOPRENIA✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora