CAPITULO. 16

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Su mirada se encuentra con la mia, sus ojos brillan como dos luceros, suspira y pasa la lengua por sus labios.

-Necesito darme una ducha. -hace fuerza para soltarse de mi agarre y rapidamente baja las escaleras.

Nunca me habia costado tanto lograr acostarme con una mujer, y que Dulce no quiera satisfacer nuestros deseos me hace desearla aun más.
Voy a mi habitación para vestirme, cuando escucho que tocan a la puerta.

-Allá voy. -abro la puerta.

-Ucker, traigo la ropa para la
muchacha. -Thailor trae en sus manos una bolsa, la cual me entrega.

-Okey Thailor, ¿nos llevarás tu a el elipuerto?

-Sí, son ordenes de Rafael, dice que no quiere rastros de tus autos por ningun lado. -muy bien pensado, Padre lo tenia todo bien organizado, no se le escapa nada. Me despido de Thailor y voy a llevarle la ropa a Dulce.

Abro la puerta de mi recamara y después la del baño. Veo a Dulce María en la tina con su cabello mojado y desnuda, ella voltea rápidamente y me mira.

-Salte de aquí, me estoy bañando. -sonrrio.

-Te traje la ropa.

-Dejamela ahí pues, pero, ¡salte ya!

Suelto una carcajada dejo la ropa a un lado y salgo para después apollar mi espalda a la puerta y seguir riendo.
¡De veras esta temenda!

Pocas horas después me encuentro en el helipuerto junto con Dulce.

-No quiero ir en helicoptero, no me gusta. -sentencia.

-Algo me dice que a la muñeca le da miedo volar. -rio

-Te equivocas, no le temo a nada ni a
tí. -su mirada es desafiante y yo sigo riendo.

-Lo que tu digas nena. -voltea los ojos. -Andale sube.

La hago subir al helicoptero palmeando su nalga derecha.

-Auuh. -gime -Eres un tarado, no me toques. -subo con ella y nos ponemos rumbo a Cancun.

Llegamos a la preciosa isla, y más en concreto a una de las mansiones de el Romano, está decorada a el detalle, con unas grandes palmeras en el jardin y unas vistas explendidas a la playa.
Uno de sus guarda espaldas nos espera en la entrada de el lugar.

-Seguidme. -asiento.

El hombre nos guia dentro de la mansión para después subir una escalera.

-Benita os dirá lo que debeis hacer.¡Benita!. -una señora de unos cincuenta años sale de una de las habitaciones.

-Si, Gregorio, dime.

-Ya llegaron los muchachos, hospedalos y después avísele a el Señor. -la señora asiente y entra de nuevo a la habitación de la que salió.

-Muchacho, ven, andale. -sonrrio, se que se refiere ami, asi que entro, y Dulce me sigue. -Si no me dices lo contrario, esta será tu recamara. -asiento.

-No, ok, esta está bien, no se preocupe. -Dulce se sienta sobre la cama y la señora hace lo mismo.

-Ahora señorita, sigame usted. -pasa la mano por la pierna de Dulce y sonrrien.

La señora Benita se pone en pie y Dulce la imita, salimos de la habitación y justo entramos a la habitacíón a la derecha de la mia.

-Esta será para tí, hermosa. -acomoda una almohada sobre la cama. -Ahora si me disculpan, tengo que avisar a mi patron de su llegada, con permiso.

La amable señora sale de la habitación dejandonos solos.

-Por fín te alejarás de mí. -suspira aliviada. Se nota que no conoce a el Romano, no es ni la mitad de compasivo que yo.

-Me rogarás que te lleve de vuelta conmigo. -sonrrio

-Brincos dieras, mi rey.

La puerta se abre.

-Perdón, debí llamar antes, pero el Señor los quiere ver ya.

Segundos después nos encontramos frente a la puerta en la que detrás está el Romano. Benita llama a la puerta, para después de oir un "pasad" abrirla.

-Señor, ya estan aquí. -no logro verle la cara.

-Retirese Benita, dejame a solas con ellos.

Benita nos mira, asiente y se marcha, dejando la puerta entornada. Termino de abrir la puerta y entramos a el despacho, el Romano se encuentra de espaldas mirando por el gran ventanal. Al voltear me doy cuenta de que este señor cada dia es mas feo y viejo, tiene sesenta y cuatro años pero tiene la apariencia de un hombre de ochenta, su cara presenta decenas de arrugas y manchas, el pelo canoso y sus ojos caidos demuestran que los años no pasan en valde y menos, para él.

-Hola Ucker. -estiende su mano y yo la tomo. -Hola señorita. -Dulce no presenta ninguna emoción en su cara. El Romano agarra su mano y la besa, Dulce retira la mano fuertemente y la limpia con su pantalón.

-Qué quiere de mí. -lo mira con odio y después a mi. -¿Porque Ucker? Dejame ir, porfavor. -comienza a lloriquear.

-Te compré. -suelta de repente. -Sí, llevo viendote entrar en la escuela por tres meses y me encantas, tu manera de andar, como te queda el uniforme, tu cabello rojo, tu pequeña nariz... Dulce te necesito aquí conmigo.-hace una pausa. - Y quieras o no, lo estarás. -sentencia

Este hombre está enfermo ¡Dios mio!
Dulce llora mas y más fuerte.

-¿Cuando desea que me marche?. -pregunto.

-Ya le pague la mitad a Rafael, la otra mitad es para tí. Te iras en dos dias a no ser que quieras quedarte unos dias más, por mí no hay problema, pero quiero que estés aqui estos dias para que me ayudes a domar un poco a esta fiera. -sonrrie burlón y yo hago lo mismo, ella solo nos mira con odio, voltea y sin que nadie se lo permita sale de el despacho pegando un sonoro portazo. -Menuda nos tocó, si tiene genio la chamaca. -rie a carcajadas.

Luego de eso nos tomamos unos tragos, y nos disponemos a ir a cenar.

-Avisale tú, yo les espero abajo. -ordena

Entro a la habitación de Dulce y la encuentro sobre su cama profundamente dormida, tomo asiento junto a ella y me quedo observandola, tiene los ojos algo inflamados, pero aun así, se ve preciosa . Paso mi mano por su cabello y ella despierta con mi simple contacto alejandose rapidamente de mí.

-Largate. -sentencia

-Vamos a cenar Dulce, hace rato que no comes nada y necesitas comer algo.

-¿Porque finges preocuparte por mí? deja de comportarte como un miserable, largate, no quiero verte la cara, imbecil, largate. -grita.

Decido salir de la habitación dejandola con su drama y me dirijo a cenar con el Romano.

-Nada, no logro hacerla bajar.

-Menuda terca. -sonrrie. -La domaremos, toda fiera se puede domar.





Se Queda Conmigo (Vondy) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora