Capítulo 2

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Hola! Dejo esto por aquí, es tardisimo así que no me voy a enrollar, solo deciros que os quiero mucho y que los comentarios que me ponéis me dan años de vida, jeje.

Se lo quiero dedicar especialmente a mi Minion, para darle las gracias por todo.

Disfrutad:

II

Seis meses antes:

Miró su reloj casi por inercia, sabiendo perfectamente que, una vez más, llegaba a casa pasadas las doce de la madrugada, suspirando visiblemente cansada y con una ligera molestia en la sien que anticipada dolor de cabeza.

Su aliento apestaba a cerveza, quizás se había pasado tomando de más pero se vio incapaz de rechazar las rondas a las que fue invitada al finalizar su reunión con el embajador americano, el mismo con el que había tenido ya más de un encontronazo debido a su temperamento y no deseaba que sus relaciones con Estados Unidos se truncasen de forma violenta negándose a acompañar a aquellos enviados para parlamentar con ella a disfrutar de la tarde noche de Madrid.

Giró la llave, despacio, sin hacer el menor ruido, sabiendo que sus hijos hacía ya demasiado que estarían sumidos en el mundo de los sueños, entrando a su hogar de puntillas, dejando las llaves sobre la mesita y colgando su chaqueta en el perchero, dejando que sus pasos la guiasen a tientas, recorriendo con cuidado cada estancia de su casa, entrando primero en la habitación de Leo y Manu, viéndolos dormir con una sonrisa y dejando un suave beso, casi una caricia efímera, sobre sus frentes. Saliendo de aquella estancia, entró con idéntico cuidado en el cuarto de Mar, viendo como su pequeña yacía dormidita, bien arropada y con una dulce sonrisa en los labios. Con mucho cuidado para no despertarla, apartó un mechón rebelde de su cara, fascinada una vez más por el enorme parecido que guardaba con Inés, besando también su frente, suavemente y observándola unos segundos de más, antes de abandonar el lugar y dirigirse a su propia habitación, encontrando una rendija de luz bajo la puerta y el completo silencio, sabiendo que Inés seguramente seguía despierta.

Entró, sin hacer ruido, suspirando suavemente mientras se descalzaba, se desvestía y se ponía el pijama, sentándose encima del colchón y mirando a su mujer mientras esta le daba la espalda, sin haber pronunciado palabra.

Una sensación de resquemor nació en su vientre, no había visto a Inés en todo el día, enfrascada cada vez más en su labor al frente del país, enfrentando hasta el cansancio las luchas internas en su propio partido ya que, con el paso del tiempo, los reproches y las acusaciones enfocadas en su matrimonio con la oposición empezaban a hacer mella, obligándola a quedarse en el despacho más tiempo para poder terminar todo su papeleo y no llevarse trabajo a casa, callando así los rumores sobre el supuesto espionaje por parte de la formación naranja dentro de su propio hogar.

Sin duda esperaba un recibimiento más acorde al hecho de haber estado separadas durante toda la jornada, el mutismo de su mujer la obligó a suspirar una vez más, masajeando sus sienes con cuidado, notando como su temperamento y su carácter fuerte tomaban partida, empezando a enfadarse con Inés al no gustarle lo más mínimo su actitud de niña pequeña para con ella, estaba cansada como para tener que enfrentarse a una rabieta de la jerezana.

-Buenas noches...- Susurró, intentando aparentar que nada sucedía, que no había bebido más de la cuenta, que no estaba molesta con ella, besando con cuidado su mejilla. -¿Ha ido bien? ¿Cómo se han portado los niños?

-Muy bien.- Respondió, con la voz mecánica, sin girarse, sin mirarla, acabando poco a poco con su paciencia. –Exactamente igual que cada día Irene. ¿Cómo te ha ido a ti?

-Bien.- Dijo suspirando, sabiendo que no podía añadir nada más, que tenía prohibido hablar con Inés sobre su trabajo. –Aunque bastante cansada, fue un día largo.

After youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora