Capítulo 12

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Hola! Vuelvo a estar por aquí,  jeje, como dije en bar Caribe. Hoy es un lunes de esos que tengo horas muertas por todo el día así que aprovecho y escribo, ya que llevo al día todo o de la uni.

Se lo quiero dedicar a telitalacosa porque hace días que le prometí una dedicatoria y hasta ahora no he podido, lo siento pequeña...

Sin más, os dejo leer no sin antes avisar que quedan entre 4 o 5 capítulos para que termine este fic.

Disfruten:

XII

El sol, insolente, empezó a asomarse por la persiana, bañando poco a poco el comedor, encontrándolas en silencio, dormitando en el sofá sin abrir. La alianza de Irene seguía brillando sobre la mesita, mientras ellas se perdían en su abrazo cargado de corazones rotos y promesas por descubrir. Profundamente encerradas en el mundo de los sueños, encajando como un puzle perfecto, esperando inconscientemente a que llegase el momento de decir adiós a sus vacaciones y volver a Madrid, volver a la rutina, volver a perderse o encontrarse, dependiendo de sus convicciones.

Con un quejido gutural, suavemente abrió los ojos al sentir los rayos del sol contra sus párpados, incorporándose despacito al notar leves pinchazos en su espalda, recriminándose a sí misma haberse dormido en tan incómoda posición, justo antes de fijar su mirada, cargada de legañas, en el rostro apacible y dormido de Inés, atrapada entre sus brazos y respirando tranquila, segura, como siempre que terminaba derrotada en medio de su abrazo reconfortante.

Con un suspiro ahogado, se fijó en los surcos violetas bajo sus ojos, en las arrugas nuevas que aparecían en sus rasgos y el maquillaje corrido como símbolo del llanto al que se había abandonado antes de dormir, con aquella petición, casi un ruego, cubriendo de esperanza su negro futuro y recomponiéndola por dentro como puntos de sutura que pueden saltar en cualquier momento, no en vano pendían de un hilo y aquello que se había roto era demasiado difícil repararlo.

Sus labios, casi con vida propia, se posaron sobre su frente con ternura, despertándola despacio pues no podían tardar demasiado en ponerse en marcha para volver a Madrid. Haciendo gala de su pereza infinita, refunfuñó removiéndose intranquila, luchando por seguir durmiendo a pesar de las agradables cosquillas que Irene depositaba con sus besos en su piel, para finalmente abrir los ojos y cruzarse con aquella mirada castaña, derretida y cargada de ese cariño que la madrileña únicamente guardaba para ella, haciéndose eco de sus propios latidos, despertando antes que ella en su pecho, repiqueteando erráticos como cada vez que amanecía entre sus brazos y sentía que todo su interior vibraba de pura emoción.

-Buenos días Petita.- Susurró Irene, devolviéndole el sentido de la realidad en unos instantes. –Nos quedamos dormidas en el sofá...

Lentamente, Inés se fue incorporando, alejándose de ella y deshaciéndose de ese abrazo donde había estado cobijada, restregándose el rostro y los ojos aun enrojecidos por el sueño, mirándola fijamente unos instantes antes de dibujar una sonrisa demasiado triste en sus labios.

-Eso parece...- Respondió, con la voz algo ronca, volviendo a su gesto serio al ver la alianza que Irene se había quitado y seguía sobre la mesa. -¿Te duele mucho la espalda?

-Solo un poco... Nada grave.- Dijo ella, incorporándose también y cogiendo el anillo que fuera de su anular quemaba demasiado, buscando con ternura aquel colgante donde sabía que Inés guardaba el suyo. –Creo que, por el momento, es mejor que esto lo guardes tú Petita...- Le susurró, quitando con suavidad el cierre del colgante y deslizando su alianza, escuchando como chocaba contra la de Inés con un ruido metálico, un sonido que dolía más que una puñalada en su interior. –Cuando creas que estás lista, devuélvemela...

After youWhere stories live. Discover now