Capítulo 13

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Hola! ya estoy por aquí, tras una larga ausencia debido a que la vida en sí suele ser complicada y a veces es imposible abarcarlo todo. Es mi último año en la universidad y no doy a basto entre las clases, el trabajo y todo lo que debo hacer así que escribiré mucho más infrecuentemente, ruego que lo entendáis.

Sin más, os dejo disfrutar, no sin antes dedicar este capítulo a Ka porque siempre va a poder contar conmigo, en cualquier circunstancia. T'estim (en mallorquí porque así me quieres tú, jajaja)

Disfrutad y recordad que vuestros comentarios son gasolina:

XIII

Un silencio cómodo y tranquilo se adueñó de ellas, Irene conducía camino al apartamento de Pablo, con la mirada fija en la carretera y sonriendo lentamente, sin poder evitarlo, cada vez que sentía la suave caricia que Inés dejaba distraídamente sobre el dorso de su mano.

Por el rabillo del ojo, observaba su rostro tranquilo, su mirada de niña fija en un punto inexacto y aquella mueca dulce, sonrisa pequeña que adornaba sus gestos... Al mirarla, su pecho enloquecía bombeando con fuerza, recordando sin querer frenarlo cada momento feliz a su lado, con la esperanza de un nuevo comienzo, de un futuro, una nueva oportunidad para reconstruir lo que se había quebrado, bailando dentro de su pulso y desbocándolo.

Cuando al fin apareció ante sus ojos el edificio donde residía su amigo, una pequeña risa escapó de entre sus labios al ver como Inés se enderezaba en su asiento, con sus ojos más brillantes que nunca, con una sonrisa que cubría toda su cara haciéndola aún más bella si eso era posible, un cambio brusco en su humor bastante notorio que solo podía deberse a su pequeña Mar y los gemelos, sus hijos por los que la jerezana literalmente se desvivía. Cerca de encontrarse con ellos tras una semana separados, Inés era físicamente incapaz de contener su emoción desmedida, apremiándola a darse prisa pues se moría por estrechar a sus pequeños entre sus brazos, provocándole una vez más la risa y que ese calor en su estómago, tan conocido para ella, hiciese acto de presencia recordándole, casi como una bofetada certera, que su felicidad siempre había estado encerrada en aquella burbuja compuesta por Inés y la familia que habían creado juntas.

En cuanto aparcó el vehículo, pudo ver como la jerezana salía del mismo demasiado deprisa, dando pequeños saltitos sobre la acera, seguramente de forma inconsciente, provocando un nuevo ataque de risa y que moviese la cabeza negativamente sin poder dejar de sonreír, bajando también del coche y cogiendo el equipaje con esfuerzo ya que Inés había llenado la maleta de regalos indiscriminadamente.

-Vamos Ire...- La apremió, enredando sus manos, tirando de ella, sonriendo demasiado viva, como hacía meses que no la veía sonreír. –Verás sus caritas cuando vean todo lo que les hemos traído.

-Seguro que les encanta cada cachivache que has comprado. –Respondió tras una débil carcajada producto de los nervios y la extraña felicidad que se había alojado en su vientre desde su conversación en el tren. –Aunque la más emocionada vas a ser tú, seguro que ni siquiera les dejas abrir los regalos tranquilos, rasgando el papel como si fuesen para ti.

Ante sus palabras, Inés la miró fijamente, entrecerrando los ojos, intentando mostrarse amenazante sin conseguirlo, mientras ella volvía a reír, estrechando el agarre de su mano pues volver a sentirla tan cerca había girado una vez más su mundo. Algo tan simple como poder caminar de la mano con ella, pequeños pasos en su nuevo comienzo, llenaban su alma de alivio y emoción al pensar que no estaba todo perdido, que podían conseguirlo, podían volver a ser una familia.

Frente a la puerta del apartamento, con la llaves en la mano dispuesta a abrir, Inés la miró con el brillo travieso que siempre la había caracterizado gritando desde sus pupilas, con su sonrisa iluminando toda su cara, haciéndole un gesto para que se mantuviese en silencio mientras giraba la llave y, en cuestión de milésimas de segundo, los gritos histéricos de Mar rompieron cualquier sonido ambiente pues había escuchado la puerta y sabía perfectamente que eran sus mamás.

After youWhere stories live. Discover now