Capítulo 9

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Al final aquí está, triplete... No os podéis quejar ehh jajajaja.

Como ya dije en twitter, este capítulo va dedicado a Telitalacosa porque siempre que esté en mi mano intentaré hacerle sonreir, aunque sea solo un poquito. Disfrútalo mucho mi niña.

Recordad, los comentarios hacen muy feliz a la escritora y no cuesta nada ponerlos, son gratis, jeje.

Besitos.

IX

Los días iban pasando, quizás demasiado deprisa, lejos de cualquier rutina, peleándose con Inés entre risas cada mañana cuando la jerezana se negaba a levantarse, claudicando únicamente ante la mención de su desayuno favorito ya que, al igual que la pequeña Mar, ambas se dejaban vencer por su estómago y su apetito.

No podía quitarse de la cabeza su beso, el mismo que habían compartido frente al mar que vio nacer su historia y que tantos momentos les había regalado. Después de seis meses de prácticamente enloquecer echando de menos a Inés en su vida, aquel choque contra su boca le devolvió las alas a su esperanza, casi convencida de que esas pequeñas vacaciones eran lo que habían necesitado desde el principio, desconectar y alejarse del trabajo para reencontrarse consigo mismas y su historia, la misma que no debían dejar escapar.

Manteniendo su promesa de dejarle el espacio que necesitaba, no había vuelto a intentar besarla, dejando que fuese la misma Inés quien buscase todo tipo de acercamiento sin presionarla o agobiarla, a pesar de que su pecho saltaba de alegría cada vez que la jerezana enredaba sus manos cuando se perdían, paseando por las calles de Barcelona que tantas veces habían recorrido juntas y, aun así, seguían descubriéndose como nuevas ante sus ojos, la ciudad cambiaba y ellas la reencontraban descubriendo los matices de dichos cambios con una sonrisa de ilusión en el rostro.

Cada poco rato, Inés la arrastraba visiblemente emocionada hacia cualquier tienda, comprando sin decoro alguno todo tipo de detalles para aquellos que las esperaban en Madrid, en especial para los gemelos y la pequeña Mar ya que la jerezana no era capaz de controlarse cuando se trataba de llevarles regalos de cualquiera de sus viajes, ya fuesen por trabajo o por placer, provocando que Irene la siguiera sonriente, resoplando de vez en cuando al ver como compraba un tercer libro de cuentos infantiles sobre dinosaurios para la pequeña, el quinto rompecabezas para Leo y un puzle de infinitas piezas para Manu, haciendo cálculos mentales para saber cómo demonios iba a meter todas aquellas cosas en la maleta en cuanto volviesen.

Recorriendo incansables cada callejuela, se detuvieron a comer al sentir hambre en un pequeño restaurante familiar donde Inés se enamoró de los macarrones carbonara e Irene tuvo que aguantar más de una carcajada como siempre que la veía disfrutar en exceso de las cosas más simples, decidiendo sin apenas discusión que esa tarde se meterían al cine a ver una película ya que no tenían ganas de volver a casa tan pronto pero tampoco de seguir andando sin rumbo fijo durante más tiempo.

Tras su sesión de cine improvisada, la misma que duró más de lo que imaginaban, se detuvieron a cenar algo liviano mientras Inés aprovechaba para llamar a Pablo por teléfono y, de paso, charlar con sus hijos ya que su amigo se estaba haciendo cargo de los tres en esos instantes.

Irene esperaba paciente su turno mientras la jerezana se enredaba hablando con cada uno de ellos, supervisando sus avances en la escuela y muriéndose de ternura con todas las aventuras infantiles que Mar le relataba casi a gritos al otro lado de la línea, historias enrevesadas por su mente infantil donde su adorada madrina y els moixets (Gatitos) eran protagonistas ya que había pasado varios días con ella cuando acostumbraba a estar solo una noche.

After youWhere stories live. Discover now