V. Cuida bien a la niña

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Todas las hojas son del viento - Luis Alberto Spinetta

En el reloj que está ubicado del lado derecho en la parte inferior de la notebook marcan que son las nueve menos veinte de la mañana. Lali está sentada en la mesa de su pequeña cocina de paredes amarillas mientras bebe un té y responde e-mails de futuros candidatos que alquilarán su departamento durante el lapso que ella no esté. A veces se desvirtúa un poco mirando las fotografías de otros hostels que ofrecen su espacio para los turistas que quieren conocer la isla. Se ríe de algunos comentarios y casi se atraganta con el té al leer a una señora quejarse en inglés porque le vendieron gato por liebre. Las puertas del balcón están abiertas y las cortinas ni siquiera se mueven porque no hay viento. Se oyen algunos ruidos de animales que conviven en el morro, pero después todo es silencio del lindo, del que genera paz y te hace olvidar el tiempo. Hasta que Gastón entra y abre la puerta tan fuerte que la golpea contra la heladera y Lali se asusta casi volcándose el agua caliente en las piernas. 

−¿Qué haces? –se queja, pero Gastón no responde porque está petrificado mirando un punto invisible con una mano todavía sosteniendo el picaporte– ¿Qué te pasa? ¿Te bajó la presión? 

−Se viene. 

−¿Qué se viene? 

−El fin del mundo. 

−¿Tomaste tu medicación, Gastón? –se cruza de brazos. 

−Lo hizo. 

−¿Qué hizo? ¿De quién hablas? ¿Y te podes sentar, por favor? Me pone nerviosa que estés ahí parad- 

−Lautaro me propuso casamiento –dice y Lali lo mira con los ojos y la boca muy abiertos. 

−¿Qué? –es lo único que logra decir. Gastón asiente moviendo la cabeza de arriba hacia abajo muy lentamente.  Está canalizando la noticia desde su desayuno– ¿En serio? Gastón, ¡qué bueno! 

−¿Sí? ¿Es bueno? 

−Obvio. ¿Qué le respondiste? –le busca una mano para ayudarlo a sentarse en la otra silla. 

−Nada. Me lo preguntó y no supe cómo reaccionar... nadie te enseña a cómo reaccionar cuando te piden casamiento. 

−Como base estaría bueno decirle "sí, acepto"–bromea. 

−Es que no sé, me agarró de sorpresa. Nunca hablamos del tema y lo lanza así de repente mientras untas una tostada. Hay que avisar con tiempo esas cosas, las personas como yo podemos colapsar en menos de dos minutos. 

−¿No le dijiste nada? ¿Te quedaste mudo? 

−Durante diez segundos −confirma−  después quise hablar y no me salían las palabras... y cuando le iba a responder, lo único que me salió fue: "¿Vos decís?". 

−Qué romántico. 

−¡Bueno, no lo sé! –se exaspera, levanta la voz y mueve tanto los brazos que le golpea la pantalla de la notebook– me agarró desprevenido. Está bien que lo ame, pero no soy de las personas que se casa, no sé cómo hay que casarse. 

−¿Quién sabe eso, Gastón? –Lali se ríe de sus nervios– ¿Cuál hubiese sido la respuesta correcta si no hubieras dicho eso? ¿Te querés casar con él? 

MI ÚLTIMA CANCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora