IV. Te conocí un día de enero

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Día de enero - Shakira

La víspera del año nuevo destila una energía diferente que obliga a comenzar el día distinto. Brasil siempre fue destacado como uno de los países más festivos y el comienzo de un nuevo año siempre resulta ser otra forma de destacarse a la hora de celebrar el final de una etapa. Río de Janeiro se viste de blanco, se ilumina y expulsa la emoción a través de bailes y gritos, pero en la isla funciona diferente, aunque la energía es la misma porque, bueno, si vamos al caso, a todos nos gusta festejar que cerramos un ciclo para iniciar uno nuevo en el que habrá muchas metas a las que llegar y promesas que auto-cumplirse. Desde el balcón del cuarto, Peter puede percibir la alegría en los rostros de cada mujer u hombre que decidió levantarse más temprano para disfrutar el último día del año; como quien decide dejar su gusto favorito de helado para lo último porque lo va a saborear con más placer. Quizás acá sucede algo similar, pero se olvidan que los otros trescientos sesenta y cuatro días no fueron disfrutados con la misma intensidad, y que puede ser erróneo depositar tantas expectativas en un año nuevo que solo es un futuro incierto que no nos modifica como personas porque hay veinticuatro horas de diferencia, nada más. Claro que todo eso lo piensa en secreto porque no va a arruinar emociones ajenas con sus nulas creencias místicas. Hay un vaso de naranja en el barral del balcón que todavía no terminó de tomar, tiene el cuerpo un poco inclinado hacia adelante con los brazos manteniéndolo en equilibrio y el celular sostenido con las dos manos. Hay varios mensajes sin leer que están marcados en su whatsapp. Lee algunos e ignora otros; clava el visto en varios y responde con pocas palabras los restantes; y también suspira un montón, como quién se quita un peso enorme de la espalda, o como a quien todavía le esta doliendo porque no puede desprendérsela y ya es demasiado tarde. Pero todos sus pensamientos y sus mensajes no respondidos se esfuman cuando escucha la puerta de la habitación cerrarse con fuerza y la voz ronca de Agustín que mantiene la misma emoción desde que empezaron a planear las vacaciones.

−¡Buenas noticias, camaradas! -le habla a toda la comunidad que en realidad son ellos cuatro: Federico que está sentado en el suelo revolviendo su bolso porque no encuentra una bermuda playera, Diego que todavía está acostado con el celular moviéndolo de un lado al otro intentando encontrar señal, y Peter que vuelve a entrar- estuve hablando en la recepción y me confirmaron que habrá fiesta de fin de año -y levanta un brazo con puño cerrado como quien saca primer puesto en una carrera de posta.

−¿Te lo confirmaron u obligaste a la recepcionista a que organice una fiesta? -le pregunta Peter con su sonrisa de medio lado y sentándose a los pies de la cama de Diego.

−Qué mala reputación tenés de mí.

−Siempre hacen fiestas para fin de año -agrega Federico que ya encontró la bermuda y la arranca de debajo de la ropa que todavía no quiso guardar- fue una de las razones por las que elegimos hospedarnos acá. ¿Ya consiguieron sus citas?

−¿Citas? -Agustín enarca una ceja.

−¿Hay que tener una cita para la fiesta? -Diego suena más preocupado que sorprendido.

−Obvio. Es fin de año.

−Nunca citamos a nadie para festejar año nuevo -dice Peter un poco tentado.

−Pero estamos en Brasil y lo que sucede en Brasil queda en Brasil. Escuchaste ¿no? -le remarca- no te digo que invites a alguien, pero no te vengas a hacer el castrado. Yo ya invité a Mariel.

−¿Qué Mariel? ¿La que labura acá?

−Sí.

−¿Y te dijo que sí?

−¿Por qué me diría que no? -repregunta y se levanta con su bermuda colgada de un hombro para cambiarse en el baño- tienen tarea para el día, muchachos −y desaparece detrás de la puerta corrediza.

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